En estas lecturas que hoy nos regala la fiesta de San Pablo, su conversión, encontramos elementos que nos ayudan a seguir en esta reflexión sobre la necesidad de la misión. Primeramente, el Evangelio con toda claridad nos hace ver que la razón por la que Jesús llamó a sus discípulos fue para enviarlos por todo el mundo, y prediquen la buena nueva a toda creatura, es decir, somos discípulos para la misión. Esa es la razón de ser nuestra. En la primera lectura en donde se nos narra la escena de la conversión del apóstol descubrimos algunos elementos que, probablemente también nosotros, como los necesito san Pablo, también nosotros los necesitamos. El primer elemento es… Saulo dice el texto fue a ver al sumo sacerdote para pedirle cartas que lo autorizarán para traer presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y mujeres seguidores de Cristo, o sea, Pablo, en su conciencia, estaba haciendo un bien y era totalmente apasionado porque le habían hecho ver que los seguidores de Jesús eran apóstatas, eran gente que estaba dentro de la comunidad, del pueblo elegido, pero que estaban haciendo un daño tremendo, que estaba presentando a un falso mesías, a alguien que no era enviado por Dios y que la gente comenzaba a creerse esa predicación. Entonces Pablo tenía una gran convicción de que había que perseguir a los discípulos de Jesús. ¿Qué le sucede a Pablo? En el camino nos dice el texto: una luz del cielo lo envolvió y escuchó una voz que le dijo: Saulo, Saulo por qué me persigues y queda ciego. Después de esta ceguera le manda a Ananías, uno de los líderes de la comunidad de discípulos de Cristo en Damasco, a Saulo, y ahí le devuelve la vista. ¿Qué elementos encontramos aquí? Hablábamos de la necesidad de la conversión pastoral. Lo que le sucede a Pablo es una conversión pastoral. Él ya estaba totalmente apasionado y entregado por la causa de Dios, pero, estaba equivocado su camino. Y muchas veces nosotros equivocamos camino; y si no equivocamos camino, por lo menos, muchas veces hemos visto detalles, acciones, actividades que no van al corazón del anunció del Evangelio. Necesitamos la conversión pastoral. Necesitamos encontrarnos con el Señor como Pablo lo hizo. Descubrirlo, porque, también como pablo, nosotros podemos sufrir una ceguera de no ver exactamente qué es lo que Dios quiere de nuestras vidas, y seguir contentos pidiendo autorización, cartas para presentarnos aquí y allá, en causas que quizá no son las que está Dios queriendo, en causas que a lo mejor incluso están dañando a la misma Iglesia. Esa es la conversión pastoral descubrir la luz que viene del cielo, con este encuentro del Señor qué es lo que está queriendo y esperando Dios de nosotros.
Fíjense, cómo vuelve a recuperar la vista Saulo. Con la llegada de un discípulo de Cristo, de un hermano; y Saulo lo acepta así a Ananías, como un hermano. Es decir, el encuentro entre los miembros discípulos de Cristo, es lo que nos va a permitir el esclarecimiento de la conversión pastoral, del discernimiento pastoral, poner en común: cómo lo hiciste, qué te paso, qué es lo que necesitamos revisar, renovar. Este es el discernimiento pastoral, que aquí lo vemos a partir de signos, en el texto de hoy de lo que después de este encuentro con Ananías le sucede a Saulo. Al instante dice:; algo como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la vista. Volvió a tener luz en sus ojos, se levantó y lo bautizaron. O sea, entró en una convicción plena de seguimiento de Jesús, comió y recuperó fuerzas, se fortaleció, compartió la vida diaria, la vida de todos los días que implica el comer juntos, y, dice, se quedo unos días con los discípulos en Damasco, compartió con la comunidad, se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios; y lo vemos ya convertido en un discípulo misionero, no solamente discípulo por el bautismo, sino discípulo integrado en la comunidad y discípulo misionero predicando al Señor.
Por eso, aunque nos resulta ahora extraño, el final del Evangelio de hoy, es una realidad. Cuando nosotros anunciamos a Cristo, suceden cosas admirables, sorprendentes. Cuando verdaderamente, presentamos a Cristo, y lo descubren a quienes se los presentamos, como dice aquí, acompañaran milagros. Aquí se da una serie de milagros que nos parecen difíciles ahora: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará daño, impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. Porque, estos son los elementos que vieron que hacía Jesús, pero, no quiere decir que sean los únicos. Hay otra serie de acciones que Dios hace con el tiempo, en los contextos socioculturales, que son verdaderamente sorprendentes y que son los milagros que siempre van a acompañar la predicación del Reino, que, en el fondo es… esta conversión de las personas, esta sorpresa de ver donde menos esperábamos más respuesta, de ver en quienes menos confiábamos, una plena conversión. Así, el Señor nos sorprenderá siempre que nos entreguemos a la causa del Reino de Dios. Que el Señor nos ayude también a nosotros a seguir este camino de Pablo: conversión pastoral, renovación en nuestro compromiso de renovación de discípulos y nuestra acción misionera para presentar a Cristo el Señor de la historia. Que así sea.