«Si me aman, cumplirán mis mandamientos»
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:
Les saludos a ustedes que están aquí presencialmente en nuestra Catedral de Corpus Christi y también a todas las personas que a través de los medios de difusión pueden seguir esta Eucaristía; a todos les deseo la Paz del Señor.
Hay una oración antes de las lecturas que se llama la oración colecta y hoy expresa dos ideas muy importantes, dos ideas fundamentales: la primera es que estemos alegres, que no perdamos la alegría, porque creemos en un Cristo que murió en la cruz, pero que el Padre lo resucitó. Por eso estamos en este tiempo de Pascua, de alegría, de gozo, porque Jesús le da una nueva dimensión a nuestra vida, esa es una idea muy importante que nos dice la oración colecta. Y la segunda idea es que, porque creemos en este Jesús resucitado, tenemos que manifestarlo en nuestras obras. Esas son las dos ideas.
El Evangelio que acabamos de escuchar, del Evangelio de San Juan, se da en un contexto de despedida, de tristeza, de partida, ahí en el cenáculo, en Jerusalén, cuando Jesús platica con sus apóstoles. ¿Y por qué hay un ambiente de tristeza? Porque el Señor dice que se irá, que tiene que irse para estar con el Padre, pero les da esa gran noticia: «No los voy a dejar solos, les voy a enviar al Paráclito». El Paráclito es el que guía, el que consuela, el que aconseja, el que anima, es el Espíritu Santo. «No los voy a dejar solos».
Ya estamos muy cerquita de la fiesta de Pentecostés, dentro de 15 días, y dentro de una semana celebraremos el Domingo de la Ascención, cuando el Señor asciende a los cielos. Nosotros sabemos que lo que Dios dice siempre lo cumple, «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos», y nos envía al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es ese gran desconocido que ha ido guiando a la Iglesia en medio de tempestades, en medio de dificultades, de retos, ahí está presente el Espíritu Santo.
Por eso el Señor les dice hoy a sus discípulos, a sus amigos: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo les voy a enviar al Paráclito, al Espíritu Santo, pero, si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos». Quiere decir que lo que hizo Jesús no fue en balde, que Él que estuvo tres años con sus discípulos y les fue enseñando los secretos del Reino, eso no es borrón y cuenta nueva, sino es para que los discípulos continúen ese camino. Nosotros somos sus discípulos y tenemos que continuar las huellas de Jesucristo nuestro Señor con la fuerza del Espíritu Santo.
Qué palabras tan consoladoras nos da el Señor, que quiere darnos al Espíritu Santo. Por eso los frutos del Espíritu Santo son la alegría, la solidaridad, el respeto, la generosidad, el apoyo, todos esos son frutos del Espíritu Santo. Así es que los discípulos tal vez no entendían muchas cosas que les decía Jesús, las fueron comprendiendo después a la luz de la Resurrección.
Encontramos en la primera lectura cómo estos apóstoles que habían recibido al Espíritu Santo andaban infatigablemente anunciando a Jesús por todas partes. Vemos ahí a un diácono, Felipe, que había ido a Samaria y que había evangelizado, había predicado el Kerygma, y había gente que se había convertido, y empezaron las comunidades. De tal manera que Pedro recibe la noticia en Jerusalén y, junto con Juan, va a Samaria para confirmar a sus hermanos en la fe. Qué hermoso es que Pedro y Juan fueran a confirmar. Y nos dice algo bien importante la primera lectura, que después, a estos hermanos y hermanas que ya habían recibido el Bautismo, Pedro y Juan les impusieron las manos para transmitirles al Espíritu Santo, que es el mismo gesto que hacemos nosotros para transmitir el Espíritu Santo a quien recibe el sacramento de la Confirmación.
Hoy tenemos que preguntarnos, queridos hermanos y hermanas, qué tan contentos estamos para la Resurección del Señor y si las obras que estamos realizando son porque tenemos presentes sobre todo los dos mandamientos fundamentales de nuestra fe: el amor a Dios y el amor al prójimo, ¿cómo va nuestro amor a Dios? «Si me aman, cumplirán mis mandamientos», nos dice el Señor.
Que sigamos caminando con mucha alegría en este tiempo de Pascua y que experimentemos en nuestra vida la presencia del Paráclito, del Espíritu Santo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla