“Vino la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan hijo de Zacarías”
El Evangelio de hoy nos presenta en un tiempo concreto de la historia esta decisión que ha tomado Juan Bautista de retirarse del servicio que realizaba en el templo de Jerusalén como sacerdote Levita, ––igual que su padre Zacarías––, ha deicidio tomar un tiempo de silencio, de soledad, por eso se va la desierto, es una decisión que Jesús también tomará antes de iniciar su ministerio, ––irá al desierto de Judá––.
El desierto en el Antiguo Testamento fue un lugar donde Dios hablaba a su pueblo, el desierto del Sinaí, esa travesía que en la liberación de Egipto tuvieron que realizar los hebreos liberados para llegar a la tierra prometida, se convirtió en el símbolo que después los profetas aludían para significar el lugar del encuentro de Dios con su pueblo o con un profeta determinado, así lo ha Juan, va al desierto porque quiere encontrarse con Dios para escucharlo, para saber qué es lo que quiere de su vida. Esta primera actitud es muy oportuna dado el contexto sociocultural que vivimos, porque que así como Juan para desarrollar su misión, necesitó este tiempo de silencio y esta capacidad de escucha, ¿cuántos de nosotros también lo necesitamos?
El adviento es este tiempo propicio para que busquemos un tiempo de escucha, de entrar en nuestro interior y a la luz de la Palabra descubrir que es lo que Dios quiere de nosotros. Así vemos que efectivamente nos dice el texto del Evangelio: “vino la Palabra de Dios sobre Juan”, y esta Palabra que recoge Juan Bautista lo lanza a comenzar un ministerio, que dispone la llegada de Jesús como el mesías, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados. El inicio de la reconciliación con Dios, comienza con el perdón, en sus distintos niveles, muchas veces debemos comenzar con nosotros mismos, ¿cuántas veces reconocemos que nos hemos equivocado, que no nos comportamos como debiésemos? ¿Cuántas veces hemos herido a otros, incluso a seres que nos son muy queridos en la propia familia? o ¿en la amistad? o ¿en la coincidencia de creer y formar parte de la Iglesia?
El perdón comienza por aceptar que me equivoqué y al mismo tiempo con la confianza de que soy perdonado por Dios y por ello también me perdono. Quien da este paso se abre un camino porque se da la oportunidad de rehacer su persona, de recomenzar de nuevo. No debemos olvidar que esta vida terrestre no es para que seamos perfectos, sino para que aprendamos de las caídas, de las experiencias duras, tal como nos lo dice el profeta Baruc en la primera lectura, ene esa esclavitud y exilio que vivió el pueblo de Israel, como hoy lo vemos con tantos de nuestros compatriotas sudamericanos que pasan un calvario intentando llegar a los Estados Unidos.
––Los migrantes––, son un ejemplo de ese camino doloroso que realizan buscando una mejor forma de sobrevivir y una mejor calidad de vida, esa cruz la vivió el pueblo de Israel y que hermoso lo que Dios le dice por medio del profeta: “despójate de tus vestidos de luto y de aflicción y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da”. Ese es el camino que Dios nos ofrece y este es el camino que podemos reiniciar este adviento. El itinerario de este camino lo podemos entender y expresar mejor en la segunda lectura que nos ofrece la palabra de Dios tomada de la carta del apóstol San pablo a los filipenses. “Siempre pido por ustedes y cada vez que lo hago es con gran alegría porque han colaborado con migo en la propagación del Evangelio desde el primer día hasta ahora”.
Es lo primero que hace san Pablo para esta comunidad, ––que sabemos por la historia que es la comunidad que más quiso y apreció por la correspondencia que tuvo a su obra evangelizadora––. Dice el apóstol: “Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús”, enseguida nos dice cuál puede ser nuestro itinerario como lo fue para esta comunidad de los filipenses; “que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual”.
Si notros reconocemos nuestras heridas, limitaciones, equivocaciones y pecados, no es para remover los momentos dolorosos sino para decir: ahora Dios me brinda su amor porque me espera como a un hijo y empieza un mayor conocimiento de la persona de Jesucristo y del rostro misericordioso de Padre que anunció el mismo Jesús, comienza una sensibilidad espiritual en nosotros. Estos son los dos aspectos que nos señala San pablo; crecer en el conocimiento de quién es Dios cómo es Dios, cómo se acerca a nosotros y crecer también en nuestra sensibilidad espiritual. Es la más importante de nuestras dimensiones de la vida humana, ¡la espiritualidad!, no tanto lo que hacemos sino lo que aprendemos de lo que hacemos, no tanto nuestras actividades, sino descubrir lo que crece nuestro interior, nuestro gozo y alegría al hacer las cosas que Dios quiere, ––esta es la sensibilidad espiritual. Estos dos aspectos es lo que puede realizar nuestro camino para llegar a tener esta experiencia como el apóstol pablo y como la Iglesia primitiva, hoy también nosotros como Iglesia de Tlalnepantla.
Es propicio la convocatoria que nos hace el Papa y que el próximo Martes a las 12:00 am nos uniremos a él, ––él allá en San Pedro, en el Vaticano––, nosotros aquí en nuestra Catedral, abriremos el año Jubilar de la misericordia. No es otra cosa que propiciar el conocimiento de cómo es Dios, quién es Dios, cómo nos ama Dios, cómo esta presente en nuestra vida, cómo es el rostro misericordioso de Dios para todos. Como nos lo dice el Evangelio de hoy la salvación está destinada a todos, nadie tiene que estar excluido de ella, Dios quiere que todos los hombre se salven.
Hagamos de este año Jubilar una ocasión propicia de crecer en este itinerario, de conocer más a Dios y de crecer en nuestra sensibilidad espiritual para que se allanen los caminos, se bajen nuestras dificultades, superemos cualquier obstáculo y crezcamos en el amor mutuo y recíproco como discípulos de Cristo. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla