«La verdad más importante de la fe, queridos hermanos y hermanas, es la Resurrección del Señor Jesús»
Hoy estamos aquí en esta Vigilia Pascual, y es vigilia porque hemos estado vigilantes, atentos, para vivir el paso de la muerte a la vida, el paso de la cruz a la Resurrección.
Por eso es bellísima esta celebración que tiene tantos detalles, donde iniciamos con una liturgia que se llama la liturgia de la luz, la liturgia del lucernario, y en el claustro hice la bendición del Cirio Pascual y se encendió, para después entrar aquí en la Catedral, donde se fueron encendiendo todos, los cirios, las velas, que ustedes han traído y significar que estamos en vigilia; y también en este Cirio se pone el año 2023 y se pone la primera letra y la última del alfabeto griego, el alfa y el omega, porque Cristo es el principio y el fin.
Y después de escuchar el Pregón Pascual empezamos a vivir lo que se llama la liturgia de la Palabra, donde escuchamos nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento. Y qué emocionante después de escuchar cada lectura, donde Dios nos habla, donde la Palabra de Dios se dirige a cada uno de nosotros, cómo contestábamos a nosotros con el salmo responsorial; escuchamos la Palabra y después le contestamos a nuestro Dios.
Y estas lecturas que escuchamos son una síntesis o un resumen de la historia de la salvación, empezando por el libro del Génesis, la creación del Universo. Luego podemos ir viendo cómo Dios elige a Abraham como padre de la fe y él deja su tierra, deja su patria, y obedece a Dios, por eso es el padre de la fe. Escuchamos también cómo Dios siempre es el que toma la iniciativa, porque nos ama, porque quiere nuestro bien, y también al Pueblo de Israel, ese pueblo que se fue formando y que estaba esclavizado en Egipto, va haciendo el Éxodo y Moisés lo saca de la esclavitud hasta la tierra prometida. Y después fuimos escuchando a los profetas, los profetas que anuncian al Salvador, al Mesías.
Finalmente llegamos al Evangelio, donde no fue un sueño, no fue una imaginación: aquel que había muerto en la cruz por nuestros pecados, el Padre lo resucitó al tercer día. Y por eso después de que las mujeres encontraron el sepulcro vacío y fueron a avisarle a los apóstoles, poco a poco ellos fueron dando lo que se llama el Kerigma, el anuncio de Cristo muerto y resucitado. Sería muy triste que todo hubiese terminado en la cruz. Platicábamos que la cruz es la expresión del amor que Dios nos tiene, pero nosotros creemos en un Cristo vivo.
Y esta noche, después de terminar la homilía, iniciaremos lo que se llama la liturgia bautismal, la liturgia del agua, donde todos estamos invitados a renovar nuestro bautismo y además tendremos la oportunidad de vivir el Bautismo de tres adultos que hoy recibirán la vida de Dios. También otros recibirán el sacramento de la Confirmación, recibirán al Espíritu Santo, y con los dones del Espíritu Santo están llamados a anunciar a Cristo muerto y resucitado, a ser testigos y testigos del amor de Dios.
Así es que hemos vivido ya la liturgia de la Palabra, de la Luz, y nos preparamos para la liturgia del Bautismo y para finalmente vivir la liturgia eucarística, ya en el altar, para ofrecer el pan y el vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Que todos nos sintamos hoy felices por la Resurrección del Señor, porque eso le da sentido a nuestra vida. Sabemos que con su muerte y Resurrección nos abre las puertas del Cielo, y cómo nuestra vida es un caminar, pero nuestro destino es la Casa del Señor.
Por eso hoy renovemos nuestra fe, renovemos nuestra esperanza y renovemos el amor al que estamos llamados, porque el Señor nos ha amado primero. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla