“Se acerca la hora de su liberación”
Estas últimas palabras del texto del Evangelio que acabamos de escuchar, son fundamentales para entender todo el texto, “levanten la cabeza”, cuando andamos agachados da la impresión que estamos concentrados, nos encontramos en una actitud reflexiva, pensando y en ocasiones no sabemos quién está atras de nosotros o quién va pasando a nuestro lado porque nuestros pensamientos nos atrapan, normalmente es porque estamos preocupados por algo. Levantar la cabeza es: salir de esa preocupación y mirar más adelante. Esta lectura dentro del contexto del fin del año litúrgico, pareciera que se nos está anunciando el fin del mundo, ––y eso que Jesús vivió XXI siglos antes que nosotros y no había oído hablar nunca del cambio climático ni mucho menos de todas sus consecuencias––.
Podemos descubrir a la luz de esta última palabra, “Se acerca la hora de su liberación”, y por los contextos en relación a todo el discurso apocalíptico de los Evangelios; que la pretensión de Jesús no es infundir miedo, ni mucho menos aterrar a la gente que lo escucha. Por una parte hace conciencia que esta creación tendrá un fin, todas las cosas tienen caducidad, las personas sabemos que algún día vamos a morir, sin embargo, no por eso vivimos angustiados porque llegará el día de nuestra muerte. La intención de Jesús no es aterrorizar, sino darle la certeza y la confianza a sus discípulos de que ¡él estará con nosotros!, aun en los peores momento y las catástrofes que puedan suceder.
Algunos exegetas, respecto a estos textos, se dirigen hacia la posibilidad que pasó en el año 70 en la destrucción del Templo de Jerusalén, de esa catástrofe para la misma ciudad que rechazó a Jesús y lo mismo va a suceder hacia el fin del mundo a los que rechacen a Jesús. ¡Esos sí que tengan miedo!, los que no acepten la propuesta del Evangelio, la propuesta de Cristo Maestro, ¡pobrecitos! Como le pasa a cualquiera de nosotros en un momento de adversidad y lo que nos saca a delante es nuestra confianza en el Señor, por más difíciles que nos toque la situación, por más complicado que sea las circunstancias que nos toquen afrontar, nuestra fe viene a fortalecernos porque sabemos que ¡el Señor está con nosotros! ¿De qué manera? No lo sabemos.
¿Daniel se imaginaba que al ser sentenciado para ir a la cueva de los leones iba a salir inmune? Seguramente no, más bien pensó ––ya llego el león––. No necesariamente debemos pensar ahora ––con los conocimientos que tenemos que fue un milagro––, decir: por la intervención de un ángel que llegó y lo defendió de las fieras, pues hoy en día sabemos que los animales no atacan siempre, además tienen un instinto en donde descubren el peligro ante quien se acerca y atacan inmediatamente o cuando tienen hambre. Pero no siempre atacan y seguro que con la serenidad propia de un hombre sabio como nos lo describe la escritura que era Daniel, no transpiró adrenalina, sino que se puso en manos de Dios en quien confía plenamente, a esto estamos llamados nosotros, pues no sabes de qué manera estará con nosotros, en ocasiones incluso salvándonos de riesgos y peligros.
En esta semana se vivió algo similar, en torno a estas escenas que se nos van presentando en estos días; el autor intelectual de los actos terroristas en París, entró a un café y llevaba la ametralladora dispuesto a disparar y matar, tenia frente a dos mujeres que estaban tiradas al piso, intentando salvar su vida, las vio, las encañonó, pero no le funcionó la ametralladora, el terrorista empieza a revisarla, sale, se retira para ver cómo la hace funcionar y las mujeres se levantan y corren, ––éstas salvan la vida––.
No sabemos cómo y de qué manera se va hacer presente Dios en nuestra vida, pero ciertamente tendremos en nuestro caminar, testimonios en los cuales vemos la mano de Dios, él está pendiente de nosotros y aunque nos toque vivir cualquier catástrofe, él está pendiente de nosotros.
Esta es la confianza que nos infunde la palabra de Jesús, particularmente esta última, se acerca la hora de su liberación para los elegidos, para los discípulos de Cristo, ––en caso de que nos toque el fin de mundo––, el Señor vendrá por nosotros y nos tomará de una manera distinta a la que pudiese ser esta figura apocalíptica que hemos escuchado. Esta confianza es la que nos debe animar en nuestro seguimiento de Cristo, en nuestra vocación, en nuestra relación con él, teniendo presente que entre más intimemos con él, más paz tendremos en nuestra persona y cuando una persona está en paz es muy fecunda, produce mucho fruto. Que el Señor nos conceda a todos en nuestro camino de seguimiento a Cristo y en esa intimidad con él, la paz del Espíritu. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla