VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

December 31, 1969


VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

 

“Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”

 

Vamos a tomar algunos elementos de estos textos de la Pasión y en referencia con los textos de la primera y segunda lectura en nuestra reflexión de este Viernes Santo.

Esta primera expresión que Jesús da, con un fuerte regaño, una amonestación, a Pedro, significa que Jesús ante la injusticia no va a responder con la violencia, por eso le dice: “Mete la espada en la vaina Pedro. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”.  ¿Cuál era este cáliz que le ha dado su Padre? Tomar la condición humana con todas sus consecuencias, con todas sus limitaciones; y una limitación es, precisamente que el hombre, que la comunidad humana comete injusticias. Jesús un hombre bueno, misericordioso, generoso, preocupado por los más débiles, por los enfermos, por los marginados, por los que han sido llevados fuera de la ciudad como eran los leprosos. Jesús se ha acercado a todos, no ha hecho otra enseñanza que la ley del amor. ¿Por qué delito será juzgado? ¿Por qué razón van y lo arrestan en el huerto de los olivos? ¿Quiénes han optado por la violencia? ¿Quiénes han optado por agredir al hombre que hace el bien? 

Vamos viendo, en el relato de la Pasión, primeramente este intento de sus propios discípulos de responder con violencia a la injusticia; y Jesús –lo hemos escuchado– va señalando que el camino es el diálogo y la verdad. “¿Por qué me has golpeado? ¿He hablado mal? Dime qué”, cuando lo abofetean en la respuesta que da al sumo pontífice. Habla con la verdad. Pilato le pregunta: “¿Conque tú eres rey? Tú lo has dicho. Soy rey. Para esto nací…” Pero mi reino no es como el de este mundo en donde se apodera del poder, la deshonestidad, la corrupción, la injusticia. Mi reino no es así, mi reino no va con la violencia. Y les pone un ejemplo: ustedes piensan que si mi reino fuera como este no habrían venido un ejército de ángeles a luchar en mi favor. Mi reino es el de la dignidad humana, por eso me he hecho hombre, mi reino es la Verdad. 

Jesús a lo largo de su vida lo ha mostrado; pero en su Pasión con mayor emotividad, con mayor dramatismo, porque se presenta –lo sabe él bien– ante la muerte. Sabe lo que está en juego, no es simplemente un discurso de la lógica de la filosofía para mostrar la verdad. Es la exposición de un posicionamiento, de un estilo de vida totalmente distinto al que han ejercido, a lo largo de los siglos, en la humanidad y que viene a señalar un camino distinto. Su Reino es el Reino que siempre ha pensado Dios nuestro Padre, su Reino es el proyecto que Dios tiene al haber creado a la humanidad.

Pero seguimos adelante en el relato, la injusticia se sigue imponiendo, y es presentado a la autoridad romana con un argumento simple, llano, como a veces sucede entre nosotros: si no lo hubiéramos traído ante ti, no sería un culpable, pero es un culpable por eso te lo traemos. Es la palabra de las autoridades judías el único argumento que presentan a  Pilato.  

Pilato, político hábil –se ha ganado su puesto– entra en un temor; entre hacer la justicia, porque no encuentra ningún mal en este hombre, lo dice expresamente, pero vale más mi puesto, por eso cuando le dicen: “Si tú no le das muerte a este hombre –que según la ley nuestra, la ley de Dios, debe de morir porque es un blasfemo– tú no eres amigo del César”. “Tú no eres amigo del César”. Con esa afirmación hicieron temblar al procurador romano. Tuvo miedo de perder su puesto y prefirió la injusticia. 

Jesús entonces es llevado y expuesto a la multitud, y con una estratagema que no le resultó a Pilato, pretende liberar al inocente: “¿A quién quieren que crucifique, a este que es el Rey de los Judíos, o a Barrabas?”, un preso homicida, un asaltante, un delincuente. La multitud opta por Barrabas, por la expresión del mal; opta por la violencia, por quien agrede, por quien asalta, por quien mata. Jesús así camina hacia el Calvario. 

El Reino de Dios, el Reino que muestra Jesús en su propia persona es el Reino de la Verdad. Y Jesús asume las consecuencias de estos reinos que no se conducen conforme a al proyecto de Dios, pero todavía se entrega a la muerte con una grande esperanza, con una grande confianza en que su misión, a demostrar el verdadero y auténtico camino para la humanidad, tiene que seguir adelante, y por eso le dice a su madre: “Mujer, –ya no la llama madre porque la va a entregar como madre– Mujer, ahí tienes a tu hijo”, señalando al discípulo, al único de los doce que estuvo al pie de la cruz. Y a él, a Juan, le dice: “He ahí a tu madre”. El nacimiento de lglesia, ahí surge en estas dos figuras: María, Juan el discípulo amado, la figura de la Iglesia. Del costado de Cristo, cuando sangra hasta la última gota de sangre y agua, como nos dice este relato de la Pasión de san Juan. Y él que vio esto, da testimonio de que así fue. 

Hermanos, el Viernes Santo es un día en el cual nosotros contemplamos a Cristo muerto, pero lleno de vida. Es un contraste sí, que no podemos imaginar. Por eso la pregunta que nos queda es ¿creo en este mensaje de la vida de Jesús, mensaje de vida, para caminar yo también en la verdad? 

José de Arimatea y Nicodemo ven a Jesús –que lo bajan de ahí de la cruz para sepultarlo– con mucha lástima, lo ven como víctima de una injusticia. ¿Nosotros cómo vemos a Jesús, también así, como uno más que cayó en la injustica de la humanidad? La Iglesia nos pide, –y lo vamos a cantar ahora–. No, nosotros no vemos simplemente a un hombre que sufrió una injustica y le costó la vida por decir la verdad; vemos a Jesús Salvador del mundo, porque muestra el camino de la vida, porque Cristo resucita, porque muerto da vida; por eso la cruz se convierte en signo de vida, no de muerte, para nosotros los cristianos. La cruz es nuestra identidad porque en ella vemos que es vencida la muerte. Por eso san Pablo dice con toda claridad: “Si Cristo no hubiese resucitado, sería vana nuestra fe”. Pero lo que le da la fuerza a la muerte de Jesús, es su resurrección. 

Hoy Viernes Santo, la Iglesia nos pide este silencio, meditación, nos pide concentrarnos en la muerte de Jesús, pero descubriendo en su testimonio que también a nosotros nos invita a optar por la verdad, no por la violencia; a optar por la dignidad humana, no por la agresión; a optar por la vida, no por la muerte. Este es el reino al que estamos llamados. Hoy como preparación al día de mañana, a la Vigilia más grande de la Iglesia en su liturgia, la Vigilia de la Pascua, preguntémonos en un breve silencio: ¿opto desde los contextos de mi vida y de mis limitaciones por la verdad? ¿Opto por la vida? ¿Opto por la justica y la paz? ¿Hago mi decisión por el reino que Jesucristo nos ha mostrado que es el proyecto de Dios? 

 


+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla