I DOMINGO DE CUARESMA

December 31, 1969


I DOMINGO DE CUARESMA

 

“Ahora establezco una alianza con ustedes y con sus descendientes” 

Así nos narra el libro del Génesis este diálogo, entre Dios y Noé y sus hijos. 

En esta primera lectura y en la segunda lectura, encontramos esta alusión explicita a este personaje de los inicios de la humanidad, como nos lo narra el libro del Génesis, a Noé. En tiempos de Noé, como recordarán ustedes si han leído estos capítulos iniciales de la Biblia, se extendió el mal, de tal manera que Dios reconsideró la creación humana. Y encontrando a este hombre justo y a sus hijos, pensó en rescatar la humanidad, para volver a darle esa oportunidad de generar una sociedad en la cultura de la vida. Por eso Dios le dice a Noé: “Ésta es la alianza que establezco con ustedes: No volveré a exterminar la vida con el diluvio…”. 

Esta historia del diluvio nos viene a explicitar que el proyecto de Dios es un proyecto de vida, un proyecto donde el ser humano encuentre que es imagen y semejanza de Dios y, que por tanto, nuestra tarea, en este mundo, es desarrollar la vida de Dios en nuestra propia vida. Dios al establecer esta alianza con Noé –que la retoma posteriormente con Abraham, con Isaac con Jacob–,  la hace una de las promesas fundamentales por la cuales luego envía a su mismo Hijo, al Hijo de Dios hecho hombre, a Jesús de Nazaret. 

El proyecto de Dios, es que haya vida, no que haya muerte. El proyecto de Dios, para nosotros, es que aprendamos el arte de amar, no el arte de odiar; que aprendamos a vivir en fraternidad y solidaridad. Y cada uno de ustedes podrá decirme – ¿pero qué puedo hacer yo ante todo lo que está fuera de mi alcance? Y es, entonces, cuando cobra sentido y es causa de esperanza el saber que Dios ha establecido una alianza con nosotros, un pacto, un acuerdo, y bien sabemos que Dios es fiel a sus promesas porque las cumple. Por ello, nosotros, aunque veamos cosas que nos parecen imposibles de superar, –en nuestros contextos socioculturales que nos toca vivir– sin embargo, nuestra fe nos dice: Dios está de nuestra parte. Si nosotros hacemos lo que Dios quiere que hagamos, entonces se genera el proyecto de Dios entre nosotros. Eso es lo importante. Por una parte recordar siempre que Dios ha hecho esta alianza con nosotros. Y segundo que lo que nos pide es colaborar conforme a este proyecto de vida. 

Esa es la reflexión que encontramos en la segunda lectura. Por ello, el agua que en el diluvio dio muerte, Dios la convierte en el agua que en el bautismo da vida. Bien lo sabemos, es la misma agua; pero puede ser causa de muerte si me ahogo en ella, causa de vida si es un manantial que me mantiene mi cuerpo y mi espíritu. El bautismo es, entonces, el proyecto de Dios, no el diluvio. Esto nos hace pensar que Dios, como final de los tiempos, no está pensando en una catástrofe apocalíptica; el proyecto de Dios es lograr que la humanidad se redescubra a imagen y semejanza de Dios y alcancemos un final glorioso, no catastrófico, pero va a depender de nosotros. Dios pondrá su parte, pero va a depender de nosotros, de la respuesta. 

Y eso es lo que anuncia Cristo en el Evangelio de hoy: “El tiempo se ha cumplido”.  Dios hace realidad su promesa, ha enviado al Mesías, y Jesús dice: crean es esta buena noticia, crean que Dios camina en medio de nosotros, que Dios está presente en medio de nosotros, crean en el Reino de Dios, que está ya entre nosotros. 

Esta es la alianza que llega a plenitud en Jesucristo. La misma que le dijo a Noé, a Abraham, Isaac y Jacob; la misma que hizo a lo largo de la historia del pueblo de Israel, llega a plenitud en Jesucristo. Nosotros somos, ya no del tiempo de la promesa sino, del tiempo de la realidad. Y eso es lo que litúrgicamente vivimos en la Eucaristía. Venimos aquí, cada domingo, porque Cristo está vivo; porque creemos en ese Jesús resucitado, en ese Jesús que se hace presente en medio de nosotros. Venimos a la Eucaristía porque aquí se actualiza la alianza de Dios con los hombres. Cuando el sacerdote consagra el vino dice: Ésta es la Sangre de la Nueva Alianza, de la Alianza Eterna, de la que se ha cumplido, a través de la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Y esto se convierte en Pan de Vida para nosotros, para que seamos capaces de corresponder al proyecto de Dios. Por eso la Eucaristía es fundamental en la vida cristiana. Esta es la riqueza de participar cada domingo en la asamblea eucarística, para poder recorrer el camino de la vida. Eso es lo que también la Iglesia nos propone, particularmente en este tiempo de la Cuaresma: redescubrir las fuentes que nos nutren, redescubrir cómo Dios lo podemos hacer ver, no sólo para nosotros, sino para los demás, que está presente. 

La Cuaresma es ese tiempo de purificación del corazón, la Cuaresma es un tiempo de desierto para buscar la soledad, es un tiempo de suscitar la esperanza, es el tiempo en que, en estos cuarenta días, nos preparamos para renovar y fortalecer nuestra fe en la próxima Semana Santa, en la Pascua del Señor. Que así sea.

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla