HOMILÍA DEL III DOMINGO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILÍA DEL III DOMINGO ORDINARIO

 

El Señor es mi luz y mi salvación. Así respondimos a la primera lectura; y nos preparamos para seguir escuchando la Palabra de Dios en la segunda lectura y en el Evangelio. Bien sabemos la importancia de la luz sería terrible vivir a oscuras todo el tiempo. La luz es la que nos permite distinguir las personas, los espacios, distinguir los obstáculos para caminar, distinguir cada una de nuestras acciones, dónde vamos, hacia donde nos encaminamos, en fin; la vida sin la luz no podría llevarse a cabo. Es metafórica, la luz también, simbólica, para el camino de la fe, para el camino del espíritu. Y es en este sentido que lo proclamamos. El Señor no es el astro rey… el sol. Él lo creó, es más que ese sol. El Señor es nuestra luz y nuestra salvación. Hoy en la Palabra de Dios encontramos algunos de estos elementos en donde podemos descubrir que brilla esta luz. Primero, podemos ver esta relación existente entre la primera lectura del profeta Isaías, y el Evangelio. Es un texto que se concreta en la vida de Jesús. El profeta Isaías anunció que el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Y luego el evangelista san Mateo nos dice que se cumplió lo que se había anunciado por el profeta Isaías: El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Y a continuación presenta a Jesucristo que comienza a predicar, anunciando que está cerca el Reino de Dios. Más adelante nos lo presenta llamando a sus primeros discípulos: a Pedro y Andrés; a Santiago y a Juan; y termina el texto del Evangelio de hoy, diciéndonos que andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino de Dios; y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia. La luz entonces la podemos descubrir en la participación, en el llamado, en la vocación. Hay luz cuando descubrimos para qué es nuestra vida; y en eso Jesús nos ayuda a hacerlo. ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Por qué me la ha regalado Dios? ¿A qué me ha llamado? Es un primer elemento.

Segundo, Él mismo recorre Galilea, es decir, nuestra vida no es para estar aislados. Nuestra vida es para ponernos en relación con los demás. ¿Qué tipo de relación es la que puede producir luz, salvación? Dice el texto tres verbos: enseñando, proclamando y curando. Enseñando, es decir, tenemos que transmitir lo que vamos aprendiendo. No podemos quedarnos como si fuera un tesoro a guardar. Todo aprendizaje es para participarlo, para compartirlo. Sea en el ejercicio de ese aprendizaje, sea para ofrecer los servicios que produce esa actividad… enseñando. Segundo, proclamando la Buena Nueva. Nosotros en la medida que experimentemos que siguiendo a Jesucristo que conociendo su doctrina la tenemos que transmitir, no puede quedar reducida a nuestro interior. Y tercero, curando a la gente de toda enfermedad y dolencia. No significa necesariamente el cuidado de la salud por un médico, sino hay muchas otras heridas que son más importantes que las físicas y son las del espíritu. Y las heridas del espíritu son las que amargan a las personas, las heridas del espíritu son las que las hacen infelices, porque las físicas causan dolor, pero las del espíritu arruinan el alma, arruinan a la persona; y es aquí donde podemos experimentar con mayor fuerza cómo Jesús cura las heridas del espíritu. Para ello, no ha dejado a sus discípulos, a la Iglesia. Para ello, nos ha dejado a todos nosotros, discípulos suyos. Hemos recibido el bautismo, la confirmación, venimos a Misa, escuchamos su Palabra… somos discípulos misioneros, transmisores no solamente de la doctrina, sino también de la experiencia de la vida cristiana. Esa es nuestra misión, a eso estamos llamados. A ser también transmisores de la luz y de la salvación que Jesús nos ofrece. Sobre todo, en situaciones de tiniebla. Eso es lo que nos dice en la segunda lectura el apóstol san pablo: cuidemos mucho la comunión, la unidad. Evitemos y superemos cualquier surgimiento de división. La división es del diablo. La unidad y la comunión provienen del Espíritu Santo. Si tenemos divisiones, si tenemos separaciones es fruto del mal. Nosotros, a la luz de Cristo, tenemos que descubrir cómo superar esos habituales surgimientos de división y de discordia. Estas enseñanzas son las que hoy nos dan la palabra de Dios para entender por qué… el Señor es mi luz y mi salvación. A quién voy atenerlo miedo, el Señor es la defensa de mi vida. Quién podrá hacerme temblar. Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia. Que así sea.