HOMILíA VISITA PASTORAL AL SEMINARIO: ETAPA: CONFIGURACIóN CON JESUCRISTO BUEN PASTOR

December 31, 1969


HOMILíA VISITA PASTORAL AL SEMINARIO:  ETAPA: CONFIGURACIóN CON JESUCRISTO BUEN PASTOR

 

“Ha dado todo lo que tenia para vivir”

Este ejemplo que pone Jesús a sus discípulos, inmediatamente nos puede conmover, y hacernos  quedar en un primer nivel de la lectura de la palabra, ––en el aspecto económico––, dado lo que dice Jesús: mientras los ricos echaban sus donativos en las alcancías del templo, vio a una viuda pobre que echaba dos moneditas, a lo que añadió: “yo les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que todos”. El hecho mismo nos puede sólo centrar en una generosidad expresada a través del desprendimiento del dinero, ––es importante––, sin embargo, el texto va más allá en la afirmación de Jesús: “estos ricos le dan a Dios de lo que les sobra, pero ella en su pobreza ha dado todo lo que tenia para vivir”. Es decir, pasa a segundo término las dos moneditas y va Jesús a la vida misma, ––todo lo que tenía para vivir––.

Cuando Jesús ha movido en cada uno de nosotros interiormente la vocación, nuestra respuesta debe ser generosa como la de ésta viuda, ¿hemos dado todo lo que teníamos para vivir? La Iglesia nos pide algunas cosas concretas que expresan ese darlo todo “ve y vende todo lo que tienes y luego ven y me sigues”, le dijo Jesús al rico, este pensó en sus bienes, no en su vida, por eso no pudo dar respuesta porque su vida estaba aferrada a esos bienes, pensó que su felicidad dependía de tener esos bienes. Jesús lo que pide es: el desprendimiento de tu propia vida para no tener sólo el interés de tu persona sino para la misión a la que Dios te llama. Este es el aspecto más profundo, ––el desprendimiento––, no es tanto que demos dos o más moneditas que nos han costado mucho trabajo reunirlo, sino ese desprendimiento de poner mi vida en las manos de Dios, tener toda la confianza y poner toda mi esperanza en quien me ha llamado. Este es el primer paso que nos deja el Evangelio para pensar, ser desprendidos de tal manera que nunca aferremos nuestra felicidad a cosas ni a personas, sino a este Dios que nos ama y nos invita descubrirlo en lo demás.

De la primera lectura, haré una aplicación de un aspecto del desprendimiento muy especial que tiene el ministerio sacerdotal. Al escuchar la lectura del profeta Daniel sobre estos cuatro jóvenes, (Daniel, Ananías, Misael y Azarías) que los llevan a la cabecera del imperio, ––Babilonia––, eran elegidos porque eran de la clase preparada, educada, aristócrata, bien formados. En la corte había que servir al Rey, ––no pensemos que su oficio era llevar platos y lavarlos, poner la mesa––, el servicio de los cortesanos era un oficio no solamente noble, sino muy importante dentro del gobierno, por eso nos dice el texto al final que: “el rey Nabucodonosor los encontró 10 veces superiores a todos los magos y adivinos de su reino”, eran quienes le resolvían los problemas de gobierno al rey, como los asesores, el equipo que hace el análisis para identificar dónde está el problema, lo ubican y proponen soluciones que tienen buen resultado para resolverlo. Estos cuatro jóvenes, tenían sus propias convicciones de fe, no se resisten a dar  el servicio que les pide el rey, sino a mantener sus convicciones y negocian con el mayordomo que tiene la obligación de velar y dar cuenta por ellos ante el rey y en esta negociación Daniel, es el hábil quien le propone y le garantiza que no tenga pendiente ni preocupación, que las cosas van a salir bien, como de hecho salen.

Ahora vamos a nosotros. El Señor les está llamando a integrarse e este cuerpo de presbíteros de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, les pide desprendimiento como esta viuda pobre, para aferrarse en su vida a esta esperanza del Dios que les ama y con esta esperanza servir a los demás. Sin embargo, les pide una cosa muy propia para ejercer este ministerio, ––el celibato sacerdotal––, el desprendimiento que llega incluso a la orientación de su vida, de entrega total al servicio de la comunidad eclesial.

Este aspecto como lo cuidaron Daniel, Ananías, Azarías y Misael, muchas veces los demás no lo valoran, como no lo valoraba este mayordomo, e incluso muchos pensaron que es una pérdida que estos jóvenes; tan apuestos y bien formados, no tengan una mujer y que no vayan a tener hijos, ––es una locura––.

Dentro de la misma comunidad cristiana hay quienes no valoran el celibato sacerdotal, sino lo ven como una carga que se les impone en beneficio de la economía diocesana para no cargar con las familias, ––que podrían formar cada uno de ustedes––. Esa es la realidad, así piensa la gente, son pocos los que valoran el celibato y lo aprecian, por ello es difícil mantenerse en la fidelidad al Señor, porque fácilmente ante cualquier situación de enamoramiento, decimos; ––el sacerdote es humano, tiene que tener una relación más afectiva con alguna mujer, tiene que tener amistades––, empiezan a darle valor a lo que puede ser una desviación que los pueda conducir incluso, a la deserción de su propia vocación.

¿Qué es lo que necesitamos hacer? Como Daniel, desde el principio advertir, lo que es riesgoso, lo que no va con la convicción de fe, si los demás no valoran la opción que yo he tomado, soy el primero que debo garantizarla. Los movimientos afectivos que suelen a todos sucedernos en la relación con la mujer se sienten en el interior del corazón, ––uno siente si hay algo más que una simple relación funcional, estructural o de servicios––, ¿hay algo que me mueve más en la relación con ésta mujer? ¡Atención!, yo soy el único que la experimento y tengo que darme cuenta que corro un riesgo, no decir solamente: ¡no pasa nada! Si pasa algo, está pasando. Esto lo tienen que aprender desde ahora para que en la vida presbiteral ya hayan adquirido la experiencia de cuidar su propia vocación y poder desprenderse de tal manera que no sean atrapados o encausados a algo que después los marque negativamente y que ya no puedan servir con la alegría, con el entusiasmo de un joven que quiere darlo todo al Señor.

Este ejemplo de los jóvenes nos ayuda a entenderlo. Para ellos era muy importante mantenerse en la fidelidad de su convicción religiosa, ¿porqué ustedes van a aceptar el celibato? Se están formando para ser sacerdotes por su convicción religiosa, por su fe, porque creen que la Iglesia los está llamando y les está pidiendo esta actitud de desprendimiento total, para poder anunciar desde su propia vida que como Cristo, ¡nosotros los sacerdotes, estamos abiertos a todos y los queremos a todos!

Y no vamos a privilegiar a quien pudiera ser mi esposa y mis hijos que sería siempre el amor preferencial que Dios ha puesto en el proyecto de familia. Nosotros en la vivencia misma del celibato sacerdotal manifestamos en plenitud la persona de Cristo, ¡es Cristo que en cada uno de nosotros manifiesta el amor a todos los miembros de la Iglesia! Y en esa apertura estará también la fecundidad de su ministerio.

Pidámosle al Señor que les de la inteligencia emocional que tuvieron estos cuatro jóvenes para defender sus convicciones de fe y que también los prepare en esta formación para aceptar el celibato, ––no como una carga, no como una ley––, sino como el desprendimiento total para entregarse a la vocación a la que los ha llamado. Que así sea.

 + Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla