“Traigamos el arca de la alianza del Señor, para que nos salve de nuestros enemigos”
Esta escena que nos narra la primera lectura del primer libro de Samuel, nos hace ver cómo podemos fácilmente caer en una tentación muy grave, ––de querer manipular a Dios––, nosotros siempre en nuestra vida, sea de forma personal, familiar, social o en nuestra piedad popular tenemos necesidades que en ocasiones nos desborda su solución, no sabemos cómo resolverlas y acudimos a Dios, eso está muy bien para presentarle nuestros problemas, sin embargo, la tentación está en querer utilizar un objeto considerado sagrado como varita mágica para solucionar mi problema, e incluso lo combinamos y fomentamos con algunas devociones espirituales, por ejemplo; recen tal novena para conseguir ésto, hagan esta peregrinación para que Dios les escuche.
Dios siempre nos escucha, basta con que nos dirijamos a él y siempre estará dispuesto a ayudarnos conforme a su proyecto, de acuerdo a su voluntad, ––es aquí donde nos cuesta trabajo entender la forma en que Dios actúa––. Los israelitas tenían este grave riesgo una batalla que ya habían perdido con los Filisteos y entonces volvieron a pelear, poniendo toda su confianza en que por llevar el arca de la alianza, ––consideraban que ahí se encontraba la presencia de Dios––, los iba a salvar y nos narra este texto que fue una gran derrota.
Es interesante que revisemos cada uno de nosotros si hemos tenido estas tentaciones y si queremos resolverlas según nuestro pensamiento y a nuestra manera de ver las cosas, le pedimos a Dios que las resuelva tal y como nosotros queremos, resulta que no sucede tal y como pensábamos que era lo correcto y decimos entonces: Dios no me escuchó. Dios siempre nos escucha en la oración, sin embargo, la petición la resuelve de la manera que él pedagógicamente considera que saldremos ganando, es decir, que la solución será benéfica para nosotros. Muchas veces tenemos problemas económicos y lo primero que hacemos es pedirle a Dios que nos conceda que nos saquemos la lotería con un cachito para resolver nuestros problemas, pensamos que ahí se encuentra toda la solución y no cae el premio, de inmediato decimos: Dios no me escuchó.
No nos ponemos a pensar que tenemos otras formas a nuestro alcance con mayor esfuerzo para darle solución a nuestros problemas o acudir a otros para que nos ayuden. Dios siempre buscará que la colaboración venga de entre nosotros mismos y esta solución estará en la medida en que compartamos también lo que consideremos que es un conflicto o una situación difícil, compartirla con los demás a la luz de la fe, de ahí discernir juntos qué es lo que Dios quiere decirnos a través de eso que estamos viviendo antes de proponerle una solución al Señor. Así nuestra oración será escuchada y recibiremos de alguna manera que en ocasiones es insospechada la respuesta de Dios, ésta es la pedagogía que debemos aprender en nuestra oración.
Los invito a que a luz de este Evangelio de San Marcos también nosotros tal y como lo hizo este leproso, se acercó a Jesús de rodillas diciéndole: “si tú quieres puedes curarme”, así también nosotros hay que decirle: si tú quieres puedes ayudarme, Jesús se compadeció de él y extendiendo la mano le dijo: “si quiero, sana”, Jesús también nos escuchará y es importante que tengamos nuestra confianza puesta en él.
Pidámosle a Jesús que nos libre de esa lepra que es la tentación de manipular a Dios, de alguna manera de querer que Dios actué según nuestros criterios, en ocasiones hasta lo condicionamos, tomamos actitudes manipuladoras, es decir, ––si tú me haces tal cosa, yo me comprometo a esto otro––, es una manera de condicionar.
Nuestra manera de relacionarnos con Dios es siempre en la libertad. Pidámosle al Señor que además de nosotros, también libre de esta lepra a nuestra comunidad parroquial, a nuestra Iglesia Diocesana, a la Iglesia en general. Finalmente, pidámosle que nos ayude a descubrir el rostro misericordioso del Padre, si es nuestro Padre siempre atenderá nuestras necesidades, es decir, si es misericordioso se compadecerá de nosotros, no nos abandonará nunca, no nos dejará de dar su mano, aún cuando muchas veces estemos ciegos para descubrir su presencia misteriosa que está a nuestro lado, esa presencia normalmente se presenta a través de nuestro prójimo, cuando llegamos a un hermano nuestro, ––alguien que está necesitado––, ahí Dios se está haciendo presente, no lo vemos, pero está ahí, es misteriosa su presencia que fortalecerá nuestro espíritu.
Así otros también de distintas formas nos ayudarán pero en el fondo está Jesús que acompaña unos a otros, pues ese es el sentido de la encarnación de Dios en la Historia, quiere que nos ayudemos, quiere manifestarse a través de nosotros, por ello hemos elegido el lema “Cristo vive en medio de nosotros”, para todo este proceso de renovación pastoral hacia una Iglesia misionera, pues él vive a través de nosotros, por medio de nosotros se hace presente. Descubramos esta fe, este sentido del misterio de la encarnación de Dios que acabamos de celebrar en este tiempo que hemos concluido, la Navidad. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla