HOMILíA III DOMINGO DE CUARESMA

December 31, 1969


HOMILíA III DOMINGO DE CUARESMA

 

“Todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo para nosotros.”

Así nos decía en la segunda lectura el apóstol San Pablo, refiriéndose a todos los hechos del pueblo de Israel que ya en tiempo de Jesús habían pasado varios siglos y habían tenido experiencias de todo tipo: “todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo para nosotros y fueron puestas en las escrituras como advertencia para los que vivimos en los últimos tiempos”.

Es la pedagogía divina, toda vida humana es una referencia para las siguientes generaciones, así de generación en generación nos hemos transmitido la fe, algunos nos preguntaremos, ¿por qué soy cristiano? ¿Por qué soy católico?, según las encuestas que han realizado en México, el 90% o 95% de los habitantes responden que porque fue lo que les han transmitido sus padres. Sólo el 5% dice, porque me convertí, es decir, estaba en otra religión y pasé a ésta.

La transmisión de la fe no es sólo creer en Dios, porque en él ya creemos por un instinto natural, sino creer en el Dios de Jesucristo, en el que Cristo ha revelado, es decir, todo el género humano tenemos la tentación de imaginarnos a Dios de una manera, en nuestra mente vamos creando el dios que pensamos, pero ese no es el verdadero Dios, ese es consecuencia del instinto natural que el Señor  ha puesto en nosotros, de igual manera que tenemos el instinto de conservación, el instinto de sobrevivencia, así también tenemos el instinto natural de reconocer que venimos de alguien superior a nosotros a quien llamamos ¡Dios!.

Descubramos cinco puntos que hoy nos da la escritura y que nos ayudan mucho para ir descubriendo ese rostro Dios en mi experiencia personal, que no se quede como una ideología de sólo pensar en un Dios a partir de las enseñanzas de Jesús, sino en un Dios, a partir de mi experiencia personal;

Primeramente, en el Evangelio escuchamos que le fueron a comentar a Jesús que Pilato mandó matar a unos galileos, ––pareciera que fue una injusticia, en el texto no aparecen más datos sobre lo que hicieron o porqué los mataron––, Pilato era la autoridad y podía hacerlo, entonces le preguntan a Jesús que qué pensaba, a lo que Jesús comentó: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no”;  y aquellos 18 que murieron aplastados por la Torre de Siloé, ¿piensan que eran más culpables que todos los habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no.”.

En este primer punto, observamos que también tenemos una tendencia a que toda situación dañina y mala es castigo de Dios, empezamos a imaginarnos a un dios que premia y castiga, si nos portamos bien nos premia y si nos portamos mal nos castiga, ese no es el Dios que reveló Jesucristo, sino es el dios que nosotros nos imaginamos.

En este año el Papa Francisco precisamente nos convocó a un año de la misericordia para descubrir el verdadero rostro de Dios, un rostro que es ¡misericordia!, Jesús nos vino a enseñar que nosotros somos creaturas queridas y amadas por Dios y que en ese amor se manifiesta tal como es, como un Papá, una Mamá buena que siempre está buscando el bien de sus hijos, siempre está velando por el bien de ellos, reconoce que se equivoca pero se le llama la atención y siempre está dispuesto al perdón, a la reconciliación para manifestar la misericordia.

El segundo punto lo descubrimos en esa parábola que Jesús menciona, tres años y no ha dado fruto, “ya córtala” ––dijo el dueño de la viña al viñador––, sin embargo el viñador respondió: “Señor, déjala un año más, le moveré la tierra, la abonaré para ver si ahora si da fruto”, esa es la actitud de Dios, por eso vemos que hay hombres buenos y malos conjugados hasta en nuestra propia persona y en los demás, no hay hombres y mujeres perfectos, porque somos esa higuera que en ocasiones necesitamos más abono, necesitamos mover más nuestra tierrita, ¿cómo hacerlo?

El tercer punto, nos da la respuesta, en la primera lectura escuchamos que: “a Moisés le llamó la atención ver que estaba ardiendo una zarza y no se consumía, se acercó”, estos son los acontecimientos que suceden en la vida entorno nuestro, mediante los cuales Dios nos habla, algunos acontecimientos son gozosos de fiesta, otros son dolorosos de muerte, de pena, de sufrimiento. Sin embargo, todos los acontecimientos son ocasión de descubrir qué es lo que Dios me está diciendo a través de ellos mismos, esa es la pregunta fundamental que siempre nos tenemos que hacer; ¿qué me está queriendo decir Dios a través de este acontecimiento?

En el cuarto punto, oíamos que Dios le dijo a Moisés: “quiero que tú vayas en mi nombre, que tú hables en mi nombre, que tú visites a mi pueblo”, siempre descubriremos en nuestros acontecimientos que esa voz de Dios es una llamada a la conciencia para nuestra misión en la tierra, ¿qué quiere Dios de mí? ¿Qué está esperando Dios de mí? ¿Qué fruto está esperando de mí?, entonces como le pasó a Moisés, tendremos resistencias, así nos puede pasar a nosotros; “¿quién soy yo para ir a hablarle al Faraón?, búscate otro más influyente, porqué me buscas a mi si estoy tranquilo pastoreando mi rebaño, ¿qué quieres que haga por el pueblo que esta esclavizado?”, sin embargo, Dios le insiste: “ve Yo te envío”.  

El último punto es que tenemos una misión para consolar, para liberar, para ayudar a que los demás descubran también el amor de Dios y comprendan que, ¡nos ha llamado a todos Hijos!, por tanto, somos hermanos. Por eso escuchábamos en el texto de la primera lectura que Dios le dice a Moisés: “esto dirás a los israelitas, Yo-soy me envía a ustedes, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob me envía a ustedes. Porque he visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas, conozco un sufrimientos y he descendido para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios, para sácalo de aquella tierra y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel”, es decir, el proyecto que Dios tiene para nosotros no es malo, es bueno, pero lo tenemos que realizar al descubrir nuestra vocación ¿qué espera Dios de nosotros?, como persona, como familia, como comunidad.

Pidámosle al Señor nos ayude a interpretar los acontecimientos que nos duelen y los acontecimientos que nos dan gozo y alegría para descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla