HOMILÍA EN EL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

October 12, 2025


HOMILÍA EN EL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

«Saber darle gracias a Dios»

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Este domingo les saludo con afecto, deseándoles que siempre experimenten el amor de Dios. Saludos también a los que, a través de los medios digitales, siguen esta Eucaristía.

Seguramente que, al escuchar la primera lectura y el Evangelio de San Lucas, sabemos cuál es el tema principal de este domingo: Es saber darle gracias a Dios. Ese es el tema más importante, porque cada uno de nosotros tiene que preguntarse si es agradecido con Dios. A veces solemos hacer más peticiones, pedir por necesidades, pero cuando venimos al templo, a la parroquia, a la Catedral, ¿le damos gracias a Dios? En nuestra familia, en nuestro trabajo, ¿le damos gracias a Dios?

Pues hoy se nos relata, en la primera lectura y en el Evangelio, la historia de gente que tiene lepra. En la primera lectura, que nos prepara para el Evangelio, vemos a una persona importante, un general llamado Naamán, que pertenecía a Siria, era extranjero. Sin embargo, preguntando por ahí, supo que había un hombre de Dios, el profeta Eliseo. Y bueno, pues él estaba con la pena de la lepra, tenía un rango importante al ser general, y va a buscar a Eliseo.

Eliseo le pide que se bañe siete veces en el río Jordán y que después se encomendara a Dios; él sabía que Eliseo era un hombre cercano a Dios y por eso acudió a él. Y después de que realizó este rito, nos dice la lectura que su piel quedó como la de un niño, es decir, quedó limpio de la lepra. Entonces, pues no hallaba cómo agradecerle a Eliseo, y Eliseo evidentemente le dijo: «Es Dios el que te ha sanado, te ha curado». Naamán le llevó muchos regalos, pero Eliseo no los aceptó. Y entonces el general le dijo: «Permite que me lleve algunos costales de tierra de este lugar, porque quiero hacer un altar para alabar a Dios». Ahí tenemos una persona agradecida y que valora lo que Dios hace.

Siempre van conectados el agradecimiento y la fe, la fe y el agradecimiento. Él tenía fe en que iba a sanar porque alguien intercedió por él. Y después regresó a su tierra, a Siria, pero ya con otra mentalidad, porque ya creía en Dios, y le hizo el altar a Dios para alabarlo y bendecirlo.

El Evangelio también nos habla de diez leprosos: nueve son judíos y uno es samaritano, extranjero. Y el extranjero fue el único que regresó a darle gracias a Jesús. Hemos comentado, hemos platicado, cómo en esos tiempos la lepra era una enfermedad difícil, pero aparte de lo difícil, estaba la exclusión de la comunidad; eran segregados porque decían: «Nos pueden contaminar».

Y cuando Jesús va rumbo a Jerusalén, ellos habían escuchado que Jesús iba a pasar por ahí, por ese pueblo, y entonces empezaron a gritarle: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». Y entonces Jesús, siempre compadecido, les dijo que fueran con el sacerdote, porque el sacerdote era el que certificaba que la enfermedad había desaparecido. Y evidentemente, en el camino quedaron curados. Los otros nueve seguramente fueron con el sacerdote, pero el Samaritano, el extranjero, fue el que se regresó para darle las gracias a Jesús. ¿Y cuál fue el gesto de este samaritano? Arrodillarse, decirle: «Señor, gracias, ten piedad de mí». Y Jesús le dijo: «Levántate, tu fe te ha salvado».

Cuántas veces hemos escuchado una frase que es cierta, cuando uno dice: «La fe mueve montañas», o «si tuvieras fe como un granito de mostaza y le dijeras a un árbol que se transplantara, lo haría». Es un lenguaje simbólico para decir cómo la fe, cuando es fe, puede realizar grandes cosas.

Fíjense que este samaritano que regresó no solo quedó sano, sino que también quedó salvado: «tu fe te ha salvado». Tenemos que, a veces, lo contrario a la gratitud es la ingratitud. Hay veces que me ve alguna mamá, una señora, alguien que me dice: «Oiga, estoy triste porque mis hijos son ingratos». Yo creo que este domingo tenemos que revisar ese don de la gratitud.

Fíjense qué bonito es, sobre todo, la Eucaristía, lo que estamos celebrando. Es una palabra griega que significa: Acción de gracias. Y cuando nosotros venimos a la Misa, sería sensacional que de nuestro corazón saliera agradecimiento a Dios: por la vida, por la familia, por la amistad; a veces por la enfermedad también, porque cuando alguien se enferma, pues también hay momentos de reflexión, momentos también para darle gracias a Dios; cuando nos va bien, cuando no nos va tan bien, cuando hay alegrías, cuando hay tristezas, darle gracias a Dios.

Y también que nos preguntemos si sabemos darle gracias a los que nos ayudan en nuestra vida, a los que nos hacen el bien, a quien nos cocina, quien se preocupa por nosotros; en la educación, los maestros, las maestras; en los hospitales, los médicos, las enfermeras; ¿sabemos nosotros dar gracias?

Es algo que no nos cuesta y que hace mucho bien: saber dar gracias. En primer lugar, darle gracias a Dios y también gracias a nuestros hermanos y hermanas. Que el Señor, pues, nos ayude a nosotros a tener un corazón agradecido. Así sea.

 

+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla