“Cristo entró una vez y para siempre en el cielo mismo”
Con esta afirmación inicia la segunda lectura de la carta a los hebreos: “Cristo entró en el cielo mismo”, y de ahí deriva la reflexión de esta lectura, diciéndonos que por eso ya no es necesario hacer más sacrificios de ofrenda, de búsqueda de Dios porque en Cristo está todo consumado. En él encontramos la posibilidad del perdón de nuestros pecados. ¿Qué quiere decir esto? Que es necesario cambiar esa mentalidad que por instinto natural nos viene, de querer agradar a Dios con cosas o con acciones, que queremos tenerlo de nuestra parte de la misma manera que actuamos cuando intentamos tener a alguien como amigo, cuando queramos que nos favorezca, por eso venimos con frecuencia a la Iglesia con una actitud de ofrecerle algo a Dios, cuando ya tenemos de nuestra parte a Dios en Jesucristo.
Esta enseñanza es fundamental para el discípulo de Cristo. Es importante confiar, efectivamente, que Cristo está en la presencia de Dios Padre para interceder por nosotros. ¿Ustedes creen que pudiéramos tener mejor intercesor que Jesucristo, que nos amó hasta el extremo entregándose en la cruz? ¿Un mejor intercesor que Jesucristo que está sentado, que comparte la vida con Dios Padre? En ocasiones pensamos que ese intercesor puede ser una persona bondadosa que vemos que se porta bien, o pensamos que es el sacerdote que ha consagrado su vida, una hermana religiosa, el obispo, o el Papa. Tenemos que trascender esa mirada, nosotros, Obispos y consagrados, servimos a ustedes, estamos para ayudarles, pero la intercesión con Dios Nuestro Padre ya está de nuestra parte. Esta es la constante esperanza y confianza que debe tener el verdadero cristiano, ––esta es la fe católica––, hay que superar ese instinto natural de pensar que Dios no nos quiere, que nos va a castigar por algo mal que hicimos, nos lo han infundido incluso nuestros propios padres, cuando nos dice: “Pórtate bien porque si no te va a castigar Dios”, ––esto no es verdad––, esto distorsiona la imagen de Dios Padre misericordioso que nos reveló Jesucristo en su modo de actuar.
Este es el intento tan grande que está realizando el Papa Francisco y que nos lo ha propuesto para que lo sigamos y así, transformemos nuestra mentalidad en la relación con Cristo, descubriendo en Él la fuente de la misericordia. Es por ello que el Papa el próximo 8 de Diciembre va a proclamar un año jubilar de la misericordia, para que descubramos esa puerta de amor. Qué bien nos sentimos nosotros cuando tenemos un problema y sabemos que podemos acudir a alguien que no solamente nos va a escuchar, sino que nos va a ayudar, sabemos que Él puede colaborar para que nosotros salgamos de esa difícil situación, que tiene los medios para hacerlo y por mi amistad que tengo con Él me va a ayudar. Ese es Dios Padre, a través de Jesucristo que nos ofrece la misericordia.
Pero, ¿qué nos pasa? ¿Porqué no realizamos esta oferta de gracia que nos ha dado Jesucristo al entrar en el cielo?, nos pasa cuando nos ponen en nuestras manos, uno de esos aparatos electrónicos que no sabemos cómo encenderlo, no sabemos cómo maniobrarlo, y decimos esto está muy difícil, tengo que tocarle aquí, acá, y tengo que aprender si lo quiero usar, de la misma manera nos pasa a nosotros los cristianos porque verdaderamente no hemos conocido a Jesucristo, no sabemos cómo relacionarnos con Él, no hemos aprendido a orar, a leer la escritura y meditarla, además a compartirla en grupo, en comunidad, en la misma familia, preguntémonos; ¿cuántos de nosotros compartimos de estas reflexiones de la Palabra de Dios en domingo con el esposo, la esposa, los padres con lo hijos, los abuelos con los nietos? Compartirlo como Palabra de Dios, esperamos a ver que dice el padre en la homilía, pero qué nos dice la palabra de Dios a nosotros, ––eso es lo importante––.
Por esto, en ocasiones estamos detenidos, no crecemos en nuestra relación con quien todo nos puede dar, con el Señor de la vida y de la historia, con Jesucristo sentado a la diestra del Padre. Así nos llenamos de asombro al oír estas lecturas; en la primera; nos encontramos con esta viuda que lo da todo para que el profeta viva, aún sabiendo que es lo único que tiene, o nos llenamos de admiración con esta viuda que señalaba Jesús en el evangelio, que da sus dos moneditas, ––es lo único que tenia para vivir––, y decimos; “Yo no sería capaz de esto”, eso es normal porque no conocemos a Cristo, entonces, estamos buscando qué nos pueden ofrecer los demás y nos entretenemos en nuestras cosas sin pensar en lo que nosotros podemos dar a los demás, porque nos falta éste espíritu del verdadero discípulo de Cristo.
Este año jubilar de la misericordia será para todos, incluyendo a los sacerdotes, porque cuando he dicho: que en ocasiones los papás aterrorizan a los niños con una imagen de Dios castigador, no faltan los sacerdotes que en sus homilías y en el confesonario también lo hagan así, ¡No!, esa no es la imagen de Dios nuestro Padre. Aprovechemos este año de la misericordia para aprender a manejar nuestra relación con Cristo, a saber escuchar su Palabra, a saber escuchar su voz en lo que nos sucede, a saber compartir lo que somos y lo que tenemos con los demás, a saber ser la comunidad de discípulos para lo cual Jesús fundó a su Iglesia. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla