“¿Entiendes lo que estás leyendo?”
Esa es la pregunta que le hace el apóstol Felipe, uno de los doce primeros apóstoles de Jesús, a este etíope que iba leyendo la biblia. Y con toda claridad, con toda franqueza, con sinceridad el etíope le responde a Felipe: “¿Cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica?”
La biblia es un texto que, sobre todo en una primera lectura, no es fácil de entender y sobre todo de profundizar su contenido. Por eso la Iglesia Católica siempre ha propiciado que la Biblia, los Textos Sagrados, sean explicados por un sacerdote o por algunos agentes de pastoral formados para ello. Y además, siempre la Iglesia Católica ha proclamado que deben de leerse en comunión eclesial, es decir, no de manera individual. No es una novela la Biblia, no es un texto narrativo simplemente para conocer la historia de un pueblo; es para interpretarlo y sirva de lámpara, de luz a mi vida y a la vida de mi comunidad. Esto es lo que nos lleva a los sacramentos.
En este caso, de esta primera lectura que acabamos de escuchar, después de que Felipe le explica el texto que estaba leyendo el etíope, el etíope le dice: “Que impide que tú me bautices y me hagas cristiano”. Y Felipe lo bautiza.
La vida de nuestros sacramentos, la participación en la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, la Confesión, y todos los demás sacramentos, tendrán mucho fruto si es que los acompañamos de la lectura de la Biblia, especialmente del Evangelio. Por eso ustedes ven que toda Eucaristía siempre comienza con este Pan de la Palabra. Jesucristo es Pan, es alimento de la palabra, es decir, del texto sagrado que nos habla como Dios mismo; es el Dios mismo quien habla cundo se proclama el texto como lo acabamos de escuchar. Esa es la primera parte siempre de la Eucaristía. La escucha de la palabra y recibir, luego ya en la segunda parte, el pan de la vida eucarístico, la Comunión.
Cuando Jesús afirma en el Evangelio de hoy: “Yo soy el pan de la vida, soy el Pan que ha bajado del cielo, para que quien coma no muera…”, no está simplemente refiriéndose a que en automático, como cuando comemos una tortilla, unos frijolitos, en automático si los comemos físicamente pues van a nuestro estómago y sirven de nutrición a nuestro organismo. En cambio la palabra de Dios y la comunión de la ostia consagrada, siendo presencia viva de Jesucristo, para que nos nutra, necesita correspondencia. Porque la razón para que Jesús se convierta en pan de vida, es para que nosotros entremos en una relación de amor. Y bien saben ustedes que el amor correspondido es lo más hermoso. Si el esposo ama a su esposa y la esposa a su esposo ese matrimonio andará bien; pero si solamente es de una parte, –solamente el esposo está enamorado de ella o viceversa– el amor queda incompleto, el amor no es una experiencia cabal. Eso es lo que pasa también con la comunión. No basta con que abramos la boca y recibamos la ostia, presencia de Jesús Eucaristía. Tenemos que corresponder a ese amor de Dios que nos quiere nutrir nuestro espíritu. Y la correspondencia nuestra la que espera Dios, es a la luz de la palabra, a la luz del texto evangélico. Por eso les puedo decir que me llena de esperanza y de una gran alegría, que el proyecto que estamos realizando en la Arquidiócesis de la Misión, para poder atraer a los católicos distantes y alejados y formar pequeñas comunidades cristianas parroquiales. Porque aquí, cuando celebramos la Eucaristía, ustedes escuchan la palabra del sacerdote, pero ustedes no dicen nada, están callados, reflexionan, piensan, escuchan, y a lo mejor se distraen y se duermen, no sabemos. Pero ¿cuándo entonces podemos corresponder, de qué manera es apalabra de Dios ilumina mi vida, de qué manera voy a poderle responderle al amor de Dios que viene a mi cada vez que comulgo, cada vez que vengo a la celebración del sacramento? Eso lo tenemos que compartir en pequeños grupos. Esa son las pequeñas comunidades que pretendemos formar a la luz, a la respuesta de la Misión del próximo 17 de mayo.
Por eso es tan importante que vengan luego, no es solamente a tocar las puestas; sino que vengan luego el siguiente domingo de Pentecostés para anunciarles esta experiencia de amor que Dios está esperando de nosotros, para transformarnos en verdaderos discípulos de Cristo, que seamos fraternos y que podamos superar todas las adversidades que nos presenta la vida, porque vamos a estar en comunión, en fraternidad, en solidaridad.
Así experimentaremos entonces que no solamente en mí, no solamente en el padre que siempre habla muy bonito cuando predica, sino en mí, también está haciendo efecto la palabra de Dios y lo comparto con mis hermanos de mi pequeña comunidad. Compartir la fe es el alimento para que yo pueda también darle a los demás mi experiencia y ellos a mí la suya y así crecer en el espíritu de Jesucristo. ¿Ven por qué es tan importante la Misión, hacia dónde va? No es solamente una anuncio, sino un anuncio que quiere conducir a una Iglesia viva, a una Iglesia donde cada uno de los católicos sea consciente de cómo Dios nos ama, de cómo Dios se hace presente a través de nosotros para manifestar su amor a los que lo necesitan.
Por ello el Papa Francisco, el próximo 8 de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, arrancará un año jubilar de la Misericordia. Fíjense que hermosa coincidencia. El Papa nos está diciendo que debemos mostrar la misericordia de Dios, y nosotros como Arquidiócesis de Tlalnepantla, nos estamos preparando para la Misión y la formación de pequeñas comunidades, para poder expresar a los demás el amor y la misericordia de Dios.
¿Ven los caminos de Dios? Por eso les decía que tengan esta misma intención hoy en esta Eucaristía, llega ya el momento del ofertorio. Cuando yo levante el pan y el vino para ofrecer a Jesús al Padre, ustedes díganle: Dios Padre, Padre nuestro ayudamos a ser una Iglesia misionera que manifieste tu presencia en medio de nosotros. Y por eso quiero terminar esta reflexión, dejándoles como quizá ya muchos de ustedes sepan. El eslogan que con el que vamos a animar nuestra misión: ¡Cristo vive, en medio de nosotros! Esa es la Misión de la Iglesia, manifestar que Cristo vive en medio de nosotros.
¿Ya lo saben responder?
¡Cristo vive! – ¡en medio de nosotros! ¡Cristo vive! – ¡en medio de nosotros! ¡Cristo vive! – ¡en medio de nosotros! Vamos a pedírselo al Señor que así sea en esta comunidad parroquial y en toda nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla.
+Calos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla