“El que se ama así mismo, se pierde”
Esta frase de Jesús, la vemos constantemente hecha una realidad, “El que se ama así mismo se pierde”. Constantemente vemos que cuando la persona se aísla de los demás y sólo se preocupa de sí mismo, esta persona termina mal. Por eso Jesús lo advierte con toda claridad, es verdad que tenemos que valorar nuestra propia vida; es un don, un gran regalo de Dios. Quienes ya hemos recorrido muchos años de nuestra vida sabemos que es una bendición incomparable, pero, si descubrimos lo que aquí nos dice Jesús que: “tenemos que poner como prioridad no mi persona sino la relación con quienes me toca ir viviendo”.
Nosotros somos seres creados en relación y para la relación con los demás, nadie ha sido creado para ser un Robin Hood, no sé si todos hayan visto aquella famosa película, ––Robin es aquel que quería vivir en una isla solo, y abastecerse y hacerse autónomo––. No estamos hechos para eso, estamos hechos para la relación, por eso es tan importante cuidar nuestra relación con los demás. Se nos hace fácil rompe una amistad por algo que me dijo sin pensar que pudo haber sido una espontanea imprudencia, que no tenía ninguna intención de herirme y se nos hace fácil fracturar nuestras relaciones porque interpretamos lo que sucede entre otras dos personas, pensando que están en contra mía o que están en contra de alguien que yo quiero. Fácilmente, descuidamos esta comunión y fortalecimiento de las relaciones, por eso Jesús nos insiste “que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto”.
Porque es una realidad, el cuidar mis relaciones con los otros va implicar necesariamente muchas renuncias, sacrificios, muchas veces tendré que ceder en algo que no quería yo. Dejarme con tal de mantener esa amistad, con tal de llevárnosla bien, con nosotros, eso es morir. Eso es el grano de trigo que va muriendo, ese grano somos cada uno de nosotros y tendremos mucha cosecha, habrá mucha fecundidad en mi vida; cuando yo le dé más importancia, a mantener mis relaciones no siendo agresivo, violento, no hiriendo a los otros, sino buscando el bien de los demás. ¡Entonces creceré y daré fruto y será mucha mi cosecha!
La primera lectura nos habla de una característica que viene muy bien en este contexto, cuando dice el Apóstol San Pablo “el que da con generosidad, encuentra la alegría”. ¿Qué es la generosidad? ¿Qué es ser generoso? Es tener un corazón abierto para compartir lo que tengo con los demás, si yo soy generoso, Dios lo será 100 veces más con migo; si yo no soy generoso, si quiero conservarlo todo para mí y cuidar que solamente yo disfrute lo que tengo, entonces me iré perdiendo, hundiendo. San Pablo por eso cita esta frase: ”Dios ama al que da con alegría” ––al que es generoso, al que comparte, al que pone su vida en relación con nosotros, para ver cómo nos ayudamos y nos complementamos en nuestras necesidades––, la generosidad es la característica que debe tener todo discípulo de Cristo. Estas lecturas hoy no vienen siguiendo el ritmo de las lecturas del ciclo litúrgico diario, sino que son elegidas a propósito, del Santo que celebramos, “San Lorenzo”, ––diácono––, porque dio su vida hasta el extremo, hasta el martirio, fue generoso hasta decir “todo lo que Dios me pida se lo doy”, por eso la liturgia escoge estas dos lecturas para señalar que este Santo debe ser modelo de vida para mí, la generosidad entonces fue la característica de San Lorenzo y vivió con alegría a pesar de que le tocó un tormento terrible, lo quemaron vivo y cuando está en la parrilla cuenta la tradición oral, dijo: “ya estoy un poco tostado de este lado, ahora cámbienme del otro”. ¿No es una persona que sabe acertar con abnegación y con humor los momentos más difíciles? San Lorenzo, ¡un modelo ejemplar!
Nosotros estamos llamados para sembrar, uno dice San Pablo: “el que poco siembra, cosecha poco y el que mucho siembra, cosecha mucho”. De manera que tenemos que sembrar mucho, por eso, la lectura de los Santos Evangelios nos harán sembrar mucho para luego cosechar mucho. Quien lee los Evangelios termina amando a Jesucristo y de ese amor ponemos nuestra vida al servicio de su causa que es el “Reino de Dios”, de la evangelización. San Ignacio de Loyola ––entre otros Santos––, se alimentó de la lectura del Evangelio, San Francisco de Asís, en aquel tiempo no había muchos libros y con trabajo podían acceder a los evangelios, les fue suficiente para poder alcanzar la santidad.
Hoy los invito, para que nos ayudemos unos a otros, a sembrar con alegría, a dar con generosidad, a compartir nuestra vida. Así, al compartirla y al favorecer las buenas relaciones entre nosotros, ¡Dios se manifestará en medio de nosotros!
Cumpliremos este hermoso lema ––que les he propuesto para la misión––, se hará realidad, a veces decimos muchas cosas con la palabra, de boca, dice San Juan: “de nuestra boca salen muchas cosas”, pero, lo importante no es que salgan cosas hermosas de nuestra boca, sino que, vengan desde el corazón y para que nazcan desde nuestro interior, se necesita que nosotros las hayamos ya experimentado. Cristo vive en medio de nosotros, cuando nosotros ya hemos descubierto que está en nuestro corazón. Pidámosle al Señor que nos conceda esta gracia de sembrar mucho, de dar con alegría, de ser generosos, de cuidar nuestras relaciones y verán que seremos las personas más felices y haremos muy felices a los que nos rodean. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla