ORDENACIÓN DIACONAL EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES

December 31, 1969


ORDENACIÓN DIACONAL EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES

 

“¿Entiendes lo que estás leyendo?”

De esta manera, con esta pregunta que hace Felipe el apóstol, uno de los doce, a este caminante que se encuentra y que entran en diálogo, a partir de lo que iba leyendo el etíope, un oficial interesado en descubrir el sentido del texto del profeta Isaías que decía: “Como oveja fue llevado a la muerte; como cordero que no se queja frente al que lo trasquila, así él no abrió la boca”. Este texto del profeta Isaías no sólo era difícil de interpretar para un hombre que no pertenecía al pueblo de Israel, era también difícil para los mismos miembros de Israel, para los que asistían habitualmente a las sinagogas. Es más, los rabinos, los escrituristas de la época, no tenían una interpretación adecuada, no sabían dar una explicación que fuera conveniente y precisa, por ello evitaban estos textos en la lectura habitual que se realizaba los sábados en la sinagoga.


Los cuatro canticos del Siervo de YHWH eran, pues, tenidos como algo misterioso que no se sabía a quién se refería ni de qué manera se viviría en algún momento. Sólo a la luz de la persona de Jesucristo, sólo habiendo visto que él era el Cordero que con plena serenidad y aceptación caminó hacia la muerte injusta con esa sentencia de ser crucificado, se entendió a la luz de la Resurrección lo que estos textos significaban. “¿Entiendes lo que estás leyendo?”. Muy bien contestó el etíope: “Cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica”.


El auxilio para entender las Sagradas Escrituras es pues indispensable, y este es uno de los aspectos fundamentales de quien accede a este primer grado del Sacerdocio Ministerial, la diaconía de la Palabra. Por ello los años, Juan Carlos, en el seminario, fundamentalmente han sido conocer a Cristo y conocerlo desde la Palabra de Dios. Para poder explicar y ayudarle a nuestra comunidad cristiana a descubrir la fortaleza, la sabiduría y, sobre todo, el camino para nosotros, discípulos de Cristo. Hoy también la lectura en esta fiesta de San Pedro y San Pablo, nos presentan en otro texto del Evangelio, en el cual Jesús le dice a Pedro una vez que ha confesado la fe de su doble naturaleza —“Tú eres el Mesías…, pero además, eres el hijo de Dios”. Tú eres el Mesías esperado, el hombre elegido, nacido de una mujer; pero tú eres también el Hijo de Dios— sobre ésta roca edificaré mi Iglesia.


Podemos pensar que Jesús se dirige de una manera exclusiva a la persona de Pedro, pero no es así. El mismo apóstol en la primera carta que escribe lo dice claramente: “Todo aquel que ha sido bautizado en el nombre de Cristo, forma parte de este Templo vivo, es una piedra viva que orgánicamente entra a formar parte del pueblo de Dios”. Entonces, también nosotros estamos llamados a identificar a Cristo en su verdadera identidad de Hijo del Hombre, Hijo de María, Encarnado, hecho hombre tal, con la condición de cada uno de nosotros; pero ese hombre encarnado era también el Hijo de Dios, sobre esta roca de la confesión de nuestra fe se construye la Iglesia, se construye esta Iglesia capaz de anunciar el Reino de Dios, el estilo de vida que Dios ha proyectado para la humanidad, el estilo fraterno, generoso, solidario, en una búsqueda de la justicia y de la paz, para poder así obtener también la salvación en la eternidad.


Esto es, pues, el otro aspecto que también corresponde a un Diácono, además de la diaconía de la Palabra, es la diaconía del servicio en el Bautismo, como lo hace Felipe en esta lectura de la administración de ese Sacramento que incorpora a la Iglesia, alimentándola con la Palabra y también conduciéndola, para que también orgánicamente, esta piedra viva entre a formar parte del pueblo de Dios, y pueda así descubrir su propia vocación y servicio en la Iglesia. Cada uno de los discípulos de Cristo, cada uno de los bautizados en la Iglesia tenemos una vocación y hay que ayudar para que la descubramos y la pongamos en práctica de manera en donde se exprese la caridad, el amor.


Por eso san Pablo se siente tan contento, y lo dice con toda claridad en la segunda lectura, ha corrido y ha llegado a la meta, ha hecho una buena carrera. Él siente haber cumplido estas cosas plenamente al ir recorriendo las comunidades como buen misionero: alimentándolas con la palabra de Dios, organizándolas en su interior, fortaleciéndolos para ser solidarios —las comunidades entre sí— y por ello dice: he concluido esta etapa, pero estoy dispuesto —aunque él sentía ya cercana la muerte— a seguir entregándome, porque tiene ese sentido hasta el final... Las etapas en la vida, es fundamental distinguirlas, para en ellas descubrir la manera ya más precisa de servir al Señor en esa etapa. Tú, hoy terminas una etapa del seminario, la Configuración del Buen Pastor, precedida de otras etapas de tu formación, pero inicias otra etapa, la más hermosa: la de servir en la Iglesia.


Te has constituido, a partir de este día, de esta ordenación, un ministro de nuestra Iglesia particular de Tlalnepantla. Entras a formar parte, —eso es lo que jurídicamente la Iglesia te dice— quedas incardinado a la jerarquía de esta Iglesia particular para servirla. Que el Señor te dé hoy la alegría de iniciar esta nueva etapa de tu vida, entregándote generosamente, plenamente, auxiliando a nuestro pueblo que se está organizando en pequeñas comunidades parroquiales, que se está interesando por leer su vida a la luz de la Palabra de Dios, para poder como este etíope, llegar a la plenitud de su vida bautismal. Que el Señor te dé toda la fortaleza para que seas generoso como Pablo, como Pedro, como Felipe. Que así sea.

 

+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla