“Salió el sembrador a sembrar.”
Esta parábola que el mismo Jesús indica como incipiente en la enseñanza, como un primer paso para el discípulo de Cristo, es sencilla, la hemos entendido y podemos fácilmente captar la importancia de la tierra buena. Partiré desde una pregunta que les invito a que se hagan desde el servicio que desempeñan, ––en este hospital––. ¿Se puede modificar la tierra para que la que está en el camino sea buena, es decir, la que está entre cardos sea buena, la que está en medio de espinos o pedregales sea buena, y que todas se conviertan en tierra buena?
Evidentemente la respuesta es ¡sí!, la gran vocación que ustedes comparten entre sí, es la oportunidad que Dios les brinda para hacer el bien, al participar en una institución dedicada a la salud. Cuando una persona y los familiares que acompañan a un enfermo, vienen para ser atendidas por ustedes, lo que buscan es recuperar la salud. Cuando descubren que es difícil o ven que tienen que recorrer un camino que van a necesitar paciencia, constancia, empiezan a tener una apertura en su corazón y en su sensibilidad, cuando se abre la sensibilidad humana a la apertura a Dios es una magnífica oportunidad.
La enfermedad siempre es vista como no deseada y es normal, por eso existe la cultura de la prevención, sin embargo, es inevitable, ––nadie la queremos––, pero la afrontaremos un día, unos de una manera, otros de otra manera y es una oportunidad enorme porque el dolor humano, ––la limitación que produce una enfermedad––, y el sufrimiento moral de aquellos que aman a esa persona que está enferma, es la mejor oportunidad de intimar con Dios, de entender a Dios y entender que la vida es una regalo, de entender que la vida es muy importante y que ésta también tiene una finalidad, además, entender que hay alguien que está pendiente de ti y que te apoyará.
Cuando más sufrimos una limitación, es cuando más nuestro corazón agradece a quien le da la mano, son ustedes de una u otra forma, médicos, enfermeros, damas voluntarias, familiares, quienes tienen esta oportunidad gigantesca, de que a través de su propio trabajo, de su propia vocación, de su propia labor, permiten que esa tierra reciba esta siembra que Dios siempre hace que produzca en nosotros el treinta, sesenta o el cien por ciento de fruto.
Si ustedes a este enfermo o enferma la reciben como lo que es, ––un ser humano––, con esa sensibilidad de que estamos tratando a un hermano, con esa simple actitud están ayudando a que la tierra sea buena y haciendo esto, --no más de lo que ya saben hacer para bien--, sin embargo, la actitud producirá en el enfermo y en los familiares que lo acompañan que surja esta oportunidad de que en medio del dolor y el sufrimiento descubran el amor de Dios.
Cuando lo van realizando día tras día, entonces producirá en ustedes lo mismo que le pasó al rey David en la primera lectura, que le correspondió a Dios e hizo de su gobierno un gobierno para la comunidad, para su pueblo, él quería engrandecerse hasta el punto de construir el templo, sin embargo, Dios le dijo: “no es necesario, pero te voy a consolidar, te voy a fortalecer”.
A ustedes también Dios les dice como a David; los voy a consolidar, los voy a fortalecer en la medida en que cumplan su misión haciendo que la tierra sea buena, que las personas atendidas descubran que aunque es doloroso, ––no deseable porque es una situación que uno quisiera salir de allí lo más rápido posible––, es la oportunidad magnífica de abrir el corazón a quien lo pueda sanar y así ustedes crecer en su oficio y ministerio, porque allí van a descubrir el sentido y el magnífico significado que tiene ayudar al prójimo a salir de una situación que nadie desea.
Ese es el sentido de nuestra Eucaristía hoy, venimos para decirle al Señor; que nos dé siempre esta conciencia, que esté dentro de nosotros y que nos ayude en los momentos en que quizá no amanecimos con toda la fortaleza humana, que en ocasiones amanecemos resfriados, con alguna jaqueca o algún malestar y sin embargo, tenemos que cumplir con nuestra tarea del día, que el Señor nos recuerde: “aquí estoy contigo, yo te acompaño, hoy saldrán bien las cosas porque vas a ayudar a un hermano tuyo”.
Ésta es nuestra oración en este día, éste es el gozo que sentimos nosotros también los Obispos y los Sacerdotes, porque sabemos que podemos complementar muy bien esa tarea con esas visitas esporádicas que gracias a las damas voluntarias --que participan en el hospital--, podemos estar en contacto con quien está dispuesto a profundizar en su relación con Dios en el momento de la enfermedad. Pidámosle al Señor que nos consolide a todos, nos fortalezca y que produzcamos tierra buena para que la semilla de este sembrador que es Dios nuestro Padre, produzca treinta, sesenta o el cien por ciento. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla