“No aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”
Esta expresión puede sentirse como un duro reproche pero también se puede sentir como una oportuna advertencia. “No aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”. Veamos a la luz de estas dos lecturas cuál es la oportunidad que Dios nos da ahora, aquí se está hablando de una oportunidad histórica de la época de Jesús, en la que vemos que el mismo Jesús antes ha dicho “si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz”, ahí está clara la advertencia de que su predicación y enseñanza indicaban el camino correcto para llegar a la paz.
Jesús ve que este camino hacia la paz, no ha sido entendido y menos asumido por quienes lo escuchaban, y nos dice el texto que: “Jesús contempló la ciudad y lloró por ella”. Cuando algo nos duele nos viene el llanto de manera natural y espontanea, en ocasiones nos apena porque no estamos acostumbrados a manifestar la tristeza, sin embargo, el llanto es una expresión natural del alma, muy importante, ––lo dice el papa Francisco––, “hay que aprender a llorar”, Jesús lloró y no es la única vez que manifiesta esta actitud. Llora porque ha señalado lo que debía realizarse y nadie ha asumido lo que él había comenzado, el camino que conduce hacia la paz y ve que el camino que han seguido, conduce a la destrucción y a la muerte, esto es lo que nos deja ver esta escena en el Evangelio. ¿Cuál es la oportunidad que Dios nos da?
La primera lectura nos presenta un hombre firme, convencido, decidido y que ante la imposición de un imperio que quiere someter, incluso quiere obligar a dejar las propias costumbres para asumir las de ese imperio, se resiste y manifiesta su decisión de que no las asumirá. Terminando de manifestar esto públicamente ante la comunidad y ve que un hermano suyo, un judío, si acepta lo que el imperio le está pidiendo, dejando sus propias convicciones, y dice el texto que: “al verlo matatías se indigno, templo de cólera y en un arrebato de ira santa, corrió hasta el judío y lo degolló sobre el altar. Mató además al enviado del Rey que obligaba a hacer sacrificios y destruyó el altar”.
Esta lectura es muy impresionante y pedagógica a la vez, porque es parte del Antiguo Testamento, y éste es el tiempo de la preparación, no es el tiempo de la plenitud, la obra del Reino de Dios llega con Jesucristo, no antes, esto sucede aproximadamente un siglo antes de la llegada de Jesús. Hoy podemos tener la tendencia de asumir el Antiguo Testamento como Palabra de Dios en el mismo nivel que el Nuevo Testamento y aquí debemos advertir la enseñanza de la Iglesia, el Antiguo Testamento es tiempo de preparación en donde se descubren las formas cómo el hombre imagina a Dios y cómo va descubriendo la forma de responderle, en ocasiones acertadamente, y otras veces equivocadamente. Por ello es un riesgo siempre latente, que al leer lecturas del Antiguo Testamento las tomamos cómo la última Palabra de Dios, no es sólo el Antiguo Testamento sino que se confrontan con la Luz de la enseñanza de Jesús, los evangelios. Matatías movido por su fe y por su convicción de ser coherente ante Dios, mató a un judío que no hizo lo que debía y a quien mandaba el Rey para imponer esas otras costumbres religiosas, ¿creen que Matatías obró bien? Mató en nombre de Dios. ¿Hizo bien o hizo mal? Esto se nos ha proclamado como Palabra de Dios, ¿así tenemos que actuar nosotros?, hemos visto que en Paris está ocurriendo algo similar, en nombre de Dios matan a todos aquellos que se oponen a esa manera de entender a Dios.
La respuesta está clara, a la luz del Evangelio a la luz de la experiencia del Maestro que trae el tiempo de la plenitud, es decir, en Cristo ya tenemos todos los elementos para discernir todas las circunstancias de la vida humana, es en Jesucristo, y por eso la Iglesia enseña con toda claridad que el Antiguo Testamento es palabra de Dios leída a la luz del Evangelio. El corazón de la biblia es el Evangelio, si algo del Antiguo Testamento está en contradicción con el Evangelio, quiere decir que ya no se sigue este camino.
Es necesario abrir espacios para la lectura del Evangelio, ¿ven la importancia que tienen la formación de las pequeñas comunidades?, en este primer año estamos reflexionando sobre el Evangelio de Marcos, continuaremos con el de Lucas en este año de la misericordia, y así posteriormente con los otros dos evangelistas. El corazón del discípulo de Cristo tiene que estar centrado en la Palabra de Dios, desde aquí, entender todos los caminos que el hombre ha recorrido a lo largo de la Historia de Salvación y que lo transmite el Antiguo Testamento, donde encontramos una imagen de un Dios justiciero, en cambio, Jesucristo nos ha mostrado a un Padre misericordioso que está siempre presente de sus hijos y en cualquier momento dispuesto a perdonar, reconciliar y volver a aceptarlo ––éste es el verdadero Dios––.
“No aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”, al adentrarnos en el corazón del Evangelio, vemos las actitudes de Jesús, sus gestos, sus enseñanzas, volver a él, dejar tantas formas equivocadas que instintivamente nos han llevado a seguir a un dios que nos es el que nos ha mostrado Jesús. Estamos en el tiempo de la plenitud, sin embrago, seguimos actuando como actuó Israel en el Antiguo Testamento, ¡que Jesús no llore por nosotros! más bien que se ¡alegre por nosotros!, que no diga estas palabras: “si este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz”, y que nosotros lo dejemos de lado. La paz esté con nosotros, para así descubrir que el otro es un regalo de Dios para mí, así podamos alcanzar esta fraternidad de los hijos de Dios, por eso nuestra gran Misión, por eso nuestra formación en los evangelios, ¡si comprendiéramos lo que esto significa, alcanzaremos más! No desaprovechemos la oportunidad que hoy Dios nos da. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla