“¿Por qué tus discípulos no ayunan?”
Esta es la pregunta que le hacen a Jesús los discípulos de Juan. Para poder entender el sentido de esta pregunta, podemos actualizarla de esta manera: es como si hoy alguien que se enorgullece y está satisfecho de ser discípulo de Jesús, le preguntaran: ¿y tú por qué no vienes a Misa el domingo y comulgas? El ayuno en la época de Jesús era la expresión más alta, la más fuerte, la más indicativa de que era un buen israelita, de que practicaba su fe, de que tenía la convicción y por eso hacía dos veces a la semana el ayuno. Así hacían los discípulos de Juan y así hacían los escribas y fariseos, los que expresaban mejor su seguimiento a Dios. Por eso la pregunta tiene su importancia. Para poder ver la respuesta en su profundidad, la respuesta que hace Jesús: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo mientras él está con ellos?” Con esto Jesús marca una novedad e indica un criterio para todo lo que significan las prácticas ascéticas de la espiritualidad. El ascetismo, es decir las renuncias propias, no aquellas que vienen por la consecuencia de nuestra vida y de nuestras relaciones humanas, que esa es la propia cruz que hay que asumir como dice Jesús, sino las prácticas ascéticas esas que significan para el dominio del cuerpo, para la expresión de un sacrificio personal que ofrecerlo a Dios. Hoy día por ejemplo, en nuestro medio religioso, por poner un ejemplo, cuando una persona va de rodillas y entra así a la Basílica de Guadalupe, es una práctica ascética. Lo vemos con reverencia, pero el criterio que deja Jesús es que esas prácticas ascéticas tiene sentido cuando hemos perdido la brújula, cuando no está el Esposo presente en nuestra vida, es cuando nosotros tenemos entonces la necesidad de estas prácticas, de lo contrario cuando estamos con el Esposo, no se ayuna.
La Eucaristía es la presencia del Esposo. Si nosotros estamos con él, entonces, viene este vino nuevo. Y entendemos este ejemplo que pone Jesús para mayor explicación de su respuesta. Él va a traer un nuevo odre, tela nueva en la espiritualidad cristiana; odres nuevos para vino nuevo, tela nueva para vestido nuevo. Esto indica que la espiritualidad a partir de Jesús, se ha renovado, se ha reformado. No es esa espiritualidad propia de la religiosidad natural, de lo que el hombre piensa con lo que puede agradar a Dios, sino como ustedes ya lo han estudiado a lo largo de estos dos años. La espiritualidad del discípulo de Cristo es saber: ¿cuál es la voluntad de Dios nuestro Padre? para mí en lo personal, y para nosotros como comunidad eclesial. Ese es el centro de nuestra espiritualidad, descubrir lo que Dios quiere y para lo que Dios me ha dado esta vida. Esto es el odre nuevo.
Pero también podemos aplicarlo a lo que el Papa Francisco nos está pidiendo, una reforma espiritual en la vida de la Iglesia. Él quiere que recuperemos el gozo, la alegría de ser discípulos de Cristo para transmitir la misericordia de Dios Padre. Este mundo está necesitado de manifestarles esta misericordia, este amor de Dios nuestro Padre —dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium— y eso es lo que nosotros estamos aprendiendo, necesitamos entrar en lo más sustancial: el sentido de nuestra fe.
Ustedes en estos años de estudio han entrado en un odre nuevo; el CEDIFT, es un nuevo odre que hemos diseñado para el trabajo de la formación de los discípulos de Cristo en nuestra Iglesia particular de Tlalnepantla. Antes estaba el SEDEC, era el odre anterior. ¿Por qué lo hemos cambiado? Porque el SEDEC estaba orientado a la formación de las catequistas, cosa buena, y nos seguimos preocupando por ello; pero el CEDIFIT, es un odre que trata de ampliar su horizonte. Si bien es importante mantener la formación de los catequistas, ahora se vuelve indispensable formar a todo fiel cristiano en esta conciencia de su vocación y misión de discípulos de Cristo. El CEDIFT, entonces, ve esta formación básica, a la que hoy le damos gracias a Dios de que ustedes hayan terminado, a los que llevan ya estos dos años, para luego descubrir qué quiere Dios de ustedes, si es que tienen esta inquietud de servirle en uno de los espacios, de las estructuras eclesiales sea en la Liturgia, sea en la Pastoral Social, sea en la Pastoral Bíblica, en la Pastoral de la Comunicación, en la Pastoral de las Vocaciones, y ahora dependiendo de ese discernimiento que harán ustedes, podrán seguir en esa especialidad o ese prepararse para un determinado servicio dentro de la vida de la Iglesia.
Otros se están ya preparando para algo que consideramos también indispensable en el hoy de nuestra Iglesia particular, en aprender a llevar la conducción de una lectio divina, para que compartamos en las pequeñas comunidades la Palabra de Dios, he iluminemos con ella nuestras vidas. Ese es el sentido de esos talleres que algunos han participado y que los seguiremos manteniendo para formarlos en la conducción de las pequeñas comunidades parroquiales. Estos son los odres nuevos, para que haya vino nuevo, para que podamos responder a esta reforma de la Iglesia que quiere el Papa Francisco, no por deseo personal, sino porque lo necesitamos como Iglesia en medio de esta sociedad en que vivimos. Esta es la tela nueva por lo cual nos alegramos del paso que han dado todos ustedes, de ese crecimiento en su propia fe, de ese aprendizaje de la espiritualidad cristiana.
Hoy escuchábamos que en el libro del Génesis se nos transmite cómo adquirió Jacob de su padre Isaac, la bendición para su futuro. Quiero —independientemente de la trama que hay detrás de esta lectura y de los pasajes de estos patriarcas— subrayar la importancia que le daban a la transmisión para continuar en la vida de los hijos, el proyecto de Dios, por eso era tan importante ser bendecidos por el Padre. Hoy también necesitamos recuperar esta transmisión de la fe, no podemos quedarnos contentos habiendo, nosotros, recibido el privilegio de conocer nuestra fe, de experimentarla y de vivirla, necesitamos transmitirla por ello la Misión, por ello esa conciencia de que el futuro también está en nuestras manos si cumplimos nuestro presente.
Agradezcámosle pues a Dios de que nuestra Iglesia particular de Tlalnepantla, hayamos obtenido este fruto de todos ustedes aquí presentes, acompañados de varios de sus sacerdotes que han estado pendientes de esta formación de nuestros centros del CEDIFIT, démosle gracias a Dios y pidámosle que sepamos ser el vino nuevo, ese aroma nuevo que necesita nuestra sociedad, ese gusto por la vida, regalo de Dios, ese sentido de crecer en medio de nuestras dificultades, de saber que contamos con una brújula segura que sabemos que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla