“Es la Pascua, es decir, el paso del Señor”
Hemos leído en la primera lectura del libro del Éxodo, esta escena en donde el pueblo recibe las indicaciones precisas de la cena pascual y también de la preparación hacia la salida de Egipto. Esta consideración de la Pascua como nos dice el texto “que es el paso del Señor”, es fundamental en la religión Judía, es el centro de la comunidad Judía, Jesús mismo como judío, celebraba la pascua, es más, Jesús quiso que su propio sacrificio, ––de ser victimado en la cruz, muerto––, fuera en el tiempo de la pascua, lo dice claramente el evangelio de San Juan. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón que pudo tener Jesucristo, para que quisiera unir su ofrenda al Padre de su vida con la tradición de la pascua Judía?
Como bien sabemos, el pueblo de Israel ––por eso lo llamamos “el pueblo hermano”––, fue el pueblo que Dios eligió para en el prepararse un pueblo, para de ahí hacer surgir al mesías, para que se diera esta llegada del Salvador, Jesús no quiso, pues, simplemente por una nostalgia de las celebraciones que desde niño celebraba, ––que a veces así nos pasa, cosas que quisiéramos repetir, pero que ya pasó esa etapa y nos llega esa melancolía sobre lo vivido––, no, no se trata de un recuerdo nostálgico de Jesús, tampoco se trata de una mera repetición del rito, como bien lo sabemos, nuestra cena pascual es la Eucaristía que es diferente a la cena pascual Judía, ¿Qué es lo que pretende Jesús entonces, al unir su vida y su momento culmen con el recuerdo de esta pascua? Vemos el texto y encontramos la figura del cordero, prepárense un cordero, de un año, sin defecto y les dice también: que ese cordero lo tienen que comer, de forma familiar, uno por familia y si es pequeña la familia, varias familias con los vecinos entre sí.
Este es el primer elemento. El cordero es un alimento muy apetecible y muy común en los pueblos de oriente, aquí también en el valle de México se comen bastante los borregos, ––que son los corderos––. En oriente era la comida ordinaria, como el pollo y los frijoles en nuestro país. Era la comida más ordinaria que suelen comer esos pueblos beduinos de los que salió Israel. Este cordero, sin embargo, va a hacer de lo ordinario, de lo que se comía todos los días, va ser un símbolo, un signo, para recordar un acontecimiento histórico en el que el pueblo de Israel, pasa de la esclavitud de Egipto a la libertad. Ustedes bien saben que celebramos el 15 de Septiembre, el grito de Dolores, ya que es una gesta histórica que le dio a nuestro pueblo la independencia. Eso lo podemos ver reflejado en este acontecimiento histórico, sólo que, en esta ocasión es el paso del Señor. Egipto se resistía, como lo dice el texto al inicio. El corazón del Faraón se endureció y no quería dejar a sus trabajadores, mano de obra esclava, barata. No quería dejarlos salir de su país, tiene que intervenir Dios. Ese va a ser el acontecimiento histórico: una intervención salvífica para liberar a su pueblo.
También, además del cordero y que debe ser compartido y comido en familia, dice: “de la sangre de ese cordero, la van a untar en las puertas de su casa, para que sea la señal de que ahí se tomo la cena pascual y por tanto se pertenece al pueblo de Israel” y entonces no heriré dice Dios, “al primogénito de esa familia”. Hubo una mortandad generalizada en todas las casas de Egipto. Murieron en esa misma noche todos los primogénitos de Egipto. Fue una acción terrible que realizó Dios. Fue la última de las 10 plagas que tuvo el pueblo de Egipto para que el Faraón dejara salir a los israelitas de su país. Esta es la historia que entonces nos permite ver como hay una identidad a partir de la comida del cordero, la sangre que defiende ese hogar de que ahí no llegue el ángel que herirá de muerte al primogénito, sino que le dejará con vida.
Finalmente, un tercer elemento nos viene cuando se da un rito, no es simplemente, ahí preparen ustedes como mejor les guste comer el cordero, sino, dice explícitamente “comerán la carne, asada a fuego, la comerán acompañada de panes sin levadura”, –––un pan más duro que es el pan ácimo del cual vienen nuestras hostias de la Eucaristía. Es harina, pero no tiene sabor, cuando ustedes toman la hostia y comulgan, no tiene sabor ¿verdad? Porque no tiene levadura––, es el recuerdo de ese pan ácimo que se utiliza en la cena Judía, dice también “con hierba amargas” que no le dan un gusto a la comida, que no a todo mundo les gustan tomarlas, pero son muy saludables. Esas hierbas amargas van a recordar la amargura de haber sido esclavos. En esa cena quedaran integradas estas hierbas amargas, como recuerdo de aquella vida pasada para recordar el gesto del acontecimiento de su liberación. También dice: “no comerán el cordero crudo o cosido, sino, asado, lo comerán todo, también la cabeza, las patas, las entrañas. No dejarán nada de él para la mañana, lo que sobre lo quemaran” y además da instrucciones precisas sobre cómo comer: “con la cintura ceñida, la sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa porque es la pascual, el paso del Señor”. Hoy día, así lo comen las comunidades judías todavía, ceñidos de la cintura, con un bastón y de prisa, ¿Por qué? Todas estas indicaciones del cómo hacer la comida quieren dejar ese recuerdo a través de estos ritos de lo que sucedió aquella noche liberadora, ahora ustedes se pueden preguntar, ¿por qué realmente Jesús quiso tomar algunos elementos, los transformó de otra manera –– eso es lo que rápidamente vamos a recordar––, y nos los deja también de forma ritual?
La Eucaristía es la Pascua, la Pascua de Cristo, el paso del Señor. Ustedes se fijan siempre que vienen a misa, no es a la creatividad del sacerdote, haber que le parece hacer este día, haber como amanece el sacerdote, días que canta, días que no canta, días que nos pone a caminar alrededor del templo y días que no, no, todo tiene ritos establecidos de la liturgia de la Eucaristía que ustedes rápidamente reconocen al pasar los años y conocen perfectamente muchos de ellos y su significado. Ahora yo les digo una pregunta ¿Qué es más importante en todo este relato que escuchamos de la pascua judía, haber comido el cordero, haber puesto la señal de la sangre en la puerta, haber comido con los rituales indicados? O ¿haber sido liberados de Egipto? Claro, los ritos, los símbolos, los signos son, para recordarnos algo que pasó con el objetivo de que abramos los ojos para algo que ahora también va a pasar, si alguno de ustedes tiene la certeza de que es totalmente libre, de que puede decir ––yo camino en la vida con plena libertad, sin ninguna adicción y esclavitud, sin dependencia ni necesidad de los demás––, entonces quiere decir que ya está preparado para morirse, es decir, ya está preparado para el encuentro con Dios nuestro Padre, mientras caminamos aquí lo más importante para nosotros es nuestra propia transformación, nuestro propio desarrollo, nuestro propio crecimiento como personas y e familia, como comunidad, hay cosas que dependen de mi, si, pero hay cosas que aunque yo quiera resolver no las podré resolver sino, con la colaboración de los demás. Depende también de la respuesta de los otros. Por eso la liturgia es una asamblea. La liturgia eucarística, un recuerdo de la cena pascual es en comunidad, es para compartirlo, para ir tomando conciencia de la transformación que Dios quiere hacer de nosotros.
Termino la reflexión con una pequeña relación al evangelio que acabamos de escuchar. Había la norma, el precepto, en tiempo de Jesús, de que el sábado no podían dar más que 200 pasos y no podían utilizar más de esos pasos, ni tampoco podían realizar muchas cosas como dice el evangelio de hoy, como se encuentran arrancando espigas, caminando en el campo, comiéndose los granos estaba prohibido, pero los discípulos de Jesús tenían hambre ¿Qué era más importante la norma? o ¿el hambre de los discípulos? Menos mal que ustedes así lo entienden, porque los fariseos le dicen a Jesús, ¿Por qué permites que tus discípulos hagan algo que no está permitido hacer en sábado? Les está diciendo al final porque ustedes no comprenden el sentido de las palabra misericordia quiero y no sacrificios.
Si nosotros queremos que cada vez que venimos a la eucaristía, especialmente los domingo o días de fiesta como hoy, suceda algo en mí que me haga crecer, que me desarrolle, que me transforme en la persona que Dios quiere de mi, necesito misericordia, para mí y para los demás, porque eso es lo que quiere el Señor. Misericordia para comprender lo que vivimos, para entender a nuestros prójimos, empezando con los más cercanos, misericordia para mí mismo, porque la misericordia es el fundamento de cualquier norma, de cualquier precepto. Si los preceptos, especialmente, lo preceptos de fe no están fundamentados en esa actitud, en esta búsqueda de la misericordia, se vuelven rutinarios, aburridos y sin sentido. Porque no transforman, venimos y venimos y venimos a misa, una dos, todos los días y no pasa nada en mí, pregúntate: ¿Cuál es mi actitud ante la vida? ¿Quiero manifestar el rostro misericordioso de Dios Padre en mí? ¿Quiero con esa actitud tener todas mis relaciones interpersonales? ¿Quiero comprender lo que sucede? Y descubrirlas el camino en el cual será muy fecunda tu participación en la Eucaristía.
Pidámosle al Señor en estos 50 años que tiene la parroquia, que esta comunidad parroquial crezca, y se desarrolle en la conciencia de la misericordia, “misericordia quiero y no sacrificios”. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla