HOMILíA EN LA VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN JUDAS TADEO

December 31, 1969


HOMILíA EN LA VISITA PASTORAL A LA  PARROQUIA DE SAN JUDAS TADEO

 

“Serás padre de una multitud de pueblos”


Así le promete Dios a Abraham. Es una promesa, sin embargo, que no la verá en vida Abraham. Efectivamente es padre de muchos pueblos, hoy lo podemos constatar, pero a él no le tocó verlos.
Con esta orientación, nosotros podemos también entender, que debemos superar esa tentación, siempre presente, de que las promesas de Dios se cumplan en nosotros. Pensando en nosotros, como personas físicas, como generación concreta, las promesas de Dios se cumplen, pero en el tiempo en que Dios tiene previsto y a las personas y generaciones que él ha considerado que disfrutarán del cumplimiento de esa promesa. Por eso esta figura de Abraham, que aparece tanto en la primera lectura como en la segunda lectura, es una referencia para nuestra reflexión y meditación en la palabra.
Y en el evangelio vemos que el pueblo que estaba preparado para recibir al Mesías, al cumplimiento de la promesa, no entiende y en su diálogo con Jesucristo, manejan solamente los parámetros de la lógica humana, mientras que Jesús habla conforme a los parámetros de los tiempos divinos. Por eso es que se desconciertan y llegan, incluso, a llamarle, a Jesucristo, endemoniado: “Tú estás endemoniado”, eso cuchábamos en la lectura. ¿Y por qué dicen que estaba endemoniado? Porque les dice Jesús que Abraham lo vio, a él, y disfruto. El parámetro de la lógica humana es que yo lo visualice físicamente, que yo te vea con mis propios ojos, en cambio, Abraham vio a Jesucristo como promesa cumplida en la esperanza, porque le creyó a Dios y por eso vio a Jesucristo. Nos está invitando entonces hoy, la palabra de Dios, a crecer en la esperanza, a tener confianza en lo que Dios nos dice que va a hacer y en lo que Dios nos pide que hagamos.
También Jesús les complica el pensamiento a los judíos cuando dice que él ha visto a Abraham. Dicen: “No tienes ni cincuenta años, ¿cómo dices que los has visto?” Otra vez los parámetros de la lógica humana. Si tú no tienes ni cincuenta años y Abraham hace siglos que vivió es imposible que lo vieras. Y Jesucristo que es con otros parámetros de la acción divina que ve la historia como el camino que ha acompañado a su pueblo.
¿Qué nos enseña esta escena del evangelio? Nos enseña que para nosotros, hombres de fe, hombres creyentes, debemos de aprender a no quedarnos limitados con los parámetros de la lógica humana; que tenemos que tener abierto el corazón a los parámetros de la lógica divina, porque estamos llamados para compartir la vida divina. Este pasaje nuestro en esta tierra, es transitorio, no estamos destinados aquí para quedarnos eternamente, bien lo sabemos; pero nos empeñamos a ver la vida, solamente, con los parámetros de la lógica humana, y por la fe tenemos que aprender los parámetros de la lógica divina.
Y este es uno de los importantes parámetros: la esperanza. Y la esperanza es tener la confianza plena de que las promesas de Dios se van a cumplir, las vea o no yo en esta vida terrena.
Cuantas veces personas, en nuestra experiencia, que hemos amado –yo lo digo por mi propia experiencia, por que asistí a la muerte de mi madre y a la muerte de mi padre, que traían sus preocupaciones y cuando dialogué con ellos en los últimos días de su vida, en ambos, sus preocupaciones quedaban ya sobrepasadas y me decían: yo sé que Dios se va a encargar de tu hermana, de tu hermano, los más chichos que siempre me preocuparon–. En la esperanza sabemos que, las promesas, Dios las va a cumplir; no las vemos nosotros pero la esperanza nos permite verlas contemplando el futuro. Esta es la visión de la fe. Nos cuesta trabajo porque nuestra experiencia humana está condicionada y limitada a este espacio y tiempo en el que vivimos, y nuestras preocupaciones son tan inmediatas; pero para eso es nuestro camino en la fe, para eso tenemos que crecer en la escucha de la palabra de Dios y hombres, ya como Abraham, que vivieron hace ya miles de años, pudieron aprender esta manera de contemplar en futuro desde la visión de fe.
Hermanos a esto nos invita hoy la palabra de Dios, por eso en el salmo responsorial nos propone la liturgia recitar como lo dijimos: “El Señor nunca olvida sus promesas”. Y entre los párrafos del salmo que escuchábamos decía: “Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham y del juramento a Isaac que un día le hiciera”.
Crezcamos en la confianza de la palabra de Dios, animémonos a compartir el proyecto de Dios para nosotros. Pongámonos en ese dinamismo de evangelizadores, al que nos invita el proyecto de Dios. No tengamos miedo, tengamos confianza y el Señor a través nuestro hará maravillas, más de las que podemos imaginar. El arte está en soltar la lengua, en no quedarnos con nuestra experiencia de fe arrinconada en nuestro interior. Soltar la lengua para transmitir lo que creemos y lo que esperamos. Compartir los sueños que tenemos de una realidad que viva más acorde al plan de Dios. Tengamos la confianza puesta en un Dios que nos ama entrañablemente y que nunca nos abandonará.
Que así sea.


+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla