HOMILíA EN EL TALLER PROVINCIAL DE TLALNEPANTLA SOBRE METODOLOGíA PROSPECTIVA.

December 31, 1969


HOMILíA EN EL TALLER PROVINCIAL DE TLALNEPANTLA SOBRE METODOLOGíA PROSPECTIVA.

 

Textos: Apocalipsis 21,9-14 y Evangelio de San Juan 1, 45-51

Lunes 24 de agosto de 2015

 

“Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas”.

 

Estas son las palabras que dirige Felipe a Natanael. Por tradición muy antigua de la iglesia sabemos que se ha identificado a Natanael con Bartolomé, a quien celebramos hoy en esta fiesta, y es por ello, que la liturgia nos presenta este hermoso texto del evangelio de San Juan.

 

Cuando Felipe se encuentra con Natanael le expresa lo que piensa o lo que ha oído de Jesús, y se lo comunica. Le dice conforme a la expectativa de los fieles de Israel, del resto fiel, que está esperando la llegada del mesías; de un mesías concebido como un reformador y renovador para hacer cumplir las leyes y los mandamientos dados por Moisés y los profetas. Tanto Felipe como Natanael representan al sector que esperaba un mesías continuador de la misión de Moisés.

 

Distinta era la expectativa de Simón Pedro y Andrés, que según este capítulo primero del evangelio de San Juan han encontrado antes a Jesús. Ellos eran discípulos de Juan Bautista y siguen a Jesús ante la indicación del mismo Juan: “Éste es el cordero de Dios”, este es al que ustedes tienen que seguir. Representan a los que esperaban un Mesías purificador y renovador.

 

Tenemos entonces dos sectores distintos en la misma escena del final de este primer capítulo. Manifiestan dos expectativas del mesías: la anunciada por Juan Bautista, más radical, que necesita una purificación, que llegue el fuego, que entre la guadaña a cortar para podar y renovar. En cambio, Felipe y Natanael expresan una concepción más conforme a la tradición de los últimos cuatros siglos, alimentada por medio de la sabiduría, que ante la ausencia de profetas había orientado la vida creyente del pueblo en el aprecio y amor a las leyes del Pentateuco.

 

 Así teniendo esta consideración podemos acercarnos más en profundidad al texto del evangelio. Cuando Felipe le dice a Natanael: “hemos encontrado a aquel que estábamos esperando, de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas”, y le da el nombre: “Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?”. A Natanael le pareció que no era el origen conveniente para el mesías que se esperaba, lo pone en duda, y entonces Felipe le contestó: “Ven y lo verás”, juzga por ti mismo, yo te lo presento. La escena sigue adelante y dice que cuando Jesús vio que Natanael se acercaba le dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”, dice lo que piensa, sabemos lo que piensa y están en esta sana expectativa de que llegue el mesías.

 

En la persona de Natanael, Jesús ve al pueblo fiel, que está esperando la llegada del mesías, y por eso afirma: “es un verdadero israelita”. Natanael se desconcierta, le pregunta: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Tenemos muy pocos elementos para interpretar esta frase enigmática, sin embargo podemos advertir que Jesús tiene conocimiento de la expectación mesiánica que hay en el pueblo y reconoce que Natanael tiene en su corazón una gran esperanza de que vendrá el mesías.

 

Al final del texto, en la respuesta de Natanael se ve de nuevo la expectativa del mesías que ellos, Felipe y Natanael, tenían: “Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”, es decir, la expectativa davídica de un nuevo rey de Israel que iba a ser considerado hijo de Dios, y que venía a poner en orden al pueblo para darle su independencia y para tener de nuevo su propia autoridad: “Tú eres el rey de Israel”. Ante esta confesión Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Es decir, la higuera es ese árbol frondoso que da frutos apetitosos en ciertos tiempos, Jesús afirma que Natanael es un fruto de esa higuera, que es el pueblo creyente que espera al Mesías. Y Jesús añade: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera”, tú crees, porque tienes este cariño y afecto a lo que tu tradición como pueblo ha generado; que vendrá el mesías, el nuevo David, el rey de Israel. Pues bien ¡Mayores cosas has de ver!

 

Efectivamente, el mesianismo de Jesús desborda todas las expectativas que estaban en boca, tanto de los grupos de línea espiritual como de línea política, incluida la expectativa misma de Juan Bautista, que era la más cercana al mesianismo que expresa Jesús. ¡Mayores cosas has de ver!

 

Esta hermosa  escena y su mensaje alientan el propósito por el cual están aquí reunidos como Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla, a Ustedes que han venido aquí a conocer, a aprender la metodología prospectiva y a buscar la manera de aplicarla en la pastoral de nuestras diócesis para generar un proyecto de renovación pastoral. Y la interpreto así: al conocer la metodología obtienes una visión, pero si la pones en práctica y la haces vida ¡Mayores cosas has de ver! Cuando se vive la comunión, cuando se vive en la vida de Dios, la realidad te mostrará mucho más de lo que te hayas imaginado.

 

Por eso les digo, este mes que han estado aquí reunidos, no han estado perdiendo el tiempo, pues les espera una apasionante experiencia pastoral al ir aplicando la metodología prospectiva, sustentada en la espiritualidad y en la eclesiología de  comunión; es decir, en la misma vida de Dios. Irán siendo testigos de una renovación del Pueblo de Dios al participar de la vida divina, al participar de la Santidad de Dios. Sí, también a Ustedes hoy Jesús les dice: ¡Mayores cosas han de ver!

 

El libro del Apocalipsis, en la primera lectura recuerda nuestro destino. Fíjense, es el Señor que se dirige a cada uno de Ustedes como diócesis,  a cada uno de Ustedes como Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla: ¡Ven! Te voy a mostrar a la novia, esposa del Cordero. Tal como la enseña el Señor, no como tú la piensas, tienes que dejar tu propia expectativa abierta; cada uno de Ustedes quizá tenga un sueño de cómo debiera de ser nuestras diócesis, pero tenemos que dejarla abierta: Yo te voy  a enseñar, cuál es esta esposa del Cordero. “Me transportó el Espíritu a una montaña elevada y me mostró Jerusalén,  la ciudad Santa, que descendía del cielo resplandeciente con la gloria de Dios; su fulgor era semejante  al de una piedra preciosa, como el de un diamante de cristal”.

 

Una ciudad como continuará describiendo en versículos posteriores, donde no habrá templo, ya que la ciudad es la morada de Dios con los hombres, y el pueblo santo de Dios sustituye el templo; por ello, tiene la fuerza de la luz, la transparencia y la belleza del diamante cristalino, de la piedra preciosa; es una ciudad con una muralla ancha y elevada, con doce puertas, tres a cada lado, es decir, una ciudad abierta en todas direcciones para que todos entren en ella; nadie queda sin invitación para  entrar a esta ciudad, todos están convocados por Cristo, el Señor, a formar parte de ella.

 

La transparencia y la luz que refleja la esposa del Cordero es porque refleja la espiritualidad y la eclesiología de la comunión. Por eso afirma: “la muralla descansaba sobre doce cimientos en los que estaban escritos los doce nombres de los apóstoles del cordero”, una ciudad cuyos cimientos son los apóstoles.  Ustedes no están aquí por su propia voluntad, aunque se les pidió su aceptación, sino porque los Sucesores de los Apóstoles, sus Obispos, les pedimos venir y participar.

 

Cada uno de nosotros, como agentes de pastoral de nuestras Diócesis, dígale al Señor esta tarde, en esta Eucaristía: Si quiero ver cosas mayores, quiero colaborar para que la esposa del Cordero aparezca en nuestra Iglesia particular.

 

¡Que así sea!