XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“El que vive según Cristo es una creatura nueva”


San Pablo, en este trozo de la carta a los Corintios, nos explica que en verdad nuestra naturaleza frágil humana, nos hace tender al fracaso, nos hace tender a la equivocación al caer en la tentación. Nuestra naturaleza es una especie, que aunque tiene toda la libertad y la voluntad, aunque tiene la capacidad de conocimiento, sin embargo, sigue siendo frágil, no es consistente. Por eso ha hablado él, un poco antes de este texto, de que somos como unas vasijas de barro. Ahora lo que nos quiere decir, es que estas vasijas de barro, que somos cada uno de nosotros, pueden contener algo muy valioso, pueden contener la presencia de Cristo; por eso habla él: el que vive según Cristo, el que vive teniendo a Cristo por modelo, como camino, ¿qué es lo que sucede?, este que sigue a Jesús, se transforma en una creatura nueva. No es que su barro termine, no es que su fragilidad se acabe, sino que dentro de él se desarrolla un dinamismo del Espíritu que lo va a fortalecer, dándole la capacidad de ser un hombre nuevo. Ese es el desarrollo espiritual del discípulo de Cristo.
En la escena del Evangelio vemos que esto es un proceso, vemos que no es como ir a comprar a la farmacia o al supermercado un producto —lo pagamos y ya lo hacemos nuestro—. Es un proceso que va gradualmente creciendo, desarrollándose poco a poco, pero que realmente se transforma nuestro ser. Este camino cristiano, tiene dos elementos —al menos los que nos da hoy el Evangelio— que revisar. Cuando los discípulos se encuentran en medio del lago de Genesaret, con una gran tormenta que parece que va a inundarse de agua la barca y se van a ir al fondo del lago, les entra el temor, el miedo natural. Nos dice el texto del Evangelio que era ya de noche, todo oscuro; sabiéndose en medio del mar, sabiéndose en medio de una gran tormenta, viene el temor, viene el miedo, y eso es lo que contrasta con la figura de Cristo que está tranquilamente dormido en la misma barca. ¿Por qué esta diferencia de un hombre que puede dormir y de otros que están aterrorizados por lo que está sucediendo? Los discípulos van donde está el Maestro, lo despiertan transmitiéndole ese terror que sienten diciéndole: Maestro despierta, ¿qué no ves que nos hundimos? Y Jesús se levanta y ordena al mar y la tormenta: ¡Cállate!, y cesó la tormenta y vino una gran calma.
El temor de los discípulos creció todavía más que el que sentían cuando la tormenta estaba en su pleno vigor; creció más que las borrascas cuando sentían que el agua inundaba la barca. Ahora era otro temor: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”. Un temor interior, un temor de decir: aquí hay alguien que es más poderoso y una persona que no desciframos quién es.
Este es el proceso que hoy el Evangelio nos presenta, y Jesús les ha dado ya dos elementos que ahora nos sirven, a nosotros, para ver en qué momento estamos en nuestro proceso. Si todavía estamos con una gran reverencia y temor por la persona de Jesús, o si ya comenzamos a caminar en la fe, en la confianza plena en la persona de Jesús. El discípulo de Cristo es como todo alumno, un aprendiz, y sabemos que quien aprende algo le cuesta trabajo al inicio, va tomando poco a poco capacitación y al final se vuelve también un maestro, cuando ya ha asumido lo aprendido.
El Evangelio de hoy, retomando estos dos elementos que Jesús les dice a sus discípulos: “¿Por qué tenían tanto miedo?””. Primera pregunta ¿Cuáles son nuestros miedos? ¿Nuestros miedos son todavía a lo que nos pasa en nuestros contextos de vida?
La segunda pregunta es: “¿Aún no tiene fe?”. Es decir, ante esos contextos de vida que nos atemorizan, nos sentimos solos como estos discípulos que no saben qué hacer ante el peligro de hundirse en la barca y de morir ahogados, ¿así también nos sentimos nosotros? ¿Estamos con ese miedo de ser atrapados por los condicionamientos de nuestro contexto de vida? ¿O vamos ya avanzando, tenemos fe, creemos que hay alguien que no nos deja solos, que está siempre acompañándonos, que está en medio de nosotros? Esa pregunta nos ayudará a descubrir en qué etapa de nuestro discipulado nos encontramos. Si es incipiente, si ya vamos avanzando o si ya nos podemos volver incluso maestros para otros que puedan también aprender a descubrir la identidad de Jesús, la relación con Jesús, la confianza plena en Jesucristo.
¿Cuándo descubrimos que estamos ya en el final de este proceso de nuestra vida? Cuando podemos afirmar lo que nos dice san Pablo: “Nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo”. El discípulo de Cristo que se vuelve maestro, es aquel que ya ha experimentado que su espíritu es lo importante en la vida, que su fortaleza interior y su relación con Cristo es su ganancia, es su beneficio; y que entonces puede acompañar y conducir a otros para que descubran también cómo Cristo nos transforma desde dentro. Nuestras circunstancias de vida seguramente no van a cambiar, lo que va a cambiar es nuestro interior, lo que va a crecer es nuestra capacidad de afronta las adversidades sin miedos y con la certeza de salir adelante.
Que el Señor nos ayude a descubrir nuestro momento en nuestro proceso de discipulado, de seguimiento de Cristo, dónde estamos. Y con confianza sigamos con esta grande esperanza de ser creaturas nuevas, porque Cristo no solamente nos perdona, nos compadece, no solamente está pendiente de nosotros y nos ama, sino recordémoslo bien: Cristo nos transforma en una creatura nueva. Que así sea.

+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla