HOMILÍA EN EL III DOMINGO DE PASCUA

April 23, 2023


HOMILÍA EN EL III DOMINGO DE PASCUA

 

«Con razón nuestro corazón ardía al escuchar sus palabras»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús resucitado:

A todos les saludo con afecto de pastor, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral y también a los que están siguiendo esta transmisión.

Sin duda que este III Domingo de Pascua el Evangelio que hemos escuchado es uno de los pasajes de la Resurrección de Jesucristo más hermosos y de los más conocidos, incluso hay un canto muy conocido de los discípulos de Emaús. Podemos nosotros pensar en lo que sucedió en ese camino. El Evangelio nos dice concretamente que Emaús estaba a 11 kilómetros de Jerusalén y cómo estos dos discípulos, uno llamado Cleofás, iban platicando por el camino. Ellos iban muy desanimados, iban discutiendo, iban tristes, con la cabeza agachada, se sentían decepcionados, se sentían muy mal; seguramente en algunos momentos discutían y en otros iban en silencio, porque sus expectativas habían sido defraudadas.

Lo maravilloso aquí es cómo Jesús se une a ellos, que van caminando, y ellos empiezan a expresarle sus sentimientos, sus pensamientos: “Nosotros creíamos que él iba a liberar al pueblo; nosotros pensábamos que era el Mesías. Ciertamente era un gran profeta, pero lo crucificaron”, estuvieron platicándole. Y Jesús, con esa actitud de escucha, primeramente estuvo atento a sus palabra y después les dio un repaso de las Sagradas Escrituras, desde Moisés, pasando por los profetas y diciéndoles que eso tenía que suceder, que la cruz era el camino, sobre todo por la fidelidad al proyecto del Padre. Les estuvo dando, podemos decir, una cátedra, una catequesis a esos discípulos.

Cuando los discípulos iban llegando a su casa, Jesús hizo como que seguía su camino. Pero, como la plática había estado tan interesante y aleccionadora, los discípulos lo invitaron a pasar a su casa. Y entonces, cuando Jesús hace el mismo gesto de la Última cena, parte el pan, da gracias y se los entrega, en ese momento reconocen que es el Maestro. En eso Jesús desaparece y ellos hacen una síntesis de lo que había sucedido: «Con razón nuestro corazón ardía al escuchar sus palabras». Desde que Jesús empezó a hablar el corazón ardía, y lo reconocieron en la fracción del pan.

Lo interesante es cómo los discípulos regresaron esos 11 kilómetros, pero yo creo que ya no regresaron caminando, sino corriendo. Corrieron hasta llegar adonde estaban los 11 discípulos, los 11 apóstoles, que también estaban hablando de cómo se le había aparecido Jesús a Pedro, y ellos platicaron su experiencia de que el Maestro estaba vivo, había resucitado.

Imaginémonos nosotros la gran alegría, el gozo de que su vida adquiere sentido, que no entendían el misterio de la cruz, pero que el Padre lo resucitó. Y es el mismo Cristo en el cual creemos nosotros, ese Cristo que en la primera lectura de que también Pedro, con valentía, con el Espíritu Santo, proclama su muerte y Resurrección.

La Palabra, queridos hermanos y hermanas, es para cada uno de nosotros. Cuánta gente no encontramos triste en el camino, a lo mejor va cabizbajo, no le encuentra sentido a su vida, y también nosotros podemos acompañarlos y podemos platicarles la historia de Jesús de Nazaret, y Jesús es el que le da sentido a nuestra vida. Cuántos migrantes sufren, los presos, gente que ha sido llevada a otros lugares, la trata, que es muy fuerte en el mundo y en nuestro México; cuánta gente no vive desilusionada, triste, sin esperanza, y nosotros también, como discípulos de Jesús, como creyentes, podemos acompañarlos. Tal vez veamos una persona triste y nosotros somos indiferentes, pero a esa persona le podemos dar el Kerigma, le podemos anunciar a Jesucristo, que es nuestra paz y nuestra esperanza.

Así hoy los discípulos de Emaús nos enseñan cómo puede haber un cambio, ellos iban tristes y cuando Jesús se les presenta y lo reconocen cambia su vida. Nosotros somos instrumentos del Señor, a pesar de nuestros pecados, de nuestra manera de ser, de nuestras limitaciones, somos instrumentos del Señor y muchos pueden conocerlo a través de nuestra palabra y de nuestro testimonio.

Que el Señor resucitado nos siga dando la alegría de anunciarlo a los demás. Así sea.

 

+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla