“Nadie es profeta en su tierra”
Así afirma Jesús a sus paisanos de Nazaret, sin embargo, decidió ir hacia allá, ahora bien, si él sabía que no iban a aceptar su misión, el anuncio que les dio claramente de acudir y ayudar a los más pobres, a los que están esclavizados o cautivos darles libertad, a los que no ven ayudarles a que descubran la verdad, es claro que no aceptaron esa misión que Jesús tenia, entonces nos podemos preguntar: ¿por qué Jesús tomó la decisión de ir a Nazaret para iniciar su ministerio ahí, si sabía el refrán de que nadie es profeta en su tierra?
A nosotros nos pasa que; cuando conocemos a una persona que es rencorosa, iracunda, lo desacreditamos a tal grado que le decimos a otro, ––no, ese asunto ni se lo toques, no hables con él, no conviene, no te hará caso––, tenemos una percepción de los demás que en ocasiones nos bloquea y no vamos hacia esa persona, incluso hacia un grupo o una comunidad, argumentamos: ––no, ahí no te reciben bien mejor no vayas, con ese grupo no se dialoga––, “nadie es profeta en su tierra”.
En el fondo lo que nos sucede es que nos cuesta trabajo redescubrir ese dinamismo que provoca el Espíritu de Dios en las personas a tal grado de transformarlas, de cambiarlas y estamos tan habituados en nuestra cotidianidad a ubicar a cada uno conforme a la primera percepción de los actos que conocimos de esa persona, los determinamos y de ahí ya no nos movemos. Es la resistencia a creer en la acción transformadora de Espíritu Santo, este es un fenómeno común por ello conviene que nos preguntemos: ¿por qué pensó Jesús ir a Nazaret? ¿Ustedes habrían pensado también en ir a evangelizar a los de la propia comunidad?, que saben que es difícil, que conocen a sus vecinos, incluso se han peleado o han tenido algún conflicto, ¿comenzarían a trabajar una etapa misionera? ¿No es mejor ir con desconocidos?
¿Por qué Jesús decidió ir a Nazaret? Precisamente para mostrarnos que la manera en que ve Dios a los demás va mucho más a fondo de lo que nosotros podemos mirar, mira el corazón de las personas, no se queda en las primeras percepciones o en lo que por una conducta podemos pensar del otro, Jesús va a Nazaret desafiando ese refrán porque Dios quiere a todos, es decir, ama a todos los hombres porque somos sus hijos y está atento a cada uno de nosotros.
Cuando decimos que Jesucristo mostró en su vida y en su misión el rostro misericordioso del Padre, ––precisamente aquí esta uno de los puntos donde lo podemos aplicar––, volver a Nazaret a hablarles a sus suyos y decirles cuál era su misión. Él lo sabe perfectamente, tan es así que les dice a sus paisanos: “seguramente me dirán, has aquí en tu propia tierra los prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”.
La gente lo que siempre busca es una intervención poderosa para resolver los problemas, puesto que han sabido que Jesús curó enfermos, sacó demonios de las personas y curó a quienes tenían una dificultad de la vista, o de andar, etc. ––Eso si lo aceptamos––, a esas intervenciones milagrosas todos estamos dispuestos, sin embargo, Jesús dice: “mi misión va más allá de hacer milagros, mi misión va al corazón de las personas para que descubran lo que el Espíritu de Dios quiere hacer en ellos, para que se genere ese dinamismo de abrir la vista y contemplar al prójimo como un hermano.
Por eso Jesús fue a Nazaret y hoy al escuchar este Evangelio es oportuno preguntarnos; ¿yo también estoy dispuesto a acercarme a quien veo que necesita ayuda, aunque sé que es una persona difícil de relacionarse? El Evangelio termina diciendo: “aunque al principio se habían alegrarlo de ver a Jesús en la sinagoga, al oír que su misión es para todos, que no sólo para los nazarenos, se llenaron de ira y lo sacaron de la ciudad llevándolo a un precipicio, pero él se alejó de ahí".
Es decir, no debemos tener miedo a que fracasemos en el primer intento cuando tratamos de corregir o cuando tratamos de plantear la verdad ante un prójimo. Sabemos que se pueden molestar, que les pueden caer mal nuestras palabras, sin embargo, es la manera de que llegue la acción de la gracia de Dios a ese corazón. ––Es todo un reto––, por ello es interesante relacionar esta reflexión con la lectura del apóstol Pablo a los Corintios; “el amor todo lo vence, el amor es la vida de Dios”, Dios es amor, en la medida en que nosotros correspondamos a ese amor, entraremos en ese dinamismo, por eso le dice Dios a Jeremías al enviarlo como profeta: “yo estoy a tu lado”.
Cuando descubrimos que Dios nos ama, es cuando podemos corresponder al amor y hacer que habite en nosotros y que nuestras acciones correspondan al amor, así podremos decir que: ¡hemos descubierto al verdadero Dios por quien se vive!, que podemos servir a ese Dios que es amor y que podemos estar alegres aunque tengamos angustias, problemas y conflictos, aunque pasemos por algún sufrimiento, dolor y muerte, porque todo eso se traspasa porque Dios está presente en el corazón del hombre.
Abramos nuestro espíritu y digámosle a Jesús que también nosotros vamos a desafiar, ––tal como él lo hizo con sus paisanos––, en nuestros propios rincones donde vivimos, en nuestras relaciones con los vecinos y así mostraremos el rostro misericordioso del Padre. Pidámosle al Señor que así sea para todos, especialmente para quienes han escuchado su voz para servirle en el ministerio de distribuir la comunión a los enfermos, llevando la presencia sacramental de Cristo el Señor a sus hogares. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla