HOMILíA DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILíA DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Cuando lleguen aquellos días, la luz del sol se apagará”

Con estas palabras, Jesús nos indica, que así como la vida del ser humano tiene un término, el orden de toda la creación del universo, también lo tiene. Sin embargo, la pretensión de Jesús no es simplemente afirmar que; la tierra y todo el universo no es eterno sino tienen una intención muy clara, “establecer la luz de la esperanza”, la autentica luz que ayuda a todo ser humano a cumplir su misión sobre la tierra.

En nuestra cultura no nos cuesta trabajo entender que todas las cosas son caducas, los alimentos tienen fecha de caducidad, las medicinas también la tiene y muchos de los objetos que compramos, nos advierten cuál es el tiempo de duración, por ejemplo; la impermeabilización de una casa tiene también un tiempo de caducidad, nos dicen esto va durar cinco años. Todo es caduco, no tiene que sorprendernos que también el universo sea caduco. Sin embargo, Jesús nos dice que tomemos el ejemplo de la higuera, que: “sepamos ver cuándo se acerca ese tiempo”, hoy con los avances de la ciencia, el ser humano sabe que el universo está en un momento joven, que la creación no está por terminarse y menos si la sabemos cuidar, ––un objeto con caducidad si no lo cuidamos vence más pronto––, un alimento que dejamos sin refrigeración vence más pronto, si nuestra casa, ––el planeta tierra––, no lo cuidamos, vencerá más pronto.

Ahora bien, los hechos científicos muestran que el universo esta como un adolescente, como un joven, entonces, la lectura de estos textos nos sirve para que nadie nos aterrorice con que ya viene el fin del mundo, es como si le decimos a un joven que se va a morir y por eso va a tenerle miedo a la muerte, ¡no!, todavía le queda vida por recorrer y él ni siquiera piensa en eso, piensa en vivir. De manera que la primer enseñanza que podemos sacar es; que todavía la creación tiene para rato, que más bien, es importante aprovechar nuestro tiempo, ––ese que es más breve, porque ya llegando a 80, 90 años la persona sabe que su encuentro con Dios se acerca––. Por ello el punto central de esta Palabra de Dios no está en las consideraciones del cuándo terminará, sino lo que dice Jesús más adelante: que él va a congregar a sus elegidos, es decir, a los llamados. Los elegidos son aquellos que ha llamado al bautismo, que los ha hecho sus hijos, que los va a congregar, esto significa “Iglesia”, desde su término inicial en hebreo, ––qahal––, significa los congregados por Dios. Eso es lo que le interesa a Jesús, que sepamos que no estamos dejados de la mano de Dios, sino al revés, ––como nos lo dice la segunda lectura––: “ya Dios ha enviado a su Hijo, a Jesucristo y una sola vez consiguieron rescate de todos aquellos que creemos en él”, ya no se necesitan ofrendas ni sacrificios, simplemente corresponder a su amor, por eso venimos a misa los domingos, para nutrirnos del Espíritu de Cristo, para alimentarnos de la Eucaristía, para estar congregados en torno a Él.

La homilía que se predica después de las lecturas tiene este objetivo, alimentar el espíritu de los congregados por Dios. Ustedes están aquí porque la fe en Él los mueve a venir, porque saben que es vida, misericordia, ante todos nuestros hechos de conducta, porque saben que Él nos perdona para rehacernos, rehabilitarnos, para darnos de nuevo la oportunidad de reconstruir nuestras vidas, ese es el sentido de la venida de Jesucristo el Señor, así lo leímos en la Segunda Lectura de la carta a los hebreos, entonces, ¿tenemos o no tenemos esperanza? Si tenemos camino, aunque este sol se apagara, nuestro sol que es Jesucristo iluminará siempre.

¿Qué tenemos que hacer? Tener claro que lo importante es: ¡conocer a Cristo!, a través de su Palabra, de la Sagrada Escritura, ––especialmente de los evangelios––, también hay que compartir nuestra fe, no dejarla guardada como algo intimo en nuestro interior, sino dar a conocer qué es lo que pienso, qué es lo que Dios me dice en mi conciencia, ––que es el lugar privilegiado para escuchar a Dios––, es el espacio donde Dios me habla, ahí en este interior descubro lo que Dios quiere de mí. Para ello debemos formar nuestra conciencia, y ésta se forma a la luz de la Palabra de Dios, a la luz de la vida y enseñanza de la Iglesia a lo largo de estos siglos, además se va formando constantemente compartiéndola para que no se quede en algo individual sino en algo comunitario, en algo que nos congrega.

Por eso en esta Arquidiócesis promovemos los pequeños grupos de lectura de la Palabra de Dios, además de la Eucaristía y de los otros sacramentos, promovemos este encuentro con el otro,  porque lo necesitamos para formar nuestra conciencia con rectitud y objetividad a la luz de su Palabra, porque nos necesitamos para compartir la vida y para actuar conforme a lo que descubrimos que Dios quiere de nosotros.

Hermanos estamos muy a tiempo para poder aportar en nuestra generación esta luz que brilla en el interior de cada uno de nosotros y que debe brillar en nuestra sociedad, Cristo es nuestra esperanza. Que así sea.

  + Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla