HOMILíA DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO Y TOMA DE POSESIóN EN SAN ANDRéS APóSTOL

December 31, 1969


HOMILíA DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO Y TOMA DE POSESIóN EN SAN ANDRéS APóSTOL

 

“Ánimo, no teman he aquí que Dios, viene ya para salvarlos”

Con estas palabras inicia el texto del profeta Isaías que hoy nos presenta la liturgia, un texto escrito siete siglos antes de Cristo, habla de los signos con los cuales se va a descubrir y verificar que llega el tiempo mesiánico, por eso dice más adelante, se iluminarán ––habla en futuro––, "los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán, saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará”. Lo hemos verificado en la persona de Jesús en el Evangelio de Marcos que acabamos de escuchar, Jesús es el mesías reconocido por un pequeño grupo de Israel, tanto la comunidad de los más cercanos, ––de los doce––, como la más amplia, ––de los 72 discípulos––, que confiaron en Jesucristo, lo confesaron como mesías y fueron testigos de que no sólo era el mesías esperado sino, que Él mismo era el Hijo de Dios encarnado.

El Evangelio de hoy precisamente nos presenta uno de esos signos que vieron los discípulos, le presentaron un sordo mudo, lo pone aparte, lo ve cara a cara, hace un encuentro personal, “le toca con sus dedos, metiéndolos en los oídos de este sordo y con su saliva toca la lengua del sordomudo”, dice el texto que; “de inmediato empezó a escuchar y empezó a hablar”. Este signo del mesianismo que se ha iniciado con Cristo es un Reino que ya está en medio de nosotros. La llegada del mesías tan esperada, realizada en Jesucristo no es sólo para esos 33 años que vivió Jesús, sino que es para toda la posteridad, ¡ha comenzado el tiempo mesiánico!, el Reino de Dios ya está en medio de nosotros, Dios camina con nosotros, sigue abriendo los oídos para que nos escuchemos y nos sigue dando su Espíritu para que hablemos, para que construyamos la comunidad fraterna y solidaria de los discípulos de Jesucristo.

Esta es la misión de la Iglesia, Dios por su parte cumple sus promesas, no solamente en la persona de Jesús, sino en tantos otros que a través de XXI siglos han hecho posible que el Reino de Dios siga manifestándose en el mundo. Hoy como Iglesia es importante que tomemos conciencia que la misión de Jesús es la nuestra, para eso hemos sido llamados, bautizados en el nombre de Cristo, confirmados con el Espíritu Santo que nos ha regalado, para eso venimos a misa y comulgamos para estar en comunión con ese Cristo, para escucharnos entre nosotros y ayudarnos. ¿Ustedes son escuchados? ¿Escuchan a los demás? Las personas en este ritmo intenso y estresante de nuestro tiempo, no se dan la oportunidad de escucharse, cada quien está metido en sus preocupaciones, en sus tareas, en sus responsabilidades, en ocasiones ni siquiera entre padres e hijos que tienen tanto en común, ni siquiera entre esposo y esposa, tampoco entre hermano y hermana, ¡escucharnos!, es saber qué es lo que llevamos dentro.

Cuando nos escuchamos sólo es para disposiciones inmediatas, por ejemplo: te toca traer las tortillas, tú ve por el pollo, tú dile a fulano que haga esto…, únicamente sobre los quehaceres se concentra nuestro diálogo, ¿cuándo ponemos en común lo que el Espíritu está sembrando en nuestro corazón? Esto es lo que queremos propiciar, al formar las pequeñas comunidades parroquiales, por eso hemos propuesto este proceso misionero del agua al Espíritu, para que Jesús viva en medio de nosotros, para formarnos a la luz de la Palabra y para poder hacer este enorme diálogo en nuestra sociedad de escucharnos y que hablemos. Porque al ponerlo en común también responsablemente vamos a colaborar para detener el mal que se extiende entre nosotros y propiciar el bien, teniendo claro lo que el apóstol Santiago nos dice: “ayudemos a los más necesitados, a los pobres, porque en ellos encontramos a Dios”.

Con una actitud abierta en donde sabemos que cada persona, independientemente de su conducta, ––casi siempre nos vamos con ese prejuicio de saber que se comportó de esta o de otra manera, está mal, yo mejor ya no lo tomo en cuenta–– ¡No!, la conducta es expresión de nuestro interior, pero si tocamos el interior la conducta va a cambiar, si no tocamos el interior la conducta seguirá. Ahí es donde empieza la trasformación que Cristo hace en las personas, por eso sin excepción nos dice el apóstol Santiago: “sin favoritismos debemos estar abiertos a la relación con todo tipo de personas”, así construiremos la presencia del Reino de Dios en nuestra sociedad, a eso estamos llamados.

Pidámosle al Señor que como Iglesia, ––Obispos, sacerdotes, fieles, consagrados, consagradas, todos––, podamos encaminarnos para hacer vivir este tiempo mesiánico que nos toca y que se manifieste la presencia de Dios en medio de nosotros, esa presencia que es bondad, generosidad y amor. Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla