«Si la Palabra de Dios llega a nuestro corazón, vamos a ser instrumentos de paz»
Queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
A todos les saludo con afecto, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi y también a aquellos que nos están siguiendo a través de estos medios digitales, por los que llega a muchos hogares; a todos les deseo que seamos buena tierra para que la semilla dé fruto y un fruto abundante.
Este domingo inicia una serie de parábolas que Jesús va expresando. Hoy tenemos la parábola del sembrador. Ciertamente tenemos que entender qué es una parábola, una parábola es un género literario que tiene una finalidad didáctica, es decir, dejarnos una enseñanza para nuestra vida. También un dicho judío dice que una parábola es como una mecha que sirve para descubrir una piedra preciosa. Es decir, las parábolas son como un cuentito, pero que siempre tienen una enseñanza importante. Y las parábolas son para decirnos cómo estamos invitados a colaborar en el Reino de Dios, construyendo el Reino de Dios.
«El sembrador salió a sembrar», ¿quién es el sembrador? Es Dios, es Jesucristo, los Apóstoles. «Salió a sembrar», y la semilla es la Palabra de Dios. Desde ahorita nosotros tenemos que pensar que somos tierra y preguntarnos qué tipo de tierra somos. En la parábola Jesús va diciendo cómo algunos granos cayeron fuera del camino, otros entre piedras, otros entre espinas, y otros en tierra buena.
Resulta que también Jesús lo decía por algunas circunstancias, porque había muchos judíos que tenían el corazón cerrado, como de cemento, y escuchaban lo que decía Jesús, pero no llegaba al corazón. Había también gente muy sencilla, que se comprometía. Empezó diciendo la parábola cómo Jesús salió de una casa y ahí estaba Él, cerca del mar, cuando llegó mucha gente y se subió a una barca para explicar la parábola.
De tal manera que muchos a lo mejor no entendieron la parábola. Y por eso los apóstoles, ya en casa, le preguntaron: «Señor, ¿qué quisiste decir?» Y Jesús les empieza a explicar la parábola, cómo esa semilla, que es su Palabra, llega, se siembra, pero a veces pasan circunstancias y esa Palabra no da fruto, porque a veces llega el diablo y arrebata esa Palabra; cómo a veces también nos falta constancia, perseverancia, porque hay veces que escuchamos la Palabra y nos animamos, se nos hace muy hermosa la Palabra, pero no somos constantes; o hay veces que también esta Palabra la recibimos con gusto, pero a veces por las preocupaciones de la vida, o algún reto que tenemos, o alguna pena, o alguna circunstancia, se ahoga esta Palabra.
Sin embargo, también la semilla cayó en tierra buena, y unos dieron el 100%, otros el 60, y otros el 30. El mensaje de Jesús es claro: Lo que Él quiere es que demos fruto. ¿Y qué tipo de tierra somos nosotros? A lo mejor somos inconstantes, a lo mejor tenemos algún problemita y ya nos desanimamos, o realmente esta Palabra llega y colaboramos para que tengamos un mundo mejor, el Reino de Dios.
Yo les platicaba cómo en la entrevista que tuvimos con el Papa Francisco él nos decía que teníamos que ser artesanos de la paz. Es decir, si la Palabra de Dios llega a nuestro corazón, vamos a ser instrumentos de paz, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro grupo apostólico, en dónde nos encontremos, no vamos a propiciar la violencia, sino vamos a propiciar la paz que quiere el Señor.
Pues hoy, en esta celebración, le pedimos que seamos tierra buena, porque el señor sigue sembrando, Él no se desanima, nosotros le fallamos, pero Él dice otra vez: «Ahí va la semilla, ahí va la Palabra, mi Palabra», para que demos fruto, y hoy le pedimos al Señor eso: Que seamos tierra buena para que demos fruto y fruto en abundancia. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla