JUEVES SANTO, MISA DE LA CENA DEL SEÑOR.

December 31, 1969


JUEVES SANTO, MISA DE LA CENA DEL SEÑOR.

 

"Hagan eso en memoria mía".


Así nos relata San Pablo en la segunda lectura, que Jesús les pide –a sus discípulos– que repitan ellos el mismo gesto que está haciendo Jesús: "Hagan esto en memoria mía". Lo dice después de cada una de las expresiones del cuerpo y de la sangre, representados en el pan y en el vino que comparte en la Última Cena con sus discípulos. Esa fue la primera Misa, la primera Eucaristía. Por eso hoy recordamos la institución de la Eucaristía. Pero reduciríamos el sentido de lo que pide Jesús, si solamente lo dejáramos circunscrito al repetir el rito que realizamos al celebrar la Eucaristía. Cuando el sacerdote consagra el pan, cuando consagra el vino, siempre dice también al final: "Hagan esto ustedes en memoria mía".
Y no se repite ese gesto solamente en esa dimensión de celebrar una Misa más, de celebrar una Eucaristía más. Por eso el evangelista Juan nos plasma, en esta bellísima página del Evangelio que acabamos de escuchar, la integralidad de lo que está pidiendo Jesús. Jesús quiere que así como Él dice: "Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes, esta es mi sangre que se derrama por ustedes", así también nosotros tenemos que presentar nuestro cuerpo y nuestra sangre, y presentarla como nos lo hace ver Jesús en la Última Cena, como hemos escuchado que lo realiza con sus discípulos: sirviéndonos los unos a los otros. Porque el gesto de lavarse los pies era el gesto que realizaban en el tiempo de Jesús solamente las personas esclavas; hacían este servicio a la entrada de las casas, porque entonces no había cemento, pavimento, adoquín, sino era tierra, no había calzado, sino había huaraches, sandalias y por ello los pies, como dice Jesús a Pedro, es lo que hay que lavar.
Este servicio de esclavos, el Maestro, el Señor, se pone a lavarles los pies a sus discípulos. Nosotros, con este ejemplo, tenemos que entender que hacer esto, en memoria de Jesús es ayudarle a quien lo necesite, servirnos los unos a los otros; no importa el cargo, la función que tengamos, aunque seamos sucesores de Jesús en el ministerio. Por ello los obispos repetimos esta noche en todo el mundo –lo ha hecho ya el papa Francisco– el gesto de Jesús, para volvernos a recordar que tenemos que darnos el servicio de caridad y amor los unos a los otros.
Hermanos, podemos entonces entender lo que celebramos esta noche. Por parte de obispos, presbíteros, diáconos a quienes llamamos habitualmente el clero, el sacerdocio ministerial, tenemos a partir de esa noche de la Última Cena este mandato, de Jesús, de promover este gesto con todos ustedes discípulos de Cristo que creen en Él, que quieren formar la comunidad eclesial siguiendo las enseñanzas de Jesús. Por eso es que esta noche repetimos ese gesto de lavar simbólicamente a doce jóvenes que hoy participan en este retiro, tomando conciencia de lo que significan estos días, y a ellos les lavaré en un instante más los pies.
Pero quiero también enfatizar la importancia que tiene en esta noche el recuerdo de este “mandamiento del amor”. Si nosotros leemos atentamente las tres lecturas que hemos proclamado como Palabra de Dios, encontramos en las tres lecturas un mandato, un mandato de repetir el gesto. La primera lectura tomada del libro del éxodo es repetir el gesto de comer rápido, de comer la cena Pascual, en recuerdo de aquella noche en que Dios liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Después, en la segunda lectura, San Pablo, como ya hice referencia, también lo dice, que Cristo mismo pide: "Hagan esto en memoria mía". Y en el Evangelio también el mismo Jesús dice: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes los hagan." Encontramos pues, en las tres lecturas, un mandato de repetir, de recordar, de tener memoria de lo que ha sucedido y del por qué estamos hoy aquí.
El pasado nos instruye sobre cómo es que hemos llegado al presente. Y en el presente con la sabiduría que nos deja el camino recorrido históricamente, debemos proyectarnos al futuro, debemos de visualizar no sólo el hoy que vivimos, sino el mañana que dejaremos a las siguientes generaciones. Eso es lo que está haciendo Jesús en este gesto de la Última Cena. Dice el Evangelio: "Sabía Jesús que ya iba a morir, que ya iba a pasar al Padre". Y por eso les encarga a sus discípulos, está viendo Jesús el futuro, pero lo está también interpretando a la luz de la historia del pueblo de Israel, porque Él asume esa Cena con sus discípulos como la cena Pascual que ha mantenido en la fe a la comunidad del pueblo elegido. Los ritos no son pues, simplemente, un recuerdo nostálgico de algo que se hizo, sino son la actualización de ese acto que se hizo en beneficio nuestro para impulsarnos hacia adelante y construir, edificar, la sociedad que Jesús quiere.
Cuando nosotros escuchamos, tenemos que lavarnos los pies unos a otros, tenemos que servirnos, tenemos que ayudarnos. ¿Qué estamos proyectando? Una actitud de servicio que va a fortalecer las relaciones entre nosotros. Una actitud que generará fraternidad, solidaridad, y sobre todo podrá hacer realidad el amor. Cuando nosotros descubrimos que el otro no está de más en medio de nosotros, sea quien sea, con las condiciones que tenga pero es alguien a quien podemos y debemos servir, nosotros experimentaremos el amor de Dios. Así preparamos la intervención del Espíritu en medio de nosotros.
Esto es lo que Jesús quiere que hoy recordemos; no solamente aquello que pasó, sino el efecto que hoy debe de tener en cada uno de nosotros: renovar nuestra conciencia de discípulos de Cristo, renovar nuestra conciencia de servidores del Reino, y para eso es la Eucaristía. Entonces entra en plenitud la celebración del rito de cada Misa. No es solamente venir a pedirle algo a Dios, es venir a fortalecer nuestro espíritu en el mismo Espíritu de Jesús, es entrar en comunión con Él, es recibir la fortaleza de Dios para seguir haciendo el esfuerzo de construir entre nosotros la fraternidad de una sola familia, la familia de Dios.
Hermanos con estos sentimientos y estos comentarios lleguemos a la Eucaristía, también cada uno de nosotros, con esa intención de ser buenos discípulos y de seguir el ejemplo de Jesús. Ahora que lavaré los pies, vayan ustedes preguntándose ¿A mí qué me dice este gesto? ¿En el ámbito de mi vida, de qué manera puedo yo servir a los demás? ¿Cómo puedo ser un buen discípulo servidor de los otros? Y así el Espíritu de Dios los fortalezca.
Que así sea.


+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla