«Hoy ustedes reciben el encargo de un triple servicio: uno que va encaminado a la Palabra, otro a la Eucaristía y el otro a la caridad»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Les saludo a todos con afecto en esta hermosa mañana aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi, en Tlalnepantla, Estado de México, y también saludo a los que siguen esta transmisión a través de los medios digitales.
Hoy nuestros amigos, los acólitos que acaban de presentar, Edgar, Lalo y Gasca, que es su segundo apellido pero así lo conocen todos, seguramente que están muy contentos.
Así es que hoy ustedes vienen a recibir este Sacramento y le han pedido la bendición a sus papás y los papás con mucho cariño les han dado su bendición para que les vaya bien, para que reciban este don, que no es por sus méritos, sino porque Dios quiso.
Aprovecho para saludar a sus familiares, a sus papás, a sus hermanos, familiares que los acompañan y que seguramente han tenido que ver mucho en la historia de su vocación; ellos oran por ustedes y sienten esa responsabilidad, pero también esa felicidad de entregarlos para el servicio en la Iglesia, para que entreguen su vida al Señor sirviendo con alegría al pueblo de Dios.
Siempre que hay ordenaciones diaconales o sacerdotales uno piensa en esa historia que cada quien tiene, y que es diferente, pero han tenido todo un caminar desde su familia, desde que nacieron y recibieron su Bautismo, los sacramentos de iniciación cristiana, y fueron caminando, pero sintieron en su corazón ese llamado de Dios y lo siguieron, con todas las dudas, las crisis. Después de su familia ha estado el seminario, los formadores, los que los han estado acompañando, que sin duda tienen una importancia muy grande porque los han ayudado en el discernimiento de su vocación a través de esas dimensiones que se tienen en el Seminario, la dimensión espiritual, la dimensión académica, la dimensión comunitaria y la dimensión pastoral.
Ahora que estuvimos los obispos con el Papa Francisco él insistía mucho en la comunidad en el Seminario, cómo es muy importante vivir en comunidad, porque también eso va ayudando a orientar su vocación al servicio del pueblo de Dios. Y ahí estuvieron cuántos sacerdotes acompañándolos, pero también ha habido otros sacerdotes que en sus parroquias los han animado para que den este paso.
Sin duda que también, aparte de estos sacerdotes, encontramos al pueblo de Dios en las distintas parroquias desde donde han salido, que nunca se les olvide de dónde es uno, cuáles son sus raíces, cuál es su origen y cómo uno está llamado a servir. El diaconado, la palabra sobre todo, es ser servidor. En su vida han tenido importancia tanto las religiosas como los laicos, los agentes de pastoral, y por eso hoy queremos darle gracias a Dios después de caminar.
Hoy ustedes reciben el encargo de un triple servicio: uno que va encaminado a la Palabra, otro a la Eucaristía y el otro a la caridad. Muchas veces cuando se habla de diácono se identifica con la Liturgia, pero el diácono es un evangelizador, es alguien que lleva a Cristo, y por eso la Palabra es muy importante. Sin duda que en el Seminario el llevar Sagrada Escritura les ha ayudado mucho para conocer más el proyecto de Dios.
Es importante que ustedes sepan que ahora son mensajeros de la Palabra, pero también son destinatarios, las dos cosas, mensajeros y destinatarios, están invitados a llevar la Palabra de Dios a los demás, pero siempre aplicándose primeramente la Palabra en ustedes, porque son destinatarios de la Palabra de Dios. Que siempre tengan esa familiaridad con la Palabra, porque son servidores de la Palabra.
También ustedes son servidores de la Eucaristía y van a apoyarme a mí como su Obispo, pero también van a apoyar a Sacerdotes en la Eucaristía. Desde que yo llegué a esta diócesis he ordenado a 15 Sacerdotes, y ahora son ustedes tres diáconos, y a mí me ha ayudado que los domingos se vayan rotando y vengan a la celebración que yo presido aquí en la Catedral para que hagan ese servicio, y así yo también los voy conociendo y también ellos me van conociendo; ustedes también harán ese servicio en la Catedral los domingos.
Que la Eucaristía sea el centro de su vida cristiana, que sea el centro de su jornada. Yo creo que cuando se tiene esa mirada en Cristo, en la Eucaristía, después uno es mucho más eficaz, es decir, da mayores frutos.
Además es importante el servicio de la caridad. Ustedes saben que el diaconado tiene su raíz, su origen, precisamente en el servicio –lo que escuchamos en la lectura– a las viudas, a los huérfanos, porque los Apóstoles ya no alcanzaban, ya no les daba tiempo de visitarles, porque las comunidades iban creciendo y por eso eligieron a hombres de buena reputación, a hombres de buena conducta, y les impusieron las manos.
Esta triple diaconía es muy importante: la Palabra, la Eucaristía y la caridad. Aunque a nivel mundial existe toda una cuestión social muy importante, en nuestra Iglesia falta mucho intensificarla, promoverla, pero que ustedes sean también protagonistas de este servicio en la caridad.
Estamos hablando nosotros del quehacer, pero lo más importante es el ser, y el ser es la oración. Es decir, ustedes están llamados a tener esos momentos de intimidad con el Señor. Estaba pensando yo en la Jornada Mundial de la Juventud, que se está llevando a cabo en estos días, cómo el Papa también les insiste a los jóvenes en el encuentro con Cristo, en la oración, y me llama la atención cómo los jóvenes son muy sensibles cuando descubren a este Cristo. Que el activismo que a veces tenemos no los desvíe de este momento tan importante que debe tener uno todos los días, que es la intimidad con el Señor, la oración.
Hoy también tenemos la dicha aquí en nuestra Catedral de tener esta reliquia de primer grado del Santo Cura de Ars, de San Juan María Vianney, que hoy estamos celebrando porque era tan fecundo su apostolado por la intimidad que tenía con el Señor. Sobre todo en el campo de la dirección espiritual y de la Confesión hizo tanto bien a tanta gente aquel que no era muy brillante intelectualmente, pero que tenía una gran amistad con el Señor.
Que ustedes sean hombres de oración, Gasca, Lalo, Edgar, para que den fruto y fruto en abundancia. Que la Virgen de los Remedios, patrona de nuestra Arquidiócesis, los acompañe en su servicio a Dios y al pueblo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla