SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO
Gracia y paz de parte de Jesucristo nuestro Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, a todos los que están aquí en nuestra catedral presencialmente, les deseo esa gracia y paz de Jesucristo; y también a las personas que siguen con mucha devoción esta transmisión en sus hogares. Tanto en el territorio de nuestra Arquidiócesis como también en algunos otros lugares de la república mexicana y de el exterior, de otros países.
Hoy estamos cerrando un año litúrgico, y precisamente se cierra con esta solemnidad, esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo. El canto de entrada fue un canto de Cristo Rey, que queremos alabarlo, bendecirlo. Ya el próximo domingo iniciaremos el inicio de otro tiempo litúrgico llamado Adviento, que serán cuatro semanas que nos llevan a la Navidad. Pero hoy quiero invitarlos a todos ustedes para que refrendemos nuestra amistad con Cristo, nos adhiramos a su proyecto, nos comprometamos.
Sin duda que el Evangelio hoy nos ayuda para ver para que su reino no es de este mundo. En el diálogo que tiene con Pilato, le pregunta él a Jesús ̶̶—¿Eres tú el rey de los judíos? ̶̶—. Claro que Jesús les dice ̶̶—Mi reino no es de este mundo ̶̶—. Vemos nosotros que la pasión de Jesús, todos los 3 años que estuvo peregrinando, que estuvo el su ministerio pastoral, su pasión era anunciar el reino de Dios, anunciar el reino de su padre, y este reino es un reino de servicio, un reino de paz, un reino de verdad, un reino de justicia, un reino de amor. La misa que celebré temprano, hoy a las 6:30 de la mañana aquí, para iniciar con la carrera vocacional, les decía como si observamos nuestro mundo, pues nos ponemos tristes, si nos ponemos a llorar, en el sentido de que se permea más la cultura de la muerte, porque así como hay el reino de Dios, está el reino de satanás, y ¿Cómo se ve que está el reino de satanás presente? Cuando hay corrupción, cuando hay violencia, cuando hay guerra, cuando se pisotean los derechos humanos, la dignidad humana; pero nosotros tenemos que invitarlos a la luz del Evangelio, a la luz de esta fiesta, a que tengamos esperanza y que caminemos juntos en medio de tanta dificultad. No podemos nosotros quedarnos con los brazos cruzados, tenemos que hacer algo, y una cosa bien importante: siempre es decirle si a la vida.
Ahora que está muy de moda despenalizar el aborto, pues tenemos nosotros que también dar nuestra palabra desde la palabra de Dios, porque Dios quiere la vida y hace ocho días les comentaba ustedes cómo si estamos nosotros de acuerdo en la talla de los bosques de la casa común, del cuidado de la casa común, estoy seguro que me van a decir todos que no, que no estamos de acuerdo; también el que se maten animales, pues ya hay leyes que también se penaliza quien haga esto, pero lo triste es que matar al ser humano no hay problema.
Mañana en la cámara de diputados se va a legislar. Nosotros hemos dado nuestra palabra y hemos dicho a los diputados que no estamos de acuerdo en que se despenalice el aborto, que tenemos que decir sí a la vida. Y eso es precisamente, ponernos del lado de Dios que quiere la vida desde su concepción hasta su muerte natural, es decir, desde cuando está el niño en el vientre materno se debe respetar desde la concepción hasta el nacimiento, y en la vida también, de cualquier ser humano, hasta su muerte natural. Esto es una situación complicada, pero que también los cristianos tenemos que decir sí a la vida, si a lo que Dios quiere. Por eso hoy queremos nosotros decirle a Cristo que queremos participar con él, que queremos seguir conociéndolo, siguiéndolo en nuestra vida, anunciándolo como misioneros y como misioneras, sembrar semillas del Evangelio, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra colonia, en nuestra comunidad, sembrar esas semillas, que a lo mejor duran tiempo en ir germinando, en dar fruto, las semillas de la paz, las semillas de la solidaridad, de la sensibilización de aquellos que menos tienen, de aquellos que más necesitan, como son los ancianos, los enfermos, los niños, aquellos que lo necesitan más; que nosotros no seamos espectadores, sino que seamos protagonistas de nuestra historia, y que hoy le digamos a Cristo Rey que lo queremos tener como centro de nuestra vida, ese Rey que sirvió hasta dar la vida por todos nosotros.
Que tengamos esa esperanza, que no seamos pesimistas, que seamos artesanos de paz, constructores de justicia, de amor y de esperanza.
Así sea.
+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla