“He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí”
Así comienza la primera lectura del profeta Malaquías. Habla de un mensajero que preparará el camino, más adelante dice que “éste mensajero ya va entrando” y se pregunta: “¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca?” La visión a la que se refiere el profeta, es una visión todavía conjunta de la primera y de la segunda venida de Jesucristo, nosotros ya después de haber pasado esta nueva etapa de la venida de Jesucristo que se encarnó podemos entender que hay una distinción entre dos momentos; el primero, la “encarnación” que celebramos en Navidad y el segundo, el “final de los tiempos”, es decir, la llegada final de Jesucristo al culmen de la historia.
Es hasta después de la venida de Jesucristo que esto ha quedado clarificado y separado, también de aquí entendemos la finalidad de la primera venida distinta a la finalidad de la ultima venida, ––en ese inter nos encontramos––.
Quiero fijar la atención en esta primera lectura en la parte final: ”he aquí que yo les enviaré al profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor, día grande y terrible”. La venida de Elías en el Antiguo Testamento ya había sucedido y una característica de este profeta es: "la palabra", él es el padre del profetismo, con Elías comenzó la escuela de interpretar los acontecimientos a la luz de la fe para el bien del Pueblo de Dios.
Nosotros mediante el sacramento del bautismo somos constituidos profetas, cabe hacer una pregunta: ¿estaremos participando en la interpretación de los acontecimientos y descubrir qué es lo que Dios quiere decirnos para transmitirlo a los demás? ––Creo que nos quedamos cortos en esta tarea––, sin embargo, es una buena pregunta en la que podemos reflexionar en estos momentos, hay mucho que hacer y con mucho ánimo, pues la vida es para eso, ¡aprender a ser profetas de nuestro tiempo!
El profeta Elías es simbólico, es un signo y nos está indicado de una manera sutil, ––que después veremos que será una realidad––, realizada en Jesucristo porque él es la “Palabra encarnada”, es decir, ya no solamente es la palabra que transmite la interpretación de un acontecimiento, sino en su propia vida Jesús, nos habla.
Eso es lo que celebramos ahora, ese momento histórico ya sucedió hace 2015 años. Y vemos en el Evangelio que se nos narra el nacimiento de Juan el Bautista, ––el precursor de Jesús, quien viene a preparar el camino––, hijo de Isabel y ante este evento su padre Zacarías recuperó el habla al contemplar las maravillas que Dios había obrado en ellos. Teniendo en cuenta estos elementos, retomando la última parte del Evangelio; ante el nacimiento del hijo de Isabel y ante el nombre que han decidido ponerle, ––nadie se esperaba el nombre que sus padre eligieron––, y dice el texto: “un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso ¿qué va a ser de este niño? Esto lo decían porque realmente la mano de Dios estaba con él”, es decir, en la figura de Juan Bautista, por la forma en como nace este niño, la comunidad se sorprende y entran en un momento de temor expresando todos entre ellos: ¿qué sucederá con este niño?
Nosotros ya no nos llena de temor ni de asombro, porque ya conocemos lo que está relatado en el Evangelio, por ello hagámonos ésta pregunta teniendo en cuenta que somos Iglesia, ¿qué va a ser de ésta Iglesia de Tlalnepantla?, los invito a que en la respuesta asumamos nuestra responsabilidad, en primer lugar yo como Arzobispo de esta comunidad, el Obispo Auxiliar, los sacerdotes que me acompañan concelebrando y ustedes cómo fieles. Todos nosotros estamos llamados a ser profetas desde el momento en que fuimos bautizados, llamados a interpretar los acontecimientos, llamados a descubrir lo que Dios quiere decirnos, además estamos llamados a transmitir a los demás.
Al ejercer esas tareas, vemos el futuro de la Iglesia de Tlalnepantla, si dejamos de realizar nuestras tareas: ¿qué va a ser de esta Iglesia? Todos nosotros somos parte de esta historia de salvación, no sólo nos acordamos de la navidad y la celebramos con alegría entre posadas, pastorelas, cenas, --es importante si--, pero habrá que preguntarnos: ¿estoy realmente consciente y lo asumo con toda libertad?
Mirando la pequeñez de María, desde nuestra pequeñez como la de Juan, el Señor espera mucho de nosotros, espera que nos mantengamos en el amor que nos tiene. De nosotros depende que se construyan caminos acordes con la voluntad de Dios. Pidámosle a Dios la gracia para ser discípulos de Cristo dispuestos a hacer presente su misericordia en medio de nosotros. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla