DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

December 31, 1969


DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 


“El Espíritu Santo descenderá sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra”.


Así nos narra el libro de los Hechos de los apóstoles que, con esta convicción y experiencia inició la Iglesia. Es su naturaleza propia, el Evangelio, la Buena Nueva, de que Dios nuestro Padre, es un Padre misericordioso que nos ha creado para que nosotros aprendamos a amar. Esa experiencia hay que darla a los demás, no quedarnos con ella, no esconder ese tesoro, hay que preocuparnos para que llegue a los últimos rincones de la tierra.
Como nosotros no tenemos la capacidad y la posibilidad de ir al Asia, al África, algunos de entre nosotros son llamados —como aquí el padre Moisés que nos acompaña, misionero Comboniano, que estaba en África en nombre de la Iglesia de México, trabajando en aquellos rincones de la tierra— pero nosotros los que aquí trabajamos, aquí es nuestro lugar habitual, y nuestras capacidades son de caminar por las calles de Tlalnepantla y de esta gran ciudad. Nuestros rincones de la tierra se concretan en ser nuestros sectores parroquiales, ir hasta la última casa, esté donde esté para poder anunciarles que Cristo te espera porque te ama, que Cristo no quiere seguir esperando en el templo, espera tu respuesta y que por eso nos ha enviado, para que a través de nosotros sus misioneros puedan responderle en el amor. En este sentido, todos ustedes que saldrán, les agradezco muchísimo su participación y el haber hecho esta experiencia que el libro de los Hechos nos dice que es la fundamental de la vida cristiana: pasar del bautismo del agua al bautismo del Espíritu. ¿Les suena verdad, estas palabras? "Del agua al espíritu" ¿Qué significa "del agua"? Según aquí, el libro de los Hechos de los Apóstoles, es para la reconciliación y el perdón de los pecados, es un primer paso, necesario sí, pero no nos podemos quedar solamente en esta primera fase. Dios nos perdona hayamos hecho lo que hayamos hecho, pero no simplemente nos perdona para que estemos ahí esperando a ver cuando volvemos a caer y le volvamos a pedir perdón; nos perdona para disponernos a recibir el Espíritu Santo y trasformar nuestra vida y hacer una vida llena de alegría y de esperanza, una vida en el Espíritu Santo.
Y eso es lo que nos dice la segunda lectura, cuando el apóstol Pablo nos recuerda que nuestra vocación es para que nos esforcemos en mantenernos unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz, y que además, tenemos que capacitarnos —dice al final San Pablo— para que desempeñemos cada uno, debidamente su tarea, construyendo el cuerpo de Cristo, edificando el Reino de Dios. Dice que unos lo hacen como apóstoles, otros como profetas, otros como evangelizadores, otros como maestros, en fin, cada uno tiene su vocación concreta, y la armonía nos la da esta apertura que nos viene de encontrarnos, de relacionarnos en la intimidad con el Espíritu Santo.
Pasar, por tanto, del agua al Espíritu es ir descubriendo, y haciendo en cada uno de nosotros, una vida nueva, una manera distinta de vivir, en donde quedan superadas, la violencia, la agresión, la falta de respeto a los demás, y empieza a surgir la dignidad, el reconocimiento de que el prójimo es mi hermano, y de que somos una fraternidad con un Padre lleno de amor, el Señor de las misericordias. Esa es su naturaleza, una misericordia que expresa para amarnos.
Finalmente el Evangelio, nuevamente retoma esas palabras, pero ya ahora en voz de Jesús: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura". No tengamos miedo. Todo ser humano es hijo de Dios, por tanto les tenemos que anunciar esa buena nueva. Cuánta gente se siente deprimida, marginada, insignificante ante los demás, no ha descubierto este paso del agua al Espíritu, no ha descubierto a Cristo, la palabra que transforma y que cambia. Y por eso dice Jesús en el mismo Evangelio, que actuaba con ellos confirmaba su predicación con los milagros que hacía. El Señor nos va a acompañar, no vamos en nuestro nombre, nadie va por cuenta propia, todos somos enviados por el Señor que a través de nosotros va actuar en el corazón de quienes nos reciban y la sorpresa es que también va a actuar en nuestro propio corazón, ¿cómo? ¡Vamos a descubrirlo! Hoy vamos a salir y vamos a tener esa experiencia y al volver nos vamos a reunir para contarla aquí, y para ver qué pasó en nuestro corazón.
Bien, preparados así invitamos también a aquellos que no van a ir a tocar puertas, va a haber aquí una hora santa para que pidan por nosotros, para que recen por los misioneros, para que el Señor realmente nos acompañe y actúe a través nuestro.
¡CRISTO VIVE! — ¡EN MEDIO DE NOSOTROS! ¡CRISTO VIVE! — ¡EN MEDIO DE NOSOTROS! ¡CRISTO VIVE! — ¡EN MEDIO DE NOSOTROS!

 

+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla