HOMILíA IV DOMINGO DE PASCUA

December 31, 1969


HOMILíA IV DOMINGO DE PASCUA

 

“El cordero, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida”.

Así escuchamos en la segunda lectura tomada del libro del Apocalipsis, en la que el apóstol San Juan nos presenta en una visión todo el triunfo de Cristo sobre la muerte y por lo tanto, camino que podemos transitar todos los seres humanos. Cuando se utiliza la figura de un cordero, sabemos que nos referimos a un animal tranquilo, paciente, que sabe unirse a los demás sin pelearse y refleja sencillez, simplicidad y sobre todo obediencia e inocencia, esta figura fue tomada desde los tiempos antiguos de Israel como una figura del animal para ofrecerlo en sacrificio a Dios y, para pagar por todos los pecados cometidos por el pueblo.

Así se convierte también en una figura para hablar de la  misión de Jesucristo, especialmente, toma relieve el cordero porque nos quiere indicar que Jesús se hizo como nosotros, tomó nuestra condición y atravesó las diferentes dificultades propias de la vida humana. Es un cordero que triunfa, es decir, ¡lleva con éxito su misión!, por ello el Apocalipsis lo presenta; sentado en el trono y rodeado de multitudes, todos aquellos que seguimos a Jesucristo estaremos en torno a él.

Desde esta mirada hoy podemos utilizar esta figura del cordero Pascual que se convierte en pastor de la demás ovejas, hoy la liturgia nos recuerda a Jesús como Buen Pastor. ¿Qué hace un pastor con sus ovejas? ¿Cuál es su responsabilidad mayor?

Lo más importantes es llevar al rebaño a los pastos donde puedan nutrirse, alimentarse, a lugares donde puedan beber agua, donde puedan garantizar su vida. Estos aspectos están atrás de la figura cuando hablamos de Jesús Buen Pastor, él tiene estos pastos que ofrecernos y tiene ese alimento que darnos, y tiene: “la capacidad de conducirnos a las fuentes del agua de la vida”.

El Buen Pastor, se caracteriza por dar vida a su rebaño y esta vida se completa con otras dos figuras que utilizara en su transmisión del Evangelio; la figura del Amigo, cuando Jesús les dice a sus discípulos: “ustedes ya no son siervos, ya no son empleados, sino que ustedes para mí son mis amigos”, son mis amigos porque saben lo que yo digo y hago, me conocen y yo los conozco a ustedes.

La otra figura es la del Maestro, es quien tiene la experiencia, el que ha pasado por todas las pruebas y ha sabido salir adelante, ese es Jesús, que con su experiencia nos ayuda y nos orienta para recorrer nuestro propio camino de la vida.

Estas tres figuras las debemos poner en conjunto, Jesús Buen Pastor, Jesús Amigo, Jesús Maestro, y así complementamos toda la obra salvífica de Jesucristo. Si tenemos en cuenta estas tres figuras podremos adentrarnos en profundidad en el texto del Evangelio que hoy se ha proclamado. Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano.  Me las ha dado mi Padre, él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno.

Para nuestra reflexión, el punto de partida está en escuchar la voz de Jesucristo, “mis ovejas escuchan mi voz”, como lo hacemos en este momento, en el que escuchamos la explicación de la Palabra de Dios, hemos comenzado bien nuestra relación con Jesucristo.

Esta escucha de la Palabra, la escucha de la voz de Dios, traerá por consecuencia lo que dice Jesús: “yo las conozco”, cuando nos ponemos en diálogo después de haber escuchado la Palabra de Dios,  nos vamos haciendo “amigos”, “yo los conozco”. Por eso dice Jesús: “y ellas me siguen”, porque cuando ya tenemos amistad que se fundamenta en el recíproco amor, nos resulta en automático tener toda la confianza, en base a esa amistad, en el conocimiento y la capacidad de obedecer a quien amamos.

Los invito a que hoy, como respuesta a esta Palabra, revisar lo siguiente: ¿qué tanto me preocupo de escuchar la Palabra de Dios? ¿Le doy eco en mi corazón? O solamente; ¿la busco para interpretar la realidad? ¿Le dejo las puertas abiertas para hacer mía esa enseñanza?

¿Me reconozco como parte de este pueblo de Dios que tenemos al Buen Pastor? ¿Me identifico con la Iglesia o soy de esos católicos que afirman mantenerse en esta fe, pero se resisten a amarla y servirla para transmitir que Cristo está vivo en medio de nosotros? ¿Tengo este sentido de pertenencia a la Iglesia católica, formo parte de esta familia y me integro con el cuerpo de Cristo?

Por ultimo; si escucho la Palabra y me identifico con ella y además me siento perteneciente a la Iglesia, entonces hagamos nuestras las palabras que Jesús nos dice: “nadie las arrebatará de mi mano, nadie podrá quitarlas de la mano de mi Padre. Mi Padre y yo somos uno”. Estaremos siempre en manos de Dios pase lo que pase, estaremos siempre tomados de su mano, nadie nos podrá arrebatar de la mano de nuestro Padre.

Pidámosle al Señor que seamos fieles servidores, discípulos suyos y que nos identifiquemos como su comunidad de discípulos en nuestra Iglesia. Que así sea.  

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla