HOMILíA CIERRE DE LA VISITA PASTORAL PARROQUIA: CRISTO REY DEL UNIVERSO Z IV. D III

December 31, 1969


HOMILíA CIERRE DE LA VISITA PASTORAL PARROQUIA: CRISTO REY DEL UNIVERSO Z IV. D III

 

“Esta es la tierra que les prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob”

Así dice Dios al pueblo de Israel. “Moisés ha sido el elegido de Dios para conducir a su pueblo a la tierra prometida”, precisamente en esta lectura nos manifiesta el final de la vida de este elegido, vida en plenitud; eso significa los 120 años que vive, ­––el número bíblico 40 en la mentalidad de Israel significa plenitud, pero, tres veces 40 significa la plenitud de plenitudes––, por eso también el texto dice al final que: “No ha vuelto surgir en Israel ningún profeta como Moisés”.

Moisés es entonces, un hombre pleno como figura del profetismo, del liderazgo, del Pastor de un pueblo. Sin embargo muere y ante la muerte nos dice el texto que: “Josué hijo de Nun estaba lleno del Espíritu de Sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos”.

Vamos a tomar dos puntos de nuestra reflexión de esta lectura para luego irnos al Evangelio y completarlos: El primero es que Dios cumple sus promesas, “esta es la tierra que les prometí, aquí está”, y se la muestra a Moisés antes de morir, diciéndole que no entrará en ella, pero, ya está frente a ella y su sucesor, Josué, los hará entrar en esta tierra. ¡Dios cumple siempre sus promesas!, lo que nos debe dar una gran esperanza a nosotros, si nos ha dicho Dios a través de Jesucristo, por ejemplo, que el Reino de Dios está ya en medio de nosotros y llegará a su plenitud, así será, aunque veamos tanto estrago y tanta dificultad en nuestro mundo de hoy, Dios siempre cumple sus promesa. Así lo hizo con el pueblo de Israel y es la pedagogía del Antiguo Testamento, de irnos mostrando cómo gradualmente prepara a su pueblo para que llegue al cumplimiento de una promesa.

Segundo punto. Moisés cumple perfectamente su misión, no alcanza a ser él quien los introduzca a la tierra prometida. ¿Qué era lo más importante para Moisés?; ¿haber llevado  al pueblo por el desierto? o ¿Entrar gozosamente a la tierra prometida?

Y para nosotros qué es lo más importante: ¿qué vivamos todo este tiempo de desierto, es decir, de muchas adversidades que hay que afrontar para dar testimonio del Reino de Dios? O ¿Qué ya entremos en el momento del final de la historia y pasemos al Reino de los Cielos? Es lógico, las dos cosas son importantes. La figura de Moisés, sin embargo, siendo plena, habiendo sido grato a los ojos de Dios no le alcanza para entrar a la tierra prometida, sino que lo tendrá que hacer un sucesor. Este texto nos quiere decir que debemos preparar nuestros sucesores, que no todo lo vamos a ver nosotros, ––yo como Arzobispo––, visualizo una Iglesia muy participativa, con muchos miembros vivos, que van influyendo en nuestra sociedad para bien, para la transformación social, cultural y específicamente espiritual. Tal vez no lo vea, ––lo visualizo––, como en el  modelo ideal de la metodología prospectiva que nos ayuda a ver con claridad hacia donde queremos llegar.

Pero tenemos que preparar a nuestros sucesores que si lo verán ¿cuándo? ¡Ya Dios lo dirá!, y nosotros con grande esperanza porque Dios siempre cumple sus promesas, tenemos que trabajar arduamente, sea que nos toque caminar en el desierto, sea que nos toque entrar en la tierra prometida. Moisés es grande y Josué, recibió el Espíritu de Sabiduría, esto es lo importante. No tanto los éxitos y los logros, no tanto las victorias y los triunfos, no tanto las satisfacciones de nuestro trabajo, lo importante es estar llenos del Espíritu de Sabiduría, poder entender lo que hacemos, para qué lo hacemos y porqué lo hacemos, ante el proyecto de Dios. Entrar nosotros en él, dejarnos permear por él y tener esa fortaleza interior que efectivamente Josué sin llegar a ser el Gran líder que fue Moisés, será un líder capaz de afrontar las dificultades propias que los llevará a la posesión de la tierra prometida para Israel.  Esta es la lección que podemos recoger de este hermoso texto final del Deuteronomio.

En el Evangelio, nos presenta la clave de este caminar, necesitamos un líder, liderazgos como los de Moisés y Josué. Llenos del Espíritu de Sabiduría, pero, nos dice también Jesús que es importante la corrección fraterna, es decir, no solamente hay que saber el camino, sino hay que saber levantar al que cae y eso nos cuesta mucho trabajo. Nosotros queremos que todos le entren parejo, que todos pongan su mejor esfuerzo, bueno, ese es el ideal, pero, en la práctica las evidencias de nuestra existencia nos constatan uno y otra vez; que no todos entramos a la vez, que no todos jalamos parejo y que hay muchos que seden en el camino. Que hay caídas, que dañan, sea a la misma persona, sea los que están con él.

Jesús nos dice “vallan con él, levántenlo, dialoguen con él, háblenle fraternalmente, sino les hace caso ayúdense de otros que puedan tener ascendencia con él, que le pueda hablar al corazón y le llegue, si tampoco les hace caso, díganle  la autoridad quien es la cabeza, que también le ayude y salga adelante con él, si tampoco, entonces si dejen a su tiempo para que él reaccione, pero ustedes han hecho la corrección fraterna necesaria. En ese sentido Jesús termina diciéndonos que: “Todo lo que aten en la tierra quedara atado en el cielo y todo lo que desaten en la tierra quedara desatado en el Cielo”, lo cual nos da una grande esperanza, es decir, los trabajos de esta vida tienen repercusión en lo que recibiremos en el Cielo, lo que aquí hacemos nos es sin importancia, Dios la toma en cuanta. Esta ayuda fraterna que le damos al otro aunque de momento no en esa circunstancia haya respondido, y si lo corregiste  te hizo caso, más todavía. Por eso dice Jesús: “si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se los concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy en medio de ellos”, con lo cual termina consolidando nuestra esperanza.

Aunque te parezca que es tiempo perdido ayudar al hermano, aunque te parezca que no hará caso, ¡hazlo!, y si no tienes la fortaleza de hacerlo, júntate con otros y ora, dile al Señor lo que hay en tu corazón, háblale al Señor de la vida para que intervenga. Nosotros a través de nuestra acción permitiremos así que la gracia del Espíritu entré en el prójimo.

Si vemos la dureza de corazón solo hay alguien que la puede transformar, el Espíritu Santo, él hace este cambio, del corazón de piedra al corazón de carne, de un corazón duro que no escucha a un corazón sensible que le da cabida a lo que ve y manifiesta sus sentimientos con nobleza. Pero, para que entre esa acción del Espíritu es indispensable nuestra intervención fraterna en nuestra comunidad.

¿Ven Por qué es importante este proceso de las pequeñas comunidades para escuchar la Palabra de Dios? Porque lo que no escucha uno, lo escucha el otro, lo que no capta uno lo capta el otro, se pone en común a través de nuestras vidas y ejerciendo esta ayuda fraterna y solidaria unos con otros, permitimos la acción del Espíritu Santo que haga de cada uno de nosotros en auténtico discípulo y misionero que Dios ha pensado, que Dios quiere de nosotros. Que así sea.

 + Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla