HOMILíA CIERRE DE LA VISITA PASTORAL ZONA IV

December 31, 1969


HOMILíA CIERRE DE LA VISITA PASTORAL ZONA IV

 

“Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo”

Con esta comparación, Jesús da respuesta a aquello que inquietaba a los miembros de la comunidad judía más devotos, particularmente a los que, estaban mejor formados y conocían con mayor profundidad la Sagrada Escritura, a quienes eran los maestros del pueblo y quienes lo conducían. El Evangelio nos dice que le plantearon a Jesús una pregunta, “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?”

La práctica del ayuno y de la oración, junto con la limosna, eran las tres practicas fundamentales de la vida de un buen judío, en ellas se reflejaba el Espíritu de mayor fidelidad a la alianza con Dios y por tanto era el modelo que había que seguir. No es un pregunta trivial, es prácticamente como si en nuestros tiempos viniera alguien que renovara la Iglesia y que en lugar de invitar a la celebración eucarística nos dijera: eso no es necesario, hay que dejarlo, ¿qué diríamos nosotros los Obispos, los presbíteros, ustedes los fieles más cercanos? ¿Por qué? Es una pregunta de fondo en su contexto muy importante ¿porqué tus discípulos no ayunan como lo hacemos nosotros? ¿Porqué tus discípulos no hacen oración como la hacemos nosotros? Necesitaban una respuesta que evidenciara la autoridad de Jesús y la razón que ponía en este cambio de paradigma, respecto a la comunidad judía. Jesús contesta: “nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo”.

Con esta primera parte de la respuesta nos está diciendo que el modelo de relacionarse hoy con Dios a partir de Él, es algo totalmente nuevo, ––por eso pone este ejemplo––, no podemos simplemente acomodar a las prácticas de la espiritualidad judía la nueva espiritualidad cristiana. Además da una respuesta que va más a fondo de la cuestión cuando dice: ¿acaso pueden ustedes obligar a los invitados cuando van a una boda a que ayunen mientras el esposo está con ellos? ––Sería ridículo ¿verdad?––, si vamos a una boda, suponemos que habrá banquete, que vamos a comer y beber, además brindaremos y habrá alegría. El ayuno en la práctica judía era una señal de duelo, de dolor, ante una tragedia. Jesús les dice: ¿ustedes le pedirían a alguien que va a una boda, que ayune estando el esposo ahí presente?

Jesús se refiere más que a la alegoría de la boda a la alegría del banquete y de la participación de quienes son los novios, se refiere a Él como esposo de la comunidad, del pueblo. Con ese ejemplo nos está diciendo que ha llegado el tiempo de la plenitud, el tiempo en que podemos relacionarnos y estar en comunión con Dios. La espiritualidad judía estaba en una línea de buscar a Dios y encontrarlo haciendo cosas que en la imaginación de la mente humana serían gratas a Dios, como nos pasa a muchos de nosotros en la religiosidad natural y que cristianamente también se encuentra en la religiosidad popular. Cuando hacemos una promesa, ––voy a ir a la Basílica de Guadalupe de rodillas si Dios me concede esto…––, estamos ofreciendo una cosa que nosotros imaginamos que es grata a Dios y Jesús nos dice: “ya es el tiempo de la boda, ya está el esposo con ustedes, ya no hay necesidad de ese ayuno de luto, no hay necesidad de esa búsqueda a través de cosas que le podamos ofrecer a Dios, para buscar agradarle con lo que le damos.

El ejemplo sigue adelante, explicando que nadie hecha vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo revienta los odres y entonces, el vino se tira y los odres se echan a perder. La espiritualidad que propone Jesucristo, es una espiritualidad nueva, una manera distinta de relacionarnos con Dios. ¿Dónde está la novedad? En lugar de que le ofrezcamos cosas, ahora nos pide hacer lo que él quiere de nosotros, ––éste es un aspecto de esa novedad––, buscar la voluntad de Dios y cumplirla en mi vida, en lugar de buscarlo a Él de manera extraordinaria, donde queremos tener una relación directa con un Ángel, con la Virgen María, con una Santo, ––quiero que se me aparezcan y me digan que es lo que tengo que hacer––. Hoy la espiritualidad cristiana es encontrar a Dios en el prójimo, de quienes nos preguntamos ¿pero es que es una persona muy limitada, que se enoja y me causa repugnancia y no tengo empatía con ella? Jesús nos dice: “ahí estoy yo, cuando hagan a uno de estos pequeños necesitados me lo hacen a mí”, es en el prójimo donde es necesario descubrir la presencia de Cristo. Por eso les he propuesto este lema que lo han aprendido muy bien, ahora hay que vivirlo “Cristo vive en medio de nosotros”, esta es la espiritualidad que debemos ir haciendo entre nosotros, la encarnación de Dios en la persona de Jesús se prolonga en nosotros como Iglesia, en la comunión, cuando vivimos la fraternidad, la solidaridad con los demás, cuando experimentamos el amor, entonces estamos en comunión con Dios.

Era necesario este cambio en la espiritualidad y por eso había una novedad, necesitábamos odres nuevos para añejar el vino, necesitamos entonces estructuras nuevas para desarrollar esta espiritualidad. La espiritualidad cristiana a lo largo de estos XXI siglos ha ido ensayando distintas maneras de vivirla dependiendo de las circunstancias socioculturales de cada época. Hoy nuestros contextos socioculturales también nos exigen que esa misma espiritualidad necesita de odres nuevos, este es el aprendizaje que podemos sacar del Evangelio.

En la parte final del Evangelio nos dice algo que aparentemente desconcierta la secuencia de la argumentación de Cristo cuando dice: “que nadie acabando de beber un vino añejo acepta uno nuevo pues dice el añejo es mejor”, pareciera contradecirse porque si dice que a vino nuevo odres nuevos, entonces: ¿por qué valora el vino añejo?, sin embargo, lo que descubrimos es que los odres y el vino aunque sean nuevos, para que den el sabor, el gusto de la vida, y la experiencia que confirme lo que creemos, necesita tiempo, necesita de procesos, de estabilidad para poder alcanzar ese vino añejo que lo podamos saborear. Hoy estamos en una época de transición, estamos reestructurando odres nuevos para un vino nuevo de las generaciones futuras, estamos reformando nuestra Iglesia como nos lo pide el Papa Francisco, una Iglesia misionera, una Iglesia en salida, que atienda a todo y tenga predilección especial por los más pobres y necesitados, pero también necesita tiempo, en la época de transición necesitamos aprender de Dios y tener la paciencia para que llegue el vino añejo, el vino mejor.

Termino esta reflexión recordando lo que el apóstol Pablo nos dice: “Cristo es la imagen de Dios invisible”, no hay otra forma de conocer y de acercarnos a Dios, que Jesucristo, “Cristo es el que vive Ayer, Hoy y Siempre”, es el que reconcilia consigo todas las cosas y las lleva a la plenitud. Por tanto, no hay que tener miedo al estar en esta época de transición, aun cuando nos es difícil percibir este vino añejo, esta fecundidad de nuestra propuesta pastoral en nuestra Arquidiócesis, tenemos que ser hombres con plena confianza en que a quien seguimos es el Camino, la Verdad y la Vida. Que Él pondrá a todos en orden y en camino de plenitud, nos pondrá a todos en una reconciliación donde a cada quien nos dará el lugar que Dios ha pensado para nosotros desde toda la eternidad.

Con toda confianza, agradezcámosle al Señor éste paso dentro del proceso inicial de renovación pastoral de nuestra Arquidiócesis, de ésta respuesta que queremos dar al llamado que nos ha hecho el Papa Francisco que antes ya nos lo había realizado el Papa Benedicto XVI al aprobar la reflexión de los Obispos latinoamericanos en Aparecida. Pidámosle a Dios que nos mantenga en este camino y que nos conceda saborear el mejor vino, el vino añejo. Que así sea.

 

+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla