«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»
Queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Hoy también se nos invita, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral y a las personas que están siguiendo esta Eucaristía a través de los medios digitales, a que respondamos una pregunta: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?
Este Evangelio lo leemos varias veces durante el año y tiene fácil comprensión, pero siempre podemos encontrar algo nuevo y también es un cuestionamiento para nosotros. Vemos que, después de algún tiempo de convivir Jesús con sus discípulos y que también ya lo conocía mucha gente, hace una encuesta, con eso de que las encuestas están de moda, y entonces le pregunta a los discípulos quién dice la gente que es Él, y está atento para escuchar.
¿Y cuál es la respuesta de los discípulos? Hay respuestas variadas, «algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías o alguno de los profetas». Ciertamente tenía buen rating y lo consideraban como una persona muy influyente, algunos lo rechazaban y otros lo escuchaban; algunos lo seguían por los milagros que hacía, recuerdan ustedes cuando dio de comer a mucha gente, la multiplicación de los panes y los peces, pues mucha gente lo seguía por los prodigios que hacía. Entonces Jesús ya les hace la pregunta directa: «Si la gente dice eso, ¿quién soy yo para ustedes?» Pedro, Simón, guiado seguramente por el Espíritu Santo, dice: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
Ahí fue cuando Jesús le cambia el nombre a Simón. En la Biblia, cuando les cambian el nombre es porque tienen una misión. Y entonces le dice: «Tú eres Kefás, tú eres Pedro, –‘piedra’, ‘roca’– y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», y le da el poder. Por eso siempre que hablamos de Pedro decimos que tiene las llaves de entrada al Reino de los Cielos y las llaves son signo de poder, de importancia. Cuando llega un personaje a algún lado le dan las llaves de la ciudad, o en el mundo indígena, cuándo llega alguien que entre comillas es importante, el Obispo o un gobernante, le dan el bastón de mando para que entre al pueblo.
Jesús le da las llaves del Reino de los Cielos y le dice: «Lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos». Seguramente que Simón, Pedro, no entendió muy bien todo lo que le estaba diciendo Jesús, incluso después lo negó tres veces. Hay una cosa muy importante, los discípulos al principio creían que era alguien que los iba a libertar, como un caudillo, como un político, y no tanto como el Hijo de Dios. Pedro por eso lo dijo guiado por el Espíritu Santo.
Hoy también podemos nosotros reflexionar cómo Jesús quiso fundar su Iglesia sobre la roca de los Apóstoles y ciertamente Pedro es signo de unidad, es signo de comunión, como actualmente es el Papa Francisco. Ha pasado más de 200 Papas en la historia de la Iglesia y siempre el Papa es fundamento de unidad, fundamento de comunión. Por eso la Iglesia es una, pero también es santa, porque fue fundada por Cristo, el tres veces Santo, como decimos en la Misa: “Santo, Santo, Santo es el Señor”. La iglesia santa y pecadora, pero la fundó Jesús, el Santo. Y la Iglesia, aparte de ser una y de ser santa, también es católica, es decir, es universal. Las lecturas que hoy escuchamos en esta Misa son las mismas lecturas que están dándose en Europa o en África o en Asia. La Iglesia es universal y la Iglesia es apostólica, Jesús la funda sobre la roca de los Apóstoles. Por eso también tenemos que pedir en todas las Misas por el Papa Francisco, y él siempre nos está invitando a que recemos por él, para que sea ese fundamento de unidad y de comunión.
Pero ahora viene lo de nosotros: ¿Quién es Jesús para nosotros?, ¿ya respondimos la pregunta? Tal vez podamos dar una respuesta del Catecismo, lo que aprendimos en el Catecismo o cuando decimos el Credo. Pero, ¿realmente sabemos nosotros quién es Cristo?, ¿sabemos algo de su persona, de sus obras, de sus milagros? Y viene la otra pregunta: ¿Qué vivencia tenemos nosotros de Cristo? Porque, podemos conocer a Cristo, pero queda en la periferia de nuestra vida. ¿Realmente Jesús es el camino, es la verdad, es la vida, es la luz que orienta nuestros senderos?, ¿Jesús es el que le da sentido a nuestra vida?
Vemos nosotros cómo nuestro mundo está lleno de ídolos. A mí me llaman la atención esos grandes conciertos en el Foro Sol, donde vienen artistas de Estados Unidos o de otras partes, y me llama la atención cuántos jóvenes van ahí. Y lo que más me llama la atención es que se saben las canciones en inglés y uno está viendo cómo están cantando. Eso son ídolos, y los siguen. Y realmente nosotros sabemos que Cristo no es un ídolo, es el Hijo de Dios, es un modelo para todos nosotros. Para ver a esos ídolos no importa quedarse una noche antes ahí afuera del escenario para entrar primero, ¿y nosotros nos peleamos por tener un encuentro con Cristo? Tenemos que estar rogando para que vayan a un retiro, y un retiro, y un retiro, y este encuentro con Cristo realmente cambia la vida, solamente el amor y la amistad van a descubrir a ese Cristo que quiere cambiar nuestra vida.
Ojalá que hoy nosotros sí le digamos que es el Hijo de Dios, pero que también tiene un significado hondo para nuestra vida. ¿Y esto cómo lo vamos a ir fomentando? A través de la oración. Es muy importante, porque cuando tenemos el contacto con la Palabra de Dios, con la Sagrada Escritura, con los Evangelios, ahí vamos a conocer más a Jesús. Conocemos esas canciones de tantos artistas, pero ¿conocemos los cuatro Evangelios?, ¿conocemos más a fondo a Jesús, sus actitudes? En la oración es como lo vamos a ir descubriendo, también en la participación en la Eucaristía, y vamos a ver el rostro de Jesús en nuestros hermanos.
Que hoy nosotros le digamos a Jesús que quizá nos falta profundizar más en el encuentro con Él, pero ojalá que lo podamos hacer y también lo conozcamos más para amarlo y para anunciarlo a los demás. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla