MISA CRISMAL 2025
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, les saludo de corazón a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos permanentes y transitorios, seminaristas, agentes de pastoral, laicos y a todo el pueblo de Dios que han venido de toda nuestra amada Arquidiócesis de Tlalnepantla a esta Catedral de Corpus Christi, nuestra iglesia madre. Saludo a todas las personas que están siguiendo esta celebración a través de los medios digitales; a todos les deseo la gracia y la paz de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que ha de venir.
Estamos en la vivencia de la Semana Santa y nos hemos reunido con fe y alegría para celebrar la Misa Crismal, para la consagración del Santo Crisma y la bendición de los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. También hoy renovaremos las promesas sacerdotales, y en sinodalidad, darán un signo elocuente a la comunidad eclesial y a la sociedad de comunión y unidad del presbiterio con un servidor, conmigo, como su obispo.
Les invito a que escuchen atentamente el prefacio propio de esta celebración, el cual nos ayuda a meditar profundamente en el don del sacerdocio ministerial que recibimos un día y nos dice: 'En efecto, Cristo no solo confiere la dignidad del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino que, con especial predilección, elige a algunos de entre los hermanos y, mediante la imposición de las manos, los hace partícipes de su ministerio de salvación, a fin de que renueven en su nombre el sacrificio redentor, preparen para sus hijos el banquete pascual, fomenten la caridad en su pueblo santo, lo alimenten con la palabra, lo fortifiquen con sus sacramentos y, consagrando su vida a ti y a la salvación de sus hermanos, se esfuercen por reproducir en sí mismos la imagen de Cristo y te den un constante testimonio de fidelidad y de amor'.
Hoy es un día propicio para renovar nuestro sacerdocio, el sí que dimos conscientemente el día de nuestra ordenación presbiteral, y agradecer a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, que nos haya participado de su sacerdocio. Sabemos, y lo tenemos muy claro, que no ha sido por nuestros méritos, sino porque Él así lo ha querido. Quiero invitarlos para que demos gracias y oremos por las personas que nos formaron, nos acompañaron y lo siguen haciendo: nuestra propia familia, nuestros formadores y el pueblo de Dios con rostros muy concretos. Unos ya nos han precedido en el camino a la casa del Padre, y otros continúan peregrinos en este mundo. Por todos y todas, vaya nuestro sincero agradecimiento y nuestra oración.
En el Evangelio que acabamos de escuchar de San Lucas, vemos al Espíritu Santo quien conduce a Jesús a la sinagoga de Nazaret para que proclame ante el pueblo cuál es su misión que le ha encomendado su Padre: 'Me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor'. Tomemos conciencia de que todos los cristianos, todos los bautizados, estamos llamados a continuar las huellas, el programa de Jesucristo, el Maestro; ciertamente nosotros, sacerdotes y obispos, con mayor exigencia.
En la homilía del 2023, en la Misa Crismal, el Papa Francisco decía lo siguiente: 'El Espíritu del Señor está sobre mí'. Cada uno de nosotros puede decir esto, y no es presunción, es una realidad, pues todo cristiano, especialmente todo sacerdote, pueden hacer suyas las siguientes palabras: 'Porque el Señor me ha ungido'. Hermanos, sin méritos, por pura gracia, hemos recibido la unción que nos ha hecho padres y pastores en el pueblo santo de Dios. El Señor no solo nos ha ungido y llamado de aquí y de allá, sino que ha derramado en nosotros la unción de su Espíritu, el mismo Espíritu que descendió sobre los apóstoles. Hermanos, somos ungidos para seguir las huellas, el camino de Jesucristo.
El Papa continúa diciéndonos: 'El que es ungido crea armonía'. Crear armonía entre nosotros. No solo es un método adecuado para que la coordinación eclesial funcione mejor, no es una cuestión de estrategia o cortesía, sino una exigencia interna de la vida en el Espíritu. Se peca contra el Espíritu, que es comunión, cuando nos convertimos, aunque sea por ligereza, en instrumentos de división, por ejemplo, con las murmuraciones. Ayudémonos, hermanos, a custodiar la armonía; custodiar la armonía es la tarea, empezando no por los demás, sino por uno mismo, preguntándonos: ¿mis palabras, mis comentarios, lo que digo y escribo, tiene el sello del Espíritu o del mundo? Cuánta gente no se acerca o se aleja porque en la Iglesia no se siente acogida y amada, sino mirada con recelo y juzgada. Somos personas ungidas, llamadas a crear armonía y ser peregrinos de esperanza.
En el número 25 de la Bula de Convocación "Spes non confundit: La Esperanza No Defrauda", expresa que este Jubileo 2025 sea un Año Santo caracterizado por la esperanza que no decilna, la esperanza de Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza, necesaria tanto en la iglesia como en la sociedad, en lso vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona, y en el respeto de la creación.
Que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva, donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor.
Deseo que este Año Santo Jubilar 2025, sea para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús. Puerta de salvación. Con Él con quien la iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes, y a todos con nuestera esperanza. Deseo que continuemos en sinodalidad, en armonía, en comunión, en creatividad, en esperanza, aterrizando nuestro Plan de Pastoral.
Finalmente, mi agradecimiento por todo su servicio pastoral, a todos los sacerdotes, a los 160 sacerdotes que se encuentran hoy aquí en nuestra Catedral, pero también a otros sacerdotes enfermos, que han dado su vida, que el Señor les premie su generosidad.
Que la Virgen de los Remedios, patrona de nuestra Arquidiócesis, patrona de los sacerdotes, y patrona de nuestro semminario, interceda ante su hijo Jesucristo, por todas las necesidades de nuestro mundo y de nuestra iglesia particular. Amén.
+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla