“No se asusten ni se aflijan, por haberme vendido”
Son las palabras con las que responde José a sus hermanos que lo vendieron siendo un adolescente, un niño, a unos mercaderes de Egipto que lo llevaron allá, que le dijeron a su padre que una fiera se lo había comido. Estos hermanos que habían sido solidarios para el mal, —para dañar a uno de sus hermanos, porque lo envidiaban, por el amor que le tenía su padre a él— ahora se encuentran con que su hermano, en el mismo Egipto se ha convertido en el Virrey, en el segundo después del Faraón y que de él depende poder obtener alimentos en un momento de gran carestía, de hambre en toda la región. Cual va siendo su sorpresa, que ese Virrey del que dependía la posibilidad de comprar algo para alimentarse, era su hermano José.
Esta hermosa historia que nos narra el libro del Génesis, en el ciclo del patriarca Jacob, es una historia que tiene una enseñanza profunda. Así como la envidia nos hace colaborar con los demás para un mal, ahora dice José “Reconozcan que Dios me mandó a Egipto antes que a ustedes para salvarles la vida”. José ha leído así su historia, no tiene rencor contra sus hermanos, le ha dolido lo que le han hecho, pero, lo que le alegra es saber que su hermano menor está vivo, que su padre también se encuentra todavía con vida y entonces utiliza un recurso que a lo largo de lo que nos narra el libro del Génesis, en estos capítulos: 44, 45, utiliza esa presencia suya como Virrey de Egipto para buscar que sus hermanos se solidaricen, ahora, pero para el bien, por eso no les revela su identidad y los hace aparentemente sufrir: “No les voy a dar alimento sino me traen a su hermano menor y tienen que volver, y tienen que venir”. Cuando acaban de buscar la salida hacia su patria les hace poner ahí dinero y una copa importante en la cultura de Egipto, para señalarlos como ladrones y poderlos volver a arrestar y dejarlos en prisión.
No es la intención de José lo que aparentemente parece, no es dañar a sus hermanos, sino lo que realmente va a conseguir, es la solidaridad en torno ahora al hermano menor, a Benjamín, porque José les pide que se queden con él y ellos dicen: “Nos quedaremos todos, no nos podemos ir, sin nuestro hermano”. Aquellos que se quedaron sin su hermano José, que lo vendieron impunemente para quitarlo de en medio, ahora se han vuelto solidarios para defender al hijo menor y para defender a su propio padre y eso es lo que José ya no aguanta de la alegría, no solamente de recuperar a sus hermanos y a su padre, sino de haber logrado la transformación interior de sus hermanos. Por ello les dice: “No se asunten no tengan miedo no los voy a castigar, tengo el poder para hacerlo pero mi alegría es mayor viéndolos como mis hermanos, no se asusten ni se aflijan por haberme vendido, porque Dios me mandó a Egipto antes que a ustedes, para salvarles la vida”. Leyó su desgracia de la mano providente de Dios. Esto nos enseña a nosotros también, que tantas situaciones dramáticas, difíciles, prácticas, incluso, se pueden convertir, dependiendo de nuestra actitud, en situaciones de providencia y situaciones de grandes satisfacciones al bien. Dios me mandó antes que ustedes, ¬Dios proveyó que yo viniera para que ustedes no murieran de hambre, José es un magnifico reflejo, imagen de lo que va a ser Jesús, que también, sin rencor, sin venganzas, va a dar su vida hasta la muerte y muerte de cruz por enseñarnos el camino de la solidaridad fraterna y del amor.
Por eso Jesús, ahora bien, en el Evangelio nos dice, que quiere que también nosotros anunciemos este gozo del Reino de los Cielos, esta buena noticia de que Dios transforma aun las situaciones más trágicas y dramáticas de nuestra historia personal, familiar y comunitaria. Tenemos que dar testimonio de que el Reino de los Cielos está ya en medio de nosotros, por eso nos envía en misión, por eso nos dice: eso es lo que tienen que anunciar, en eso pongan toda su confianza, no en un morral, no en dinero, no en un bastón, no en sus zapatos o sandalias, sino, en la Buena Nueva que llega. Y a quienes los escuchen denles el deseo de la paz ¿Por qué?, porque quien acepta esta Buena Noticia, de que Dios nos acompaña, en automático, inmediatamente, nos trae la paz en nuestros corazones, sabernos acompañados del Dios que nos creó, del Dios que nos espera, del Dios que nos ama, esa es la mayor paz que puede conseguir el ser humano.
También nosotros sepamos transmitir esta Buena Nueva, como buenos discípulos misioneros de Cristo a tantos otros hermanos que se encuentran en situaciones semejantes de dolor o de drama, llevémosle la Buena Noticia, Dios vive en medio de nosotros, Cristo está con nosotros, nos acompaña, porque nos ama. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla