«Demos gracias a Dios, porque con su sangre nos ha dado la salvación»
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:
Hoy estamos en una hermosa celebración de Jueves Santo y estamos iniciando el Triduo Pascual, esta celebración es la introducción para vivir estos tres días muy importantes para el cristiano, para nuestra salvación: la pasión, la muerte y la Resurrección del Señor.
Hoy las lecturas hablan por sí mismas y nos dicen los acontecimientos que estamos llamados a meditar en esta Eucaristía, son tres: primero es la Eucaristía, lo que estamos celebrando; la segunda es la ordenación sacerdotal; y la tercera es el amor fraterno, concretizado en el servicio.
Seguramente que nos iremos con mucha claridad en estas tres ideas, porque primeramente vemos que el día de hoy, jueves, Jesús instituye la Eucaristía. Sabiendo que su hora ya estaba próxima, quiere celebrar la Última Cena con sus discípulos, con sus apóstoles, y van a un lugar muy especial en Jerusalén para celebrarla. Seguramente los apóstoles no sabían, no tenían claridad, y esos días habían sido días difíciles a pesar de la entrada triunfal de Jesús el Domingo de Ramos, había habido muchos conflictos con las autoridades. Y Jesús toma los elementos de cuando salió el Pueblo de Israel de Egipto, y la Palabra de Dios también hace mención, cómo se les invitó para que hicieran una cena y mataran un cordero y rociaran con su sangre los dinteles de las puertas y de las ventanas para que cuando pasara el ángel del Señor no hubiera ahí muerte. Pues ahora vemos nosotros que el Cordero es el mismo Cristo y que Él se entrega por nosotros, dejándonos su Cuerpo y su Sangre.
No dejemos de maravillarnos de la Santa Misa, de la Eucaristía, porque Jesús se entrega por nosotros. Se nos platica cómo Jesús tomó pan, dio gracias, lo entregó a sus apóstoles y dijo: «Tomen, esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes.» Y después tomó vino y dijo: «Esta es mi sangre, que será entregada por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
La Eucaristía que estamos celebrando en este momento no es una representación, no es un teatro, sino es el memorial del Señor y por eso el sacerdote, después de tomar el pan y el vino y presentarlos, dice: «Este es el sacramento de nuestra fe», y todos decimos: «Anunciamos tu mente y proclamamos tu Resurrección. Ven, Señor Jesús.» Es decir, hoy es la Institución de la Eucaristía.
Tal vez muchos de nosotros tengamos en nuestra casa un cuadro de la Última Cena, donde está Jesús con sus apóstoles, y siempre me gusta decir que eso nos debe recordar la Institución de la Eucaristía, Jesús se queda con nosotros y nos da su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida de salvación. Cuántos de nosotros no tenemos preocupaciones, angustias, problemas, enfermedades, y cuando nosotros participamos en la Eucaristía con mucha fe y recibimos la Palabra y el Cuerpo y la Sangre del Señor salimos fortalecidos para el camino de la vida, para ir construyendo el Reino de Dios. Entonces hoy es la Institución de la Eucaristía, eso celebramos en esta Misa.
El segundo acontecimiento que celebramos es la Institución del sacerdocio. Después de que toma pan y vino dice Jesús: «Hagan esto en conmemoración mía.» ¿A quién se lo dice? A los apóstoles, a Pedro, Juan, Santiago, Andrés, a todo ellos les dice: «Hagan esto en memoria mía.» Por eso hoy también es el día del sacerdocio, ese sacerdocio que Cristo nos ha regalado a algunos, porque todos tenemos el sacerdocio común dado por el Bautismo, pero algunos hemos recibido el sacerdocio ministerial cuando recibimos el sacramento del Orden, cuando nuestro Obispo hizo la oración y la imposición de las manos.
Hoy los sacerdotes hemos recibido oraciones, felicitaciones, a través de los medios de comunicación, a través de muchos signos, hemos recibido la felicitación por el sacerdocio que el Señor nos ha dado, y entonces hoy también yo quiero agradecerles a todos su oración. Hace dos días me reuní con todos los sacerdotes de la Arquidiócesis, debería ser hoy jueves, pero por razones pastorales se hizo el martes y ahí se renovaron las promesas sacerdotales.
Hoy también es un día para pedir por el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales, «La cosecha es mucha y los obreros son pocos. Rueguen al dueño de la cosecha que envíe obreros.» Aquí en nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla, que tiene seis municipios y 203 parroquias, donde tengo ya 57 sacerdotes mayores de 75 años y donde cada año se están ordenando tres o cuatro sacerdotes, vemos que se necesitan y la oración es muy importante. Jesús instituye la Eucaristía y también el sacerdocio. Así es que toda la comunidad somos corresponsables. Yo no me canso de decir que la oración es el medio por excelencia para las vocaciones, y las vocaciones surgen de las familias cristianas ordinariamente, de las familias que tienen presente al Señor. Segundo acontecimiento: la Institución del sacerdocio.
Y el tercer acontecimiento que celebramos hoy es el mandato del amor fraterno: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado», nos dice Jesús. «Y se levantó de la mesa, se puso una toalla y empezó a lavarle los pies a sus apóstoles», claro que ellos no querían, especialmente Pedro, pero Jesús le dice que si no se deja lavar los pies no va a tener parte en el Reino de los Cielos, y accede Simón Pedro. Terminando de lavarles los pies les dice: «Miren lo que he hecho con ustedes. Ustedes dicen que yo soy el Maestro y Señor, y sí lo soy. Pues si yo hago esto con ustedes es para darles ejemplo de lo que deben hacer los unos con otros», el servicio como característica del cristiano.
Qué hermosa celebración hoy, donde celebramos estos tres acontecimientos e iniciamos el Triduo Pascual. Pues hoy le pedimos a Dios que nos ayude a valorar cada vez más la Eucaristía, a veces como que nos acostumbramos, pero cada Eucaristía es un milagro, porque el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor y eso no lo entendemos a la luz de la razón, sino con la fe, con el corazón. Así es que hoy debemos sentirnos muy contentos, porque Jesús, con sus sangre nos ha dado la salvación. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla