“Mi familia y yo serviremos al Señor”
Las lecturas de este domingo nos plantean la necesidad de tomar con toda libertad la decisión de ¿A quién seguimos? Esta es la propuesta de la primera lectura en boca de Josué cuando dice: “digan aquí y ahora a quién quieren servir: ¿a los dioses de sus antepasados? ¿A su manera de entender a Dios? O ¿Quieren servir a quien los ha liberado, al Señor que los hizo salir de Egipto?
Y en el Evangelio se nos presenta también la oportunidad de tomar conciencia de esta decisión cuando Jesús ve que la mayoría de sus discípulos se escandalizó y lo dejaron en el momento en que les promete que Él sería el alimento para ellos. Les pregunta a los doce: ¿También ustedes quieren dejarme? Pedro le responde: “¿Señor a quién iremos?” La alternativa debe estar clara en nuestra opción de vida y tiene que renovarse, hay algunos que dicen: hace tiempo que yo tengo clara mi decisión sobre la fe en Jesucristo, pero hay que renovarla; hay otros que entran en duda, pues en algún momento han tenido la dificultad para descubrir la relación entre creer en Jesucristo y las circunstancias que les va tocando vivir en cada uno de los acontecimientos de su vida; finalmente, hay otros, que quizá nunca se han preguntado, ¿Quiero seguir a Cristo? sino que simplemente han sido católicos porque así nacieron.
Este es el planteamiento que nos hace las lecturas de la Palabra de Dios; ¿seguimos a Cristo? o ¿A quién seguimos? Cómo poder tener clara la alternativa para nuestra decisión. Cuando decido algo es porque he descubierto que tengo una opción, ¿la tengo en este caso? Vamos a descubrir unos elementos que nos proporcionan las lecturas de hoy, para clarificar nuestra opción por Jesucristo.
En la primera lectura, Josué le dice al pueblo que es importante y necesario recordar los acontecimientos en donde Dios se ha hecho presente, diciéndoles: él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto, él fue quien hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió en todo el camino que recorrimos y los pueblos por donde pasamos. Es una experiencia del pueblo muy clara, pero y nosotros, ¿dónde hemos experimentado la presencia salvífica de Dios? Este es el primer elemento, hacer memoria donde ha estado Jesús conmigo, en qué momentos de mi vida, dónde puedo descubrir que ha sido clara esa presencia. En la lectura del Evangelio, encontramos un segundo elemento que es el fundamental, la persona de Cristo, nos dice “que quien sigue su estilo de vida y quién se alimenta de ese estilo de vida y lo reconoce en el pan y el vino que en el cual hace presente su cuerpo y su sangre, y quien está dispuesto a dar su vida con él ese permanecerá siempre conmigo”.
Este segundo elemento nos lleva a preguntarnos ¿conozco a Jesucristo? ¿Quién es la persona de Cristo para mí? ¿Lo he descubierto en los evangelios? ¿He descubierto cómo mira Jesús a los demás? ¿Con qué actitud se acerca Jesús a los demás? ¿Qué es lo que le preocupa a Jesús? ¿Cómo actúa Jesús? ¿Dónde radica la fuerza de Jesucristo? ¿Cómo se relaciona con el Padre? ¿Qué es para Jesús la oración? ¿Cómo muestra Jesús su amor y su unidad con el padre que lo envió? Es un elemento fundamental, ––la persona de Cristo––. No es simplemente que yo reconozca que un día dije: “sí creo que Cristo es el hijo de Dios”, como me enseñaron de niño en la catequesis. ¡No!, tengo que responderme a mí mismo quién ha sido Cristo para mí. Aquí relacionamos los dos elementos, primero; ¿en qué acontecimientos de mi vida he descubierto que Cristo esta conmigo? Y segundo; ¿cómo he ido alimentando mi conocimiento de Jesús y cómo he ido intimando con él?
Cuando me hago amigo de otra persona es porque ponemos en común nuestras vidas, él sabe de mí y yo sé de él, esa es la amistad, podemos hablar de lo que nos ha pasado y podemos también hablar de nuestras preocupaciones y angustias, de nuestras alegrías y nuestras satisfacciones, eso es la amistad, ¿yo tengo a mistad con Jesús? ¿Puedo hablarle desde lo que vivo y escucho lo que Él me dice a través de la lectura del Evangelio? Para encontrar respuesta es importante que personalmente me responda: ¿A quién sigo? Tengo que hacer este ejercicio de revisión de mi vida, será muy rico y enriquecedor para mí, descubrir cómo Jesús ha estado en el paso de mi vida.
Por otra parte, la segunda lectura nos afirma que esta relación entre Cristo y nosotros, nace y crece a la par del proyecto que Dios tiene para la humanidad, ¡que es la familia!, a partir del matrimonio, de la intimidad, del amor y la relación entre un varón y una mujer que se comprometen a consolidar y establecer un hogar, ¡es el amor!, no puede ser otra, de lo contrario, se empezó mal. El crecimiento tiene que ser en el amor y la plenitud de esa relación, entre el esposo y la esposa. Porque Dios es Amor y quiere llevar a la humanidad a esta experiencia de vida en el amor. Por esto el proyecto de la familia es neurálgico, vertebral para la sociedad, porque es el proyecto que Dios tiene para nosotros, es ahí en la relación marital y parental, es decir, entre esposo y esposa y entre padres e hijos, donde se aprende el amor gratuito, el amor al estilo del amor de Dios, es ahí donde se aprende a perdonar y reconciliar, donde aprendemos la solidaridad para poder estar con el otro cuando me necesita sin que me lo pida, es en la familia donde se construye la persona, por eso es tan importante la familia en una sociedad.
¿Por qué está en crisis nuestra sociedad actual? Porque están en crisis nuestros modelos de vida de la familia, pero Cristo las quiere reconstruir, las quiere rehacer, las quiere renovar, por eso dice “quien me escucha recibe Espíritu y vida” eso es lo que él nos ofrece. La pregunta para Pedro es también para nosotros, ¿También ustedes quieren dejarme? ¿Qué le respondemos al Señor?
Ojalá que cada uno de nosotros le podamos decir de corazón como le dijo Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla