“Les juro que no entrarán en la tierra que prometí darles”
Con estas duras palabras, Dios corrige a su pueblo. Con esta escena que acabamos de escuchar en la primera lectura, podemos entender la importancia de la fe, de lo que Dios le reclama a su pueblo. No es simplemente porque hayan descubierto una grave dificultad por el cumplimiento de la promesa de habitar una tierra que ya estaba bajo pobladores que, según los ojos humanos, eran muy superiores a ellos. Por eso Dios les dice: “esto les digo, porque así sabrán lo que significa desobedecerme” esta es una desobediencia promovida o causada por la falta de fe. No tuvieron confianza en que detrás de esa entrada en la tierra prometida, el Señor, como lo había dicho en el desierto, iría tanto en la vanguardia como en la retaguardia de su pueblo, acompañándolos. No tuvieron la confianza y se revelaban contra su líder Moisés y sus colaboradores Caleb y Josué. El castigo es muy duro, 40 años en el desierto de una peregrinación incierta sin saber el rumbo hacia donde ahora tendrían que caminar, pretendieron regresar a Egipto, a la esclavitud, pero tampoco lo lograron. Circularon en el desierto del Sinaí 40 años y ninguno de los mayores de 20 años a excepción de Josué y Caleb entraron a la tierra prometida.
¿Cuál es la lección para nosotros hoy? Lo primero que quiero destacar es que la promesa de Dios si se cumple. Efectivamente, el pueblo de Israel va a tomar la posesión que a esa generación le pareció imposible. Pero la entrada y la posesión de la tierra prometida tocará a otra generación. A una generación que nacerá y se educará en medio de la adversidad propia del desierto, en la dureza del confrontar todas las dificultades para la sobrevivencia. Ahí se fraguará el nuevo pueblo en el que se cumplirá la promesa de Dios, no en este pueblo que venía conducido sin poner mucho de ellos, más bien reclamaciones, inconformidades y rebeliones. Estuvieron acostumbrados a que Moisés les diera la libertad, a que Moisés les resolviera el problema del hambre, a que Moisés los salvará de las picaduras de las serpientes, a que Moisés hiciera brotar agua de una roca, a que Moisés les cumpliera todo lo que ellos necesitaban. ¿Qué nos deja esta escena del libro de los Números? Una gran lección, Dios cumple sus promesas, pero esas promesas pueden no realizarse en una generación rebelde, necesita la docilidad para que la acción del Espíritu Santo pueda fortalecer a las personas y ellas, puedan afrontar y superar las dificultades propias que conlleva la promesa de Dios.
Hoy podemos también entender que estamos en tiempos muy difíciles, con muchas adversidades y dinamismos sociales que destruyen nuestro tejido social que tradicionalmente veníamos teniendo en nuestro pueblo de México. Otros, son positivos pero que no penetran con la misma intensidad y que no son capaces al menos, en los análisis humanos-sociológicos, de contrarrestar esas influencias. Hoy batallamos muy fuerte, para poder vivir los valores del Evangelio que nos dejó Jesús como modelo de vida. ¿Cuál es entonces nuestra pregunta? ¿La promesa de Dios, de que el Reino de Dios con los valores de la justicia, la verdad y la paz, se cumplirán en nosotros, en esta generación que estamos viviendo este tiempo? o ¿seremos como esta generación rebelde que no entró a la tierra prometida? Dios va a cumplir su promesa y al final de los tiempos, como nos enseña con toda claridad el Concilio Vaticano II en su constitución dogmática Gaudium et spes “podremos llegar a tiempos, conforme lo describe el libro del Apocalipsis, tiempos de la Jerusalén celestial en donde baja Dios a esta tierra para transformarla y hacerla gloriosa, o, ¿Será un final catastrófico en donde todo será destruido?”
La promesa de Dios es que su Reino, el Reino que ha predicado, vencerá, que el trigo podrá crecer sobre la cizaña. ¿Qué generación seremos nosotros en la historia de salvación, en este plan de Dios? El Papa Francisco nos invita a ser la generación que le dé vuelta a esta situación y ruptura de valores que estamos enfrentando, nos está invitando a una Renovación Pastoral en donde pasemos de tener simplemente feligreses que asisten a un culto, para que tengamos discípulos que viven en comunidad, en pequeñas comunidades parroquiales, ¡es todo un reto!, ––es fácil decirlo––. Romper el individualismo en el que está atravesando nuestra sociedad consumista y materialista, en donde todo mundo se aísla, en donde cada quien quiere gozar de la plena independencia de los demás buscando guetos, buscando su privacidad absoluta, sin corresponsabilidad social. Hacer de ellos comunidades de discípulos.
Bien me comentaba el P. Saúl, la dificultad tan grande que han tenido ustedes para realizar, como lo hemos hecho en toda la Arquidiócesis, La Gran Misión Católica, para esta Conversión Pastoral que nos lleve a la conciencia de que esto es nuestro futuro. El poder generar estas pequeñas comunidades que vivan a luz de la Palabra de Dios, a través de la “Lectio Divina”, que escuchen y aprendan, como buenos discípulos, la voz del Maestro, de Jesús, el Señor de la vida, el Señor de la historia, esta es la encomienda que le dejo a Mons. Carlos Alberto hoy al ser Vicario Episcopal, no es un puesto administrativo, es eminentemente un puesto Pastoral. Me alegra que nos acompañen buena parte de los sacerdotes de esta Vicaria, de esta Zona Pastoral, porque va a ser el primer testimonio fuerte, la “unidad-comunión” de los propios presbíteros, para tener experiencia y expresiones de poner en común su vida y su ministerio. Es una ilusión que les dejo, como esta mujer que le pide a Jesús, por lo que la hace sufrir, el rompimiento de una relación materna y filial que tenia y que se ha roto porque esta siempre entorpecida por el demonio. ¿Cuántas fracturas en nuestras familias estamos constatando? ¿Cuántas relaciones de esposo a esposa, de padres a hijos, estamos viviendo? Esto debe motivarnos. Esta mujer cananea afrontó la marginación propia de no ser del pueblo de Israel para acercarse a Jesús porque lo necesitaba y Jesús a la primera guardó silencio, siguió adelante, pero, finalmente, viendo la fe de esta mujer, dio respuesta a su necesidad.
Creemos nosotros que también Dios responderá a esta necesidad que tenemos en nuestra sociedad. Tenemos lo suficiente para ser como Caleb y como Josué, para experimentar que es posible extender el Reino de Dios, no obstante, las dificultades que vivimos. Esta es la pregunta que nos hace hoy la Palabra de Dios. Cada uno de nosotros debemos responderla y luego ponerla en común, no quedarnos con ella, no dejarla guardada en nuestro interior como un tesoro, es un tesoro para compartir. La pasión que desate el Espíritu en cada uno de nosotros, es una pasión que fortalecerá a nuestros prójimos y nos fortalecerá a nosotros mismos, eso es lo que deberá Mons. Carlos Alberto y los sacerdotes de esta Zona Pastoral y de toda nuestra Arquidiócesis, ––motivar constantemente, orientar y acompañar estos procesos de Renovación Pastoral––, para que acompañemos este esfuerzo gigantesco que está haciendo el Papa Francisco en el mundo de hoy.
Pidámoselo así a Nuestro Señor Jesús que hoy se hace presente en su Palabra y sobre todo en el pan del cielo, en la Eucaristía, los que nos acerquemos a la comunión díganselo, necesitamos que intervengas, envíanos tu Espíritu, danos esa fortaleza y sabiduría propia para vivir en este mundo haciéndote presente entre nuestros hermanos. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla