MIÉRCOLES DE CENIZA
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús.
Hoy con esta celebración inauguramos, iniciamos, el tiempo de cuaresma. Y precisamente lo hacemos con el signo de la ceniza, para ser conscientes de que somos peregrinos, que somos polvo y en polvo nos vamos a convertir; y que estamos invitados a creer en el Evangelio y a llevarlo a la práctica.
A veces puede uno decir, iniciamos otra cuaresma más, pero cada cuaresma debe ser una renovación para nuestra vida. Y las tres lecturas que escuchamos hoy, queridos hermanos, ustedes que están aquí en nuestra catedral Corpus Christi, y también los que están siguiendo esta transmisión a través de los medios digitales; pues tener esa intención interior de que sea una cuaresma que tenga sentido en nuestra vida, en nuestra vida como personas, como discípulos del Señor, y también como sus misioneros. Y las tres lecturas que escuchamos, tratan el mismo tema, porque la primer lectura, del profeta Joel, insiste en que Dios es compasivo y misericordioso.
Qué importante es tener esta experiencia de un padre que nos ama y porque nos ama, es compasivo y misericordioso, a pesar de que muchas veces nosotros desviamos nuestro camino, nos equivocamos, no actuamos como hijos de Dios. El Señor sigue teniendo misericordia de nosotros.
Y ahora que también pedimos mucho por el papa Francisco, pedimos por su salud. Él es una de las palabras que más ha repetido en su pontificado: Dios es misericordioso. Y esa es la moneda de que Dios, del reverso, de que Dios nos ama, es decir, es misericordioso porque nos ama como sus hijos. Y por eso, la segunda lectura de la segunda carta de San Pablo a los Corintios, también expresa cómo todo es un tiempo favorable esta cuaresma.
Tenemos un aditivo especial este año, porque estamos viviendo un año santo jubilar que el Papa Francisco, el 24 de diciembre de 2024, abrió la puerta de San Pedro en el Vaticano para expresar que estamos invitados a entrar por ella, invitados para tener un encuentro con Cristo. Un año de indulgencia, un año de gracia, un año de conversión. Siempre es importante el Sacramento de la reconciliación, pero este año también cobra especial realce el poder pensar en nuestra vida y cambiar de acuerdo al proyecto de Dios. Es un tiempo favorable porque llega la salvación.
Y el Evangelio de San Mateo nos recuerda esos tres valores que debemos poner en práctica todo el año, pero en especial en la Cuaresma: la oración, el ayuno y la limosna. Invitados a intensificar la oración, tenemos como modelo a Cristo, que pasaba noches en intimidad con su Padre para estar viendo cuál era su voluntad y ser fiel a su proyecto. Y tenía esos momentos de intimidad con el Padre y después salía para formar a sus discípulos y para hablarle a las multitudes, haciendo signos, curaciones, milagros, enseñando la palabra de Dios.
Estamos invitados a tener esos momentos de oración, de encuentro con el Señor, de escucha, de poderle también nosotros expresar nuestro caminar. Pero también estamos invitados al ayuno, porque el ayuno también nos ayuda a nosotros a saber dominar nuestro cuerpo, a poder nosotros pensar en aquellos que tampoco tienen qué comer, el poder sentir que somos frágiles, que somos finitos. Y a veces le damos rienda suelta al placer. El comer es un placer, también el poder mortificarnos, pero para pensar en los demás.
Y el otro valor, también, que es la limosna, que va en relación a la caridad. ¡Qué bonito es cuando nosotros tenemos ya como cultura el ayudar a los demás, el compartir con los demás! Hay tantas necesidades en el mundo y en nuestra sociedad y donde vivimos nosotros, que a veces nos hacemos insensibles ante las necesidades de los demás. Y hay más alegría cuando uno da que cuando uno recibe. Por eso les digo, debemos ir creando la cultura del compartir, del dar a los demás, dar lo que tenemos, pero también dar los dones que Dios nos dio, los carismas, dar nuestro tiempo al que lo necesite.
Pues que empecemos con mucho entusiasmo esta Cuaresma, que nos va llevando, que es un camino para llegar a la Pascua del Señor, para llegar a la Semana Santa y vivir esos misterios fundamentales e importantes en la vida de todo cristiano. Acompañar a Jesús en su pasión, en su muerte y en su resurrección. Que este signo que vamos a vivir dentro de unos momentos, la imposición de ceniza, nos recuerde a todos que somos peregrinos de esperanza y que somos caminantes que estaos llamados a compartir con todos y, sobre todo, con los que menos tienen.
Así sea.
+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla