«La fe siempre debe ir relacionada con la oración»
Muy queridos hermanos y hermanas en Jesucristo Nuestro Señor:
Los saludo a todos ustedes este domingo, a los que han venido a nuestra Catedral de Corpus Christi y también a las personas que están siguiendo esta transmisión con mucha devoción para tener un encuentro con el Señor; todos reciban la bendición de Dios.
Este domingo encontramos una enseñanza muy concreta a través de el Evangelio y es que siempre debe ir relacionada la fe con la oración. Hoy precisamente una mujer extranjera, una cananea, nos da esa enseñanza y por eso Jesús le dice: «Qué grande es tu fe».
Ya desde la primera lectura que escuchamos, del Profeta Isaías, se nos insiste en que la salvación es para todas las personas, no importa la raza, no importa el sexo, no importa la condición social, la invitación de Dios es para todos los pueblos, para que todos los pueblos se salven, para que todos los pueblos crean en Dios.
El Evangelio que se narra de una manera muy sencilla, muy entendible. Jesús va caminando y hay una mujer que se atreve a gritarle porque tenía una necesidad muy grande: «Jesús, hijo de David, ten compasión de mí». Ella no era una judía, era una cananea. Y los discípulos le dicen al Señor que la atendiera para que ya no estuviera molestando, para que se callara, porque seguramente que sus gritos eran muy insistentes.
Y Jesús se detuvo. Tal vez nos descontrole un poquito la actitud de Jesús, pero al final es para darnos una enseñanza, porque en el diálogo que tiene con la mujer la hace menos. La necesidad de esta cananea es que tiene a su hija enferma, está endemoniada. Y entonces lo que le pide a Jesús es que la cure, que saque a ese demonio que está atormentando a su hija.
Jesús no le escucha muy bien, es decir, le dice que cómo va a dar ese pan a los perritos. En ese tiempo era un proverbio que los perritos eran los extranjeros, por eso dice: «¿Cómo le voy a dar a los perritos, si ese pan es para los hijos, y los hijos son los judíos?» Sin embargo, la mujer sigue adelante, no se molesta, no se se va enojada por esta respuesta de Jesús, sino le dice: «Yo creo que tú eres el Hijo de Dios, que tú eres el Mesías», y Jesús por eso dice: «Mujer, qué grande es tu fe».
Encontramos también en otro pasaje del Evangelio, se acuerdan ustedes del centurión, que también le pide a Jesús que sane a su hijo, que no necesita ir a su casa, sino con su palabra que diga que lo va a curar, y por eso le dice Jesús también: «Qué grande es tu fe», y esta es, queridos hermanos y hermanas, la enseñanza.
Primeramente Jesús con todo este pasaje vuelve a ratificar que la salvación es para todos, que si esta mujer era extranjera también para ella va dirigida la salvación, y la pone a prueba, pero esa mujer sale adelante porque es una mujer llena de fe. Pero les decía que la fe va unida a la oración. La oración es diálogo, pero también es pedirle al Señor. Ella tenía fe en que Dios podía hacerle ese milagro y por eso se dirige a Él y le insiste. La oración también, hermanos, es hablar con Dios, pero que nosotros realmente creemos que es el Hijo de Dios, que es el Salvador, que es el que puede hacer milagros.
¿Cuál es nuestra actitud a veces?, ¿qué tanta fe tenemos? «Hombres de poca fe». Recordarán también este pasaje del Evangelio cuando Jesús le dice a Pedro que camine sobre el mar y entonces Pedro empieza a caminar en el mar, pero duda, y en ese momento se empieza a hundir, y Jesús lo toma de la mano y le dice: «Hombre de poca fe, ¿no sabes que si yo te estoy diciendo vas a salir adelante?»
La fe es confiar en Dios, pero también la fe es dirigirnos a Él. ¿Cómo está nuestra fe?, ¿cómo está nuestra oración? Tal vez a veces le pedimos a Dios y después nos desanimamos y ya, desfallecemos.
Pues que hoy esta mujer cananea, que es un testimonio, nos dé ese ánimo de unir estas dos cosas: la fe y la oración, porque tenemos un Dios que nos salva, un Dios que es misericordioso, un Dios que nos acompaña en nuestra vida. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla