EDUCAR EN UNA SANA EQUIDAD

 

Educar en una sana equidad

 

La igualdad y la no discriminación son dos conceptos que se vinculan estrechamente.

En el ámbito internacional, la prohibición de la discriminación se encuentra prevista en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos.  

El primer artículo de la Declaración de Derechos Humanos (1948), dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Lamentablemente constatamos cómo las diferencias raciales, de edad, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, o cualquier otra condición crean profundas grietas en las relaciones humanas. 

La falta de una misma valoración entre las personas, aún en sus diferencias, manifiesta una concepción antropológica sometida a distintos parámetros de apreciación. Como consecuencia se presenta un trato diferente de acuerdo a cómo cada quién clasifique a los demás.

Para algunos las personas tienen un valor distinto según sus diferencias. Valoran a los demás por lo que “tienen”, otros por lo que “hacen”, y en  algunos casos afortunados  los valoran por  lo que “son”.

Desde pequeños percibimos las clasificaciones humanas pudiendo caer en el error de considerar a algunos como miembros de una “especie diferente”.

Debemos conocer en qué realmente somos iguales y en qué no lo somos.

A pesar de las características personales que nos hacen diferentes, y de ser creados como miembros de una misma especie, algunos dudan si realmente todos los seres humanos valemos lo mismo.

La Sagrada Escritura, nos enseña cómo Dios creó a todo ser humano a “su imagen y semejanza”. 

Para educar en una sana equidad debemos enseñar a los niños a mirarse cara a cara con los demás, a mirarse a los ojos, como iguales que son.

Enseñarles a conocerse a ellos mismos ayudará a que identifiquen lo que es propio de cada uno. Descubrir lo peculiar que hay en cada persona, y meditar en lo que cada uno significa para el Corazón de Dios. Somos miembros de la misma especie y de la misma familia humana, pero cada uno es diferente a los demás. No somos iguales, pero valemos igual.

Educar así: Todo los seres humanos somos iguales en dignidad y tenemos los mismos derechos.

 

Dra. Norma Peschard