“Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”
Hoy celebramos la fiesta de Cristo Rey, por tanto, las lecturas proclamadas como Palabra de Dios, nos proponen textos sobre el Reino de Dios, en el cual Jesucristo es el Rey. Nos encontramos en el último domingo del Tiempo Ordinario, el próximo domingo entraremos en el Adviento, ––en espera de la Navidad––, esta presentación de la liturgia ocurre dos veces al año para la consideración del Reino de Dios; el domingo de Ramos recordamos cómo Jesús entra en Jerusalén montado sobre un asno, y es aclamado como aquel Rey sencillo que viene para poner la paz, va montado en un animal de carga, no va montado en un caballo que era el animal que se utilizaban para la guerra, sino en un asno que era el animal que se utilizaba para el trabajo. Con este elemento, tenemos una indicación del Reino de Dios, no es guerra, no es violencia, no es agresión, no es enfrentamiento y lucha de unos contra otros, el Reino de Dios es trabajo, colaboración, participación, reconciliación, construcción de la fraternidad, de la comunión, buscando la verdad.
El domingo de Ramos, el Reino de Dios lo contemplamos en su mayor crisis, porque, una vez pronunciado el tipo de reino que quiere Jesús, es abandonado por los mismos discípulos más cercanos a él; uno lo traiciona ––Judas Iscariote––, porque pensaba en otro reino, un reino que los liberara del imperio Romano, un reino político que le diera autonomía a su pueblo. El Reino que Jesús presenta no satisface a sus discípulos, ni siquiera a los más cercanos, le preguntaron a Pedro: ¿Tú conoces a ese hombre? ¿Eres su discípulo? ¿Andas con él? responde Pedro: ¡No! Yo no lo conozco, los discípulos se dispersan porque no entienden que el Reino de Dios es donación, es: ¡generosa donación! que incluye la vida misma por los demás. Si Cristo es el Rey, tiene que dar el testimonio que éste es el camino, por eso mismo, es llevado a la cruz injustamente, tiene que enfrentar todo lo que no es el Reino de Dios en su persona. Esto no lo entienden los discípulos.
El Reino de Dios es: “un Reino distinto, mi Reino no es al estilo de los reinos de este mundo, pero es para este mundo”. Y Jesús nos da la característica fundamental: “Yo soy Rey, Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad”, la verdad que Dios quiere que se manifieste a la humanidad, es: ––el camino por el cual nos creó––, nos creó para la justicia y la paz, para generar la fraternidad de una solo familia, pero, mi Reino no es al estilo de estos reinos que la humanidad ha tenido y tendrá, que se imponen, que someten, que explotan, que marginan. ¿Cómo podemos ser nosotros discípulos de Cristo y participar de este Reino al que hemos sido invitados? Jesús nos dice: “todo el que es de la verdad escucha mi voz” Pilato le preguntará entonces: ¿qué es la verdad? Éste piensa que la verdad no es posible alcanzarla, como muchos hoy piensan que la verdad es imposible, que cada quien tiene su verdad. Dan la vuelta y no escuchan a Jesús.
¿Qué es la verdad? La verdad desde el campo filosófico es: que lo que yo pienso en mi cerebro, en mi mente, se identifica con lo que es en la realidad, ––si pienso en una mesa y veo que tiene cuatro patas y tiene una superficie que se sostiene en ella, eso es lo que pienso en mi mente y eso hay objetivamente, quiere decir que tengo la verdad––. La biblia va más allá, la verdad bíblica es: lo que yo creo, lo que es mi convicción y lo que yo digo, así lo hago, cumplo con lo que yo digo, “la coherencia entre mi pensar, mi sentir y mi conducta es la verdad”. Esto es lo que muestra Jesucristo, lo que él habló lo vivió, por eso no podía abandonar la sentencia de muerte en la cruz, pues ya había dicho: “quien no da la vida por los demás, no puede ser mi discípulo”, él como Maestro tenía que dar la vida misma. La verdad es; ––que lo que creemos lo vivimos, lo que pensamos y lo que sentimos lo expresamos en nuestro actuar––. Este es el primer paso que debemos reflexionar en torno a esta fiesta de Cristo Rey.
El segundo paso es: caer en la cuenta que Jesucristo por eso es el camino, porque él manifestó en su persona esta verdad. Si ha habido alguien coherente entre lo que dice y lo que hace, ha sido Jesús, él es el modelo a seguir.
Un tercer paso: nos miramos, nos reconocemos y decimos ¡no tengo la fortaleza para actuar siempre conforme a lo que pienso! ¿Cómo seré discípulo de Cristo y participar en este Reino de la Familia de Dios?, es entonces, cuando viene la necesitad de mirar a Jesús y de recordar que él nos regala su Espíritu. ––Si así lo prometió y así lo dijo, así lo hace––, nos regala al Espíritu Santo que le ayudó a él a ser coherente, a ser el primero que como Maestro también enseñó a ser discípulo de la verdad. No estamos solos, nuestra fragilidad es real, nuestras limitaciones son verdaderas, están ahí, por eso nuestra confianza no puede estar sólo en nuestra fortaleza personal, ––que pronto tendrá dificultades–– sino, en la asistencia, en la conducción, en el aprender a que sea el Espíritu de Dios quien me conduzca, quien me guíe, que me dé la fuerza para ser discípulo que busca la verdad y participa del Reino de Dios.
Por eso estamos aquí, para escuchar a quien es la Palabra de verdad, para alimentarnos de quien nos da la fuerza del Espíritu, que nos da su presencia Eucarística, por eso venimos a misa el domingo, no ha cumplir un precepto o una obligación eclesiástica, ¡venimos porque necesitamos a Jesús!, porque necesitamos seguir como él, queremos que nos fortalezca su espíritu. Ahora con gran confianza en nuestro corazón agradezcámosle nuestra fe, recordando lo que dice Jesús: “todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla