«Ustedes, que son mis discípulos, deben tomar la cruz de cada día y seguirme»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
A cada uno de ustedes los saludo con afecto de padre y pastor, y también a las personas que nos siguen en la transmisión; que sientan el amor de Dios en sus corazones y sobre todo el deseo de seguirlo, de tomar la cruz de cada día y seguir al Señor.
Apenas el domingo pasado encontramos en el Evangelio a un Pedro, a un Simón, que, al preguntar Jesús: «¿Quién soy yo para ustedes?», Simón le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Y fue cuando Jesús le cambió de nombre y le puso Pedro, ‘piedra’, ‘roca’, «y sobre esta roca edificaré mi Iglesia», la Iglesia a la que pertenecemos nosotros.
Les comentaba hace ocho días cómo aquello que dijo Simón Pedro fue inspirado por Dios, por el Espíritu Santo, no fue que él estuviera convencido, sino fue algo que salió de dentro. Y hoy vemos todo lo contrario en la actitud de Simón Pedro cuando Jesús le dice a sus discípulos que tiene que subir a Jerusalén y que ahí lo van a matar los ancianos, los sumo sacerdotes, los poderosos, lo iban a matar en la cruz y el Padre lo iba a resucitar.
Vemos que inmediatamente Simón Pedro se lo lleva aparte a Jesús, a solas, y le dice: «No te puede pasar a ti esto», trataba de disuadirlo, y Jesús le dijo: «Apártate de mí, Satanás, porque no piensas como Dios». Y vemos nosotros que este pasaje del Evangelio al que me estoy refiriendo es la primera parte, cuando Jesús les dice a sus discípulos lo que le va a suceder, pero la segunda parte del Evangelio ya es un mandato: «Ustedes, que son mis discípulos, deben tomar la cruz de cada día y seguirme».
¿Qué sucedía con los discípulos de Jesús? Ellos todavía tenían una idea triunfalista. Pasaron de ser pescadores a andar con Jesús, que hizo muchos milagros, que hablaba de una manera convincente, con autoridad, que muchos rechazaban a Jesús, pero también muchos lo seguían, y seguramente que ellos también sintieron fama, se sentían impactados por Jesús, pero creían en un Jesús triunfalista, en un Jesús que –lo hemos comentado varias veces– iba a derrotar a los romanos, porque Israel era una colonia, que incluso los impuestos se iban a Roma, tenían que pagar tributos, y pensaron que Jesús era un libertador, un político. Y Jesús les dice que por ahí no va la cosa, «Yo tengo que dar la vida por los demás, morir en la cruz».
Qué cambio les dio; ellos lo fueron asimilando poco a poco. Nosotros somos cristianos, seguidores de Jesús, y también debemos tomar la cruz de cada día. ¿Qué significa tomar la cruz? No somos masoquistas, de llevar la cruz por llevar una cruz, no, sino la cruz significa entrega, significa servicio, significa amor, «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» y Jesús dio la vida por ti y por mí, por todos nosotros.
Por eso la cruz es un signo de servicio, de entrega, de fraternidad, de amor, pero dice Jesús: «La cruz después lleva a la Resurrección». A veces nosotros quisiéramos que nuestro cristianismo fuera muy fácil, que todo fuera miel sobre hojuelas, color de rosa, como decimos, no, nosotros al conocer a Jesús nos vamos enamorando de Él y lo seguimos, pero tenemos que tomar esa cruz, tener los mismos criterios que tuvo Jesús. Tal vez Simón Pedro pudo haber convencido a Jesús y hubiera dicho: “Bueno, me voy por otro camino, puedo yo hacer milagros”, pero Él siguió la voluntad del Padre, por eso lo vemos en oración, porque siempre estaba atento a la voluntad del Padre.
Ustedes que vienen de distintos movimientos, y cada movimiento tiene su carisma, siempre es para servir a los demás, para evangelizar a los demás, a los matrimonios, a las familias, a las madres solteras, a los enfermos, cada quien va teniendo un carisma. Al nombrar estos 20 movimientos vemos las riquezas de nuestra Iglesia particular de Tlalnepantla. Pues que no nos desviemos del camino de la cruz, que es servicio, no es poder, que es entrega, que es amor.
¿No les ha pasado que a veces ustedes en algún momento como que quieren ya correrle y decir: “Ahí muere”, “ya”, “tirar la toalla”, como se dice? Pues así le pasó también a Jeremías en la primera lectura, le iba como en feria al pobre Jeremías, porque hablaba de los proyectos de Dios y la gente a veces no quería escuchar esos proyectos, y por eso él manifestaba que se sentía a veces triste. Pero sentía algo en su corazón, el corazón ardía y seguía adelante. Lo mismo le pasaba a Pablo en la segunda lectura, le pasó muchas veces, pero él siguió los caminos del Señor.
Por eso hoy nosotros tomemos la cruz. La cruz no es signo de muerte, es de muerte en un sentido para dar vida; la muerte nos lleva a la vida; morir para vivir. Ese es el reto de todos nosotros: ser seguidores del Señor y tener los mismos criterios que Él, pensar como Jesús, pero para esto necesitamos también estar cerca de Él, conocerlo más a través de la oración, de la Sagrada Escritura, para poder servir mejor a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que más lo necesitan. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla