«Estamos invitados a ser congruentes entre el proyecto de Dios y nuestra vida»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo nuestro Señor:
Les saluda a todos con mucha alegría, les saludo como padre y pastor, a todos los que están aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi, sede de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, y también quiero saludar a todos los que están siguiendo esta celebración, en el ámbito de nuestra Arquidiócesis y también en México y en el extranjero; que realmente sintamos la paz que da el Señor en nuestras vidas.
En este Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, que ya estamos terminando este Tiempo Ordinario para iniciar en algunos domingos el tiempo de Adviento, hoy el Evangelio nos habla de que estamos invitados a ser congruentes entre el proyecto de Dios y nuestra vida, la congruencia entre el ser y el hacer, entre lo que decimos y lo que hacemos.
Por eso hoy el Señor se dirige a la muchedumbre, y también a sus discípulos, y les dice cómo los fariseos, los sumos sacerdotes, los escribas, dicen una cosa y hacen otra, por eso les dice: «Hagan lo que ellos les dicen, pero no imiten sus obras». Es cierto que estas personas religiosas conocían muy bien la ley y podían explicar muy bien la doctrina, conocían muy bien el Antiguo Testamento, el Pentateuco, los primeros libros de la Biblia, pero lo que decían no lo hacían.
La primera lectura de hoy es una crítica contra los sacerdotes del Antiguo Testamento, que dice que no ayudan a cumplir la alianza con Dios, más bien se estorba. Y de alguna manera el mensaje es para todos, especialmente para los guías, para los obispos, sacerdotes, pero también para los padres de familia, para los que están en algún grupo apostólico, que también son guías. Nosotros también podemos explicar el Evangelio, podemos explicar el Catecismo de la Iglesia Católica, podemos explicar muchas cosas, pero lo más importante es la congruencia, el poder cumplir lo que decimos.
Regresando al Evangelio, nos dice cómo a los escribas y fariseos les gustaba saludar en la plaza, les gustaba ocupar los primeros lugares. Y les dice Jesús que eso no es correcto: «El que quiera ser el más importante debe ser el servidor de todos». Lo que nos debe caracterizar a los cristianos es el servicio. Jesús va en contra de la doblez, pero también de la ostentación, y por eso nos invita a promover la sencillez, la humildad, el servicio, el poder ver las necesidades de los demás.
Ahorita es algo muy fresco que traemos la situación difícil por el huracán que ha azotado al Estado de Guerrero, a Acapulco, y cómo invité a las 203 parroquias de nuestra Arquidiócesis a que fueran centros de acopio, para que podamos nosotros también, eso que nos dice el Evangelio de «dar de beber al sediento, de vestir al desnudo, de dar de comer al que tiene hambre», lo podamos hacer algo concreto.
Uno de los problemas más fuertes en nuestro cristianismo, ya nos decía el Papa Pablo VI, es el drama del divorcio entre la fe y la vida, por un lado a veces va la fe y por otro va la vida, y lo que se necesita es la congruencia. El cristiano es aquel que tiene que buscar concretizar el mandamiento del amor, el mandamiento de ver a aquel que lo necesita.
Por eso yo creo que hoy este Evangelio nos viene a todos para pensar en cómo estamos viviendo nuestra fe, porque la fe debe llevar a obras y las obras deben ser palpables, deben ser concretas. Jesús les dice a los a los fariseos que realmente lo que hagan lo hagan de corazón, lo hagan con espíritu, porque realmente el proyecto de Dios muchas veces es distinto a lo que nosotros pensamos, «los pensamientos de Dios son distintos a los pensamientos humanos», la lógica del Evangelio es muy distinta a la lógica humana.
Hoy estamos todos invitados a pensar cómo estamos viviendo nuestra fe, cómo estamos viviendo nuestro cristianismo, si estamos realmente volcados en ver las necesidades de los demás, de aquellos que sufren, de los migrantes, de los que no tienen trabajo, de las viudas, de los huérfanos, ¿qué tanto estamos viviendo nosotros el Evangelio, o realmente nos parecemos a los escribas y fariseos, que hacemos las cosas para que nos vean y no las hacemos de corazón?
Pues que hoy el Señor nos dé su Espíritu Santo para ir construyendo este mundo, este mundo que Él quiere, para que se vaya construyendo día a día el Reino de Dios y que ustedes, nosotros que conocemos a Dios, que sentimos su amor, también lo podamos transmitir a los demás. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla