HOMILíA DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILíA DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Ustedes no deben vivir como los paganos”

Es la expresión que encontramos en la segunda lectura tomada del apóstol San Pablo a los Efesios, y también dice: “ustedes han aprendido de Cristo una nueva manera de vida”.

Que actual es esta exhortación del apóstol a nuestra situación social y a nuestro momento de estos tiempos, porque existen en nuestra manera de relaciones como sociedad una gran confusión, cuando todo se adjudica con forme al criterio de –“si yo quiero, si yo decido, si esa es mi voluntad todo está bien”––. Eso es lo importante que hoy nos inducen estos dinamismos sociales que están conduciendo nuestro pueblo, la propia conciencia de la libertad entendida de una manera individualista.

Ustedes no deben vivir como los paganos”, justamente esta es la manera de vivir de los paganos, desentendiéndome de los demás y preocupándome solo por mí, decidiendo solamente en una dimensión personal y descuidando la relación comunitaria, e ahí nuestro problema. Por ello es importante leer más en profundidad esta palabra de Dios que en las lecturas nos dan tres aspectos fundamentales para clarificar cuál es la manera de vivir cristianamente y tener muy claro, dónde está esa diferencia entre vivir como paganos o, vivir como discípulos de Cristo. Lo primero lo encontramos aquí mismo en la lectura del apóstol San Pablo, dice: “Cristo les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir” ¿Cuál es ese modo antiguo de vivir? Ese viejo “Yo”, corrompido por deseos de placer. Aquí nos está dando una primera advertencia, cuando solamente busco el placer ––no es que el placer este malo, muchísimos casos es parte de la creación de Dios, pero cuando yo solamente tengo como criterio la búsqueda del placer, ahí empiezo a confundirme––. Dice entonces el apóstol: “dejen, permitan, ábranle la puerta al Espíritu, para que renueve su mente y pueda ––ese Espíritu–– ir creando en ustedes la imagen de Dios conforme a la verdad” la imagen de Dios conforme a la cual hemos sido creados.

Aquí tenemos que romper con una tradición que dadas las nuevas circunstancias de nuestra sociedad ya no es adecuada ni suficiente para mantener el modo de vida cristiana. Hasta hace unos decenios, cuarenta, cincuenta años, la sociedad tenía un mismo consenso en los valores y culturalmente los vivía, y bastaba por eso que nosotros aprendiéramos los mandamientos y tratar de cumplirlos, porque todo el conjunto de la sociedad colaboraba para el cumplimiento de los mandamientos. Hoy eso ya no es suficiente y en muchísimos casos es ineficaz. Por ello tenemos que volver a esta primera manera en que el apóstol nos dice que “debe formarse el discípulo de Cristo, dejando que el Espíritu entre en mí, me renueve y pueda yo también entrar en convergencia con los otros conforme a ese mismo Espíritu que nos va a dar la comunión y la unidad”.

¿Cómo podemos dejar de abrirle las puestas al Espíritu de Dios? No hay otra forma que el discernimiento, es decir, no hay otra forma, que descubrir; ¿qué es lo que Dios quiere de mí, tanto en lo personal como en lo comunitario?. Por eso ustedes escucharon el nombramiento que daba al nuevo párroco, una de las tareas del Pastor es ayudar a descubrir, a discernir carismas y posibilidades que en esta comunidad existen para poder formar la comunidad de discípulos de Cristo. Este es el primer aspecto que debemos tener muy en cuenta. Hoy así como antes los mayores lo sabemos, estábamos más preocupados de simplemente cumplir los 10 mandamientos, hoy tenemos que estar muy preocupados de este discernimiento de la voluntad de Dios para mí y para mi comunidad.

El segundo aspecto que nos dice la primera lectura, tomada de esta pequeña escena de la vida del pueblo de Israel en el desierto. Llevados por Moisés, camino a la tierra prometida ¿cuál es nuestra tierra prometida? Esa transformación para vivir como cristianos, camino a esa tierra prometida, el pueblo de Israel añoraba la carne, la olla de cosido de carne y añoraban las cebollas y añoraban los buenos platillos que comían en Egipto. No se acordaban ya que eran libres y que estaban llegando a un punto en el cual es necesario, renunciar a algunas cosas positivas que yo tenía antes, para poder alcanzar la nueva situación que yo deseo tener. Toda transformación, todo cambio siempre encuentra resistencias en mi y en mi comunidad porque añoro esas cosas que me gustaban y que no quiero dejar de vivir, esto le pasó al pueblo de Israel y nos pasa a nosotros en esta renovación, en esta transformación personal y comunitaria que tenemos que hacer. Así que debemos estar muy atentos cuando hacemos nuestro discernimiento de qué es lo que Dios quiere de nosotros, también de clarificar esas resistencias, esas cosas que no queremos dejar, pero si no las dejamos, no podemos llegar a la tierra prometida; no podemos llegar a ser este hombre nuevo que nos dice San Pablo que quiere transformar el Espíritu de Dios.

Ahora vamos a la tercera lectura, el evangelio, para terminar este recorrido,  nos dice Jesús mismo: “Yo les doy el pan de la vida, yo les doy ese pan que necesitan para poder ser esa creatura nueva, ese hombre nuevo a la imagen de Dios” ¡Este pan del cielo es la Eucaristía!. Por eso  también al párroco le toca atender, dar ese pan del cielo, darles a ustedes esta fortaleza espiritual que nos da la comunión con Dios a través del pan Eucarístico. Es el sacramento que nos fortalece, que nos hace capaces de superar las resistencias y de vislumbrar, de descubrir y de alentarnos ante lo que está viniendo que crea el Espíritu en mi y en nosotros como pueblo. Esta es la tarea que  hoy tenemos ante nuestros ojos como indispensable para poder transmitir la fe a las nuevas generaciones. Si nosotros simplemente queremos hacerlo a la manera antigua como nos hicieron a nosotros, como nos transmitieron la fe nuestros abuelos y nuestros padres, es decir, trayéndolos a misa los domingos y diciéndoles que tienen que aprender los mandamientos, ya no va a ser eficaz ese método. Hoy es indispensable el método del discernimiento de la voluntad de Dios, de descubrir el proceso que en mí se realiza y que a la luz de eso descubramos la importancia de los sacramentos que nos ha dejado Jesucristo.

Por eso es que estamos propiciando, promoviendo, a todos ustedes su conciencia para formar las pequeñas comunidades parroquiales y escuchar la Palabra de Dios en ella, porque es ésta Palabra de Dios, como lo acabamos de hacer en las lecturas, es la que orienta nuestro caminar como discípulos de Cristo. Me alegra mucho saber que van haciendo la misión y la están haciendo de manera constante para llegar a todos los sectores de esta gran parroquia de Cristo Rey de Reyes e ir formando las pequeñas comunidades parroquiales de forma que procuremos, que la levadura del evangelio pueda llegar a todas las masas, a toda nuestra sociedad, a nuestra comunidad que tanto lo necesita para poder tener el pan de la vida, el pan que nos dé sentido y nos ponga en camino de la patria celestial. Así sea.

 

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla