“A Dios nadie lo ha visto jamás”
Esta afirmación que nos deja la lectura del inicio del Evangelio de Juan, tomada así sin ninguna referencia pareciera dar crédito a quienes se resisten a creer en la existencia de Dios, si a Dios nadie lo ha visto entonces no existe, nadie puede dar fe de que hay un Dios, sin embargo, esta expresión continua: “el Hijo unigénito que está en el seno del Padre es quien lo ha revelado”, es decir, el único acceso de entrar en conocimiento y relación con Dios es Jesucristo. Dios en sí mismo es una magnanimidad, de una grandeza inconmensurable para la mente humana.
Nosotros solamente percibimos primicias del ser de Dios, algunas expresiones de lo que es Dios, cuando los científicos analizan el universo y ven la pequeñez de la tierra quedan asombrados, cuando descubrimos en experiencia el mar, los océanos y vemos la inmensidad de las aguas, pensamos que conocemos que hay un mar, pero todo lo que está viviendo dentro de las profundidades del mar nos pasan desapercibidos, así también nos pasa con Dios, vemos algo de Dios, conocemos algún aspecto de él, pero entrar en la profundidad de su ser es una aventura que jamás terminaremos de recorrer durante nuestra vida y sólo en la eternidad lo podremos hacer.
Era necesario que ese Dios que nadie ha visto, tuviera una constancia, hubiera quién nos dijera que realmente existe y nos diera esas expresiones no solamente a través de la creación sino también a través de la relación con ese Dios. Es entonces éste proyecto que Dios diseño para la humanidad, que alguien mostrara ese rostro, que alguien nos hablara con un testimonio veraz de Dios, ––eso es la navidad––, el inicio de esa expresión del misterio de Dios al encarnarse en el hijo y hacerse uno como nosotros, así, “Jesucristo refleja el rostro misericordioso del Padre”, es una expresión del ser de Dios, comprende al hombre a tal grado que a pesar de sus limitaciones nos ama profundamente. La vida de Jesús es una expresión del misterio de Dios.
Nosotros estamos llamados para ir adentrándonos en ese misterio, cuando creemos le damos crédito a Jesucristo y empezamos a escuchar su Palabra, empezamos a profundizar en sus enseñanzas, cuando empezamos a aplicarlas en nuestra propia vida es así como en una experiencia totalmente personal crecemos, no sólo en el conocimiento de Dios sino en esa relación del autentico amor.
Por ello la navidad es el eje junto con la pascua, esa expresión del amor en la que Jesucristo dona su vida muriendo en la cruz, la navidad es parte de esa pascua, es el camino del inicio de la redención para todos nosotros. Siempre habrá sus velos, es decir, aspectos que nos cuestan trabajo entender con la razón, por eso es mejor que nos dejemos conducir a través de estas expresiones de las enseñanzas de Jesucristo en las relaciones con los demás.
Nuestro nivel de mayor relación es con el prójimo, con el otro, es el regalo que Dios me ha dado en cada uno de los que voy conociendo en el camino de mi vida y en la medida en que pongo en práctica mis relaciones de acuerdo a las enseñanzas de Cristo me voy adentrando en el conocimiento de Dios mismo. Ésta es la gran enseñanza de la encarnación, Dios se manifiesta a través de la pequeñez del ser humano, como se manifestó en ese niño Jesús, se manifiesta hoy en cada uno de nosotros. Hagamos nuestras las pablaras del profeta Isaías que ya son una realidad como cantábamos en el salmo responsorial: “que hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, al mensajero que trae la Buena Nueva, que pregona la salvación”.
Que hermoso es que cuando estamos ante una dificultad alguien nos venga a decir; ––ya te la resolví, no te preocupes más, tu problema ya está resuelto––, ese es el mensajero de las buenas noticias, todos los aspectos de tus preocupaciones, angustias y situaciones en que te dejan sin respiro y no sabes qué hacer, en Jesucristo encontramos ese mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena nueva. Hay alguien que está detrás de ti, que está contigo siempre y quiere ayudarte a que crezcas y te desarrolles al proyecto que se ha diseñado para ti.
Por eso nos invita el profeta Isaías a prorrumpir en gritos de alegría porque el Señor nos rescata y podemos decir de nuevo con el salmo: “toda la tierra ha visto al salvador, cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas”. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla